La inquietante polarización política de Tailandia
A pesar de los golpes militares Tailandia avanza a trompicones hacia la democracia
Como tailandés, he soñado con la democracia desde que empecé a tener conciencia política, cuando era un adolescente; una sociedad sin corrupción, el respeto por los derechos humanos, unas elecciones libres y justas, la justicia económica, el cuidado del medio ambiente… Las cualidades básicas de una sociedad decente que ninguno de los sucesivos Gobiernos que he conocido durante mi vida nos han proporcionado. Pero a pesar de los diversos golpes militares y de los dirigentes no elegidos que hemos tenido que soportar, he visto cómo avanzábamos a trompicones por el camino hacia la democracia. La conciencia política ha ido constantemente en aumento y la cultura de las influencias y el favoritismo no es tan sólida ni está tan confiada como antes. Pero nos queda mucho camino por delante en el proceso democrático.
La actual polarización que estamos presenciando nos está inquietando enormemente a mí y a muchos otros en todo el país que estamos convencidos de que la retórica de rojos y amarillos nos hará retroceder peligrosamente. Tengo amigos a ambos lados de la barrera y me entristece pensar que, si las cosas no se resuelven, los enfrentamientos violentos que hemos visto estos últimos años probablemente se repetirán nuevamente, y nada cambiará en lo esencial, sea quien sea el próximo que se haga con las riendas del poder.
Ahora más que nunca es hora de deshacerse de la falsa dicotomía del bien frente al mal, de dejar de escuchar los eslóganes y las frases hechas, de dejar de señalar con el dedo y de empezar a contribuir a una forma de política más colectiva. Esta es la única oportunidad que tenemos de evitar un desenlace sangriento en el conflicto entre el grupo de Taksin y los seguidores de Suthep Thaugsuban. Y en esto, por una vez coincido sin reservas con el grupo de empresarios que afirman que deberíamos tener foros en los que se puedan debatir las reformas políticas y consensuar una vía por la que seguir avanzando. Si pudiésemos implicar a toda la población en un debate abierto, continuo y razonado, sin las poses políticas vengativas que estamos viendo, no solo podríamos acabar con el actual punto muerto, sino que también estaríamos dando un paso constructivo hacia la democracia.
Esta clase de participación es lo opuesto a aparecer en un mitin llevando una camiseta de color, agitando banderas y escuchando discursos enardecedores de demagogos interesados. Se trata de asumir responsabilidades y de atreverse a pensar por uno mismo. Este es el auténtico desafío. Pero no estoy seguro de que seamos capaces de afrontarlo. Seguimos estancados en una cultura en la que nos arrodillamos y nos inclinamos ante quienes tienen la autoridad gracias a su riqueza y a su estatus social, pero sobre todo gracias al poder que les otorgamos. Hasta que dejemos de ser serviles, seguirá faltándonos el ingrediente fundamental de una verdadera democracia; una participación activa que siga cuestionando de forma inteligente los valores clave que rigen nuestra sociedad y que insista en un sistema político que no sea autoritario y que esté basado en el bien real de la sociedad y no en la avaricia de unos cuantos. Este es un verdadero desafío que nos obliga a mirar en nuestro interior y a hacernos preguntas fundamentales y complejas sobre lo que queremos y adónde nos encaminamos.
No estoy preparado para hacer ningún análisis político profundo. Soy un simple escritor. En mis obra de ficción he intentado abordar las contradicciones que surgen en esta época de transformación rápida e intensa en la que hemos pasado de una cultura tradicional guiada por los valores espirituales a la Tailandia exageradamente consumista que hoy conocemos, y en la que, en los últimos años, he visto más aflicción e insatisfacción que nunca y, sobre todo, la ira de los deseos y ambiciones sin materializar. Es esta ira la que veo desatada por culpa de unos políticos cínicos.
En el momento de escribir estas líneas, los amarillos rodean la sede del Gobierno en Bangkok, mientras los rojos, que apoyan al Pheu Thai, rodean la capital a la espera de que se les ordene que empiecen a marchar. Ambos grupos tienen armas. Si los dirigentes de cualquiera de los bandos cometen un error, presenciaremos un terrible baño de sangre. Es la hora de que todos los que aman este país tanto como dicen dejen a un lado sus diferencias ideológicas y asuman el riesgo de escuchar con el corazón. Si pueden hacerlo, quizás se den cuenta de que el dolor y el miedo y la frustración que oyen son un reflejo de sus propios sentimientos, y tal vez este descubrimiento abra un camino por el que avanzar juntos. Mientras tanto, solo puedo abrigar mi frágil sueño de democracia y rezar para que prevalezcan el amor por la paz, la honestidad y el sentido común.
Tew Bunnag es escritor tailandés, autor de Tiempo del loto y de una nueva novela titulada Curtain of Rain.
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