Una bomba de tiempo de las aguas territoriales alemanas
En el fondo del Mar Báltico yacen unas 100.000 toneladas de municiones químicas
Usedom, la perla alemana del Mar Báltico, está a solo dos horas y media en coche desde Berlín. Desde que cayó el odiado muro, la isla ha vuelto a convertirse en lo que era antes de la llegada de Hitler al poder: un hermoso y elegante balneario con lujosas villas palaciegas construidas en la primera línea de playa donde vivían - durante seis semanas al año - los ricos aristócratas prusianos. En su época dorada, dos emperadores alemanes –Friedrich Wilhelm II y III – fueron asiduos visitantes de la isla.
La isla se extiende unos 30 kilómetros de un extremo a otro, está bendecida con aguas cristalinas, respira historia por todos sus rincones y ofrece, de vez en cuando, un raro y cautivante fenómeno natural. Cuando las condiciones atmosféricas son propicias, el roce del viento con la suave capa de arena blanca produce un sonido que se asemeja a una pequeña orquesta invisible de violines.
La hermosa isla también ofrece otra sorpresa que no aparece en ninguna guía turística y que ha sido ignorada durante décadas por las autoridades, a pesar de que cada año se registran peligrosos accidentes como el que vivieron Silvio Dena y su esposa Silvia en el verano de 2012. Durante un paseo por la playa, Silvia encontró un trozo de piedra que confundió con ámbar. Feliz del hallazgo, lo metió en el bolsillo de su vaquero y la pareja se subió al coche para visitar otro lugar. Durante el trayecto, la mujer se horrorizó cuando vio que salían llamas de su pantalón.
Sin pensarlo dos veces, detuvo el coche, se bajó y se arrancó con desesperación el vaquero en llamas. La pequeña piedra, gracias al calor del cuerpo humano, se había convertido en una peligrosa bomba incendiaria, una característica que solo posee el fósforo. “No fue un accidente aislado”, confesó el biólogo marino Stefan Nehring, al recordar el incidente. “Todos los años, y desde que finalizó la guerra, se producen accidentes de ese tipo”.
Parte del lecho del mar Báltico que baña las playas de Usedom, está cubierto por bombas de fósforo que fueron lanzadas por la Real Fuerza Aérea (RAF) para destruir la planta de Peenemünde. En ella, Wernher von Braun estaba construyendo sus famosas y mortíferas V2, los cohetes que aterrorizaron a la población de Londres. La noche del 17 de agosto de 1943, 596 bombarderos de la RAF lanzaron unas 4.000 bombas de fósforo sobre las instalaciones. Aproximadamente un 40% de las bombas cayeron en el mar, al este de Peenemünde.
70 años después del bombardeo, las bombas siguen activas. A causa de la corrosión, el fósforo comenzó a salir a la superficie y, cuando la corriente es favorable a causa de las tormentas, las piedras de color amarillo llegan hasta la playa. Un peligro latente para cientos de coleccionistas de ámbar que caminan entre Peenemünde y Zinnowitz. Si los pedazos de fósforo se calientan a una temperatura de 20 grados, se encienden espontáneamente y pueden alcanzar temperaturas de hasta 1.300 grados centígrados.
“Las autoridades de Usedom conocen el problema pero no hacen nada para resolverlo porque no quieren alarmar a la opinión pública”, dijo Stefan Nehring, durante una entrevista telefónica con EL PAÍS. “Pero no es el único problema de Usedom. “Si buscamos restos de municiones en el lecho marítimo de la Isla, encontraremos muchas sorpresas. El mar Báltico se ha convertido en una bomba de relojería porque en su lecho descansan más de 100.000 toneladas de armas químicas y otras 2000.000 toneladas de municiones convencionales. La corrosión puede permitir que el material químico llegue a las cadenas alimenticias”.
Casi siete décadas después del final de la guerra, la situación en el Mar Báltico y también en el extenso Mar del Norte - que bañan las costas alemanas - ha vuelto a ser noticia. En parte, ha sido gracias a un extenso y detallado informe patrocinado por la organización Munition im Meer, que en Alemania está dirigida por Jens Sternheim, un funcionario del ministerio de Medio Ambiente del Land de Schleswig Holstein
En un informe reciente, la organización volvió a alertar sobre el peligro que yace en el fondo del Báltico y del Mar del Norte y que se debe a una decisión poco convencional de los aliados vencedores. Poco después del final de la guerra, Estados Unidos y la Unión Soviética recolectaron el resto del armamento alemán que quedó sin utilizar y lo enterraron en el Báltico y en vastas zonas del Mar del Norte.
Los expertos calculan que en las aguas territoriales alemanes hay por lo menos unas 1,6 millones de toneladas de armas convencionales y químicas sin detonar, bombas oxidadas de tiempo que reposan en el fondo del mar y que representan un peligro para el medio ambiente, la industria pesquera y también para el consumidor. “Ya se ha comprobado que el material toxico ha llegado a la cadena alimenticia”, dijo a EL PAÍS Jens Sternheim, presidente del grupo de expertos Munition im Meer. “Existe un peligro latente y desgraciadamente solo conocemos una pequeña porción de las áreas contaminadas”.
La basura bélica que reposa en el fondo del Mar del Norte y del Báltico, según Sternheim, se está convirtiendo paulatinamente en noticia a causa de la construcción de proyectos costeros, como el desarrollo de los parques eólicos, y también a causa del tendido de oleoductos y gaseoductos que tienen su origen en la lejana Rusia.
Pero, tanto el grupo Munition im Meer como el biólogo Stefan Nehring están confrontados a un problema común a la hora de advertir sobre el peligro que yace en el fondo marítimo. Las autoridades parecen estar poco interesadas en iniciar una costosa y necesaria limpieza. “El dinero es el problema”, dijo Jens Sternheim, una observación que también comparte el biólogo Stefan Nehring.
Nehring ha escrito ya una docena de libros y es considerado uno de los mejores expertos alemanes en el tema. Después de hurgar en el archivo federal de Koblenz y en Londres, descubrió que la administración británica había ordenado a los alemanes, en septiembre de 1949, lanzar a las aguas del mar del Norte, a unos 4 Km de la isla de Helgoland, unos 6.000 obuses de artillería repletos con 11,7 toneladas métricas del gas nervioso Tabun. A pesar de las evidencias, el área fue utilizada por la marina alemana para hacer ejercicios con torpedos.
“El mayor peligro es la actividad pesquera. Las granadas se encuentran a solo 50 metros de profundidad. ¿Qué sucede si estas granadas se enredan en las redes de los pescadores y son llevadas a la superficie?”, dijo Nehring. “Debería prohibirse la pesca en esa zona”, añadió.
El peligro más directo y real se encuentra, sin embargo, en el fondo del Mar Báltico, donde yacen unas 100.000 toneladas de municiones químicas, cuyo veneno, tarde o temprano saldrá a la superficie, como ya ha ocurrido en las costas danesas y noruegas. Aleksander Korotenko, un científico ruso, pronosticó hace 10 años que la bomba podría estallar a partir de 2020 y que mataría la vida en el Báltico durante 100 años.
La fecha es polémica porque, según los expertos alemanes, el peligro es relativo. En algunas zonas, las bombas se encuentran en excelente estado y, en otras zonas, el gas mostaza ya salió a la superficie. “Nadie sabe con precisión cuándo explotará esta bomba de tiempo” dijo Claus Böttcher, coautor del informe publicado por Munition im Meer. “En algunas zonas, el veneno ya salió a la superficie como en el caso de Noruega. Pero también hay otro peligro: un pez puede desplazarse desde aguas limpias hacia zonas de aguas contaminadas y, si eso sucede, será un pescado mortal para el consumidor”.
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