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Tragedia de Lampedusa

“Los náufragos estaban llenos de fuel. Su ropa tiraba de ellos hacia el fondo”

Vito Fiorino ayudó a los inmigrantes que naufragaron en Lampedusa el 2 de octubre de 2013

Vito Fiorino, vecino de Lampedusa, Italia, con Alex Berthe y Lami Asli, dos de los 47 inmigrantes a los que ayudó a salvar  del naufragio del 3 de octubre en el que murieron más de 400 personas.
Vito Fiorino, vecino de Lampedusa, Italia, con Alex Berthe y Lami Asli, dos de los 47 inmigrantes a los que ayudó a salvar del naufragio del 3 de octubre en el que murieron más de 400 personas. ISABELLA BALENA

La heroicidad y el dolor van casi siempre de la mano. No se puede trazar el perfil de Vito Fiorino sin acordarse de que, además de los jóvenes africanos que salvó, otros muchos se ahogaron aquel amanecer del 3 de octubre de 2013 frente a la isla siciliana de Lampedusa. Durante las noches que sucedieron a aquel naufragio que hizo visible para siempre una tragedia continua --¿cómo no acordarse de los cientos de ataúdes puestos en fila, algunos de ellos blancos, la mayoría solo identificados por un número?--, Vito Fiorino, nacido en Milán y dueño ahora de una heladería en la calle principal de Lampedusa, tuvo que repetir pacientemente ante los periodistas llegados de medio mundo de qué manera rescató a los náufragos del barco que se incendió. A la satisfacción por las vidas salvadas le seguía invariablemente el enfado por la desidia de las autoridades marítimas y al final todo quedaba envuelto por el dolor de tantas muertes.

La noche del 2 de octubre, tras cerrar la heladería, Fiorino y siete de sus amigos se embarcaron para cenar, pasar la noche fondeados frente a la isla de los Conejos –posiblemente uno de los paisajes más bonitos de Italia, lo que no es fácil dada la competencia—y pescar al amanecer. Sería a eso de las seis de la mañana cuando sintieron los primeros de los gritos de los inmigrantes en apuros. Su barcaza se había incendiado y después hundido y decenas de ellos, cientos, hombres jóvenes, madres intentando mantener a flote a sus hijos hasta la extenuación, luchaban por escapar de la muerte. “Estaban llenos de fuel, la ropa y las zapatillas de deporte empapadas tiraban de ellos como un ancla, muchos se habían quedado desnudos y así los subimos a la barca”, recuerda Vito Fiorino.

Y de ahí, de esa tristeza por los gritos que se iban apagando, por los rostros cansados que iban desapareciendo en el agua, el pequeño empresario, marinero por afición, pasa sin solución de continuidad al enfado: “Nosotros ya habíamos subido a bordo a 47 náufragos, pero ellos [la Guardia Costera] lo hacían muy lentamente, podían haber ido más deprisa. Cuando volvíamos a puerto cargados de náufragos hemos visto la patrullera de la Guardia de Finanza que salía como si fuese de paseo. Si hubieran querido salvar a la gente, habrían salido con barcas pequeñas y rápidas. La gente se moría en el agua mientras ellos se hacían fotografías y vídeos. Cuando mi barco estaba lleno de inmigrantes y les pedimos a los agentes que los subieran a la patrullera, nos decían que no era posible, que tenían que respetar el protocolo. También me querían impedir ir al puerto con los náufragos. Si ahora quieren detenerme por haber salvado a náufragos, que lo hagan, no veo la hora…”, decía Vito pocas horas después de la tragedia.

No lo detuvieron, pero sí lo hicieron declarar y se abrió una investigación que quedó en nada. Nadie es responsable de la muerte de cientos de jóvenes africanos frente a la isla de Lampedusa. Después de dos semanas de pesadilla –la brisa traía de vez en cuando hasta el centro de la isla el olor insoportable de tanta muerte junta--, los vecinos se volvieron a quedar solos. Tras los últimos turistas del verano, los primeros en desaparecer fueron los periodistas. Luego fueron trasladando a los inmigrantes que habían logrado salvarse a centros de internamiento de la península y enseguida el viento y el frío dejó más aislada si cabe a la isla y sus vecinos. Ahora, frente al negocio de Vito Fiorito, cada noche, solo se reúnen los amigos y los recuerdos, la satisfacción y el dolor.

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