El apretón de manos de Obama a Castro divide a los cubanos de Miami
Para unos, se trata de una afrenta contra la disidencia interna en Cuba. Para otros, es un gesto normal de diplomacia, que quizás pueda conducir a un diálogo más profundo
La escena transcurrió así: luego de subir al trote las escaleras que conducían a la tribuna de los mandatarios invitados al homenaje al fallecido líder sudafricano Nelson Mandela, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, se dirigió directamente al presidente de Cuba, Raúl Castro. Le estrechó la mano y ambos intercambiaron algunas palabras, inaudibles para el público, que la intérprete de Castro, Juanita Vera, tradujo de inmediato. Luego el presidente Obama saludó con un beso a la presidenta de Brasil, Dilma Roussef, mientras Raúl Castro le seguía con la mirada y con una sonrisa bajo su bigote ralo. Todo pasó en siete segundos.
Rafael Ruiz, un refugiado político de 38 años que desde hace cinco trabaja como empleado de mantenimiento en un edificio de Miami, no logró ver el episodio en directo pero a los minutos de haber ocurrido ya tenía una opinión formada sobre el asunto. “El presidente Obama le dio una demostración de educación, de respeto y de ética profesional al Gobierno de La Habana, al estrecharle la mano a una persona y a un sistema que tanto ha criticado a Estados Unidos y a sus presidentes. No considero que eso signifique nada más allá de un gesto de educación”. Ruiz es de los cree que un cambio de la política de la Casa Blanca hacia La Habana dependerá de los cubanos, más que de Estados Unidos: de que en Cuba se convoquen elecciones democráticas y se tolere la existencia de otros partidos distintos al Partido Comunista de Cuba, que desde hace más de cinco décadas monopoliza la actividad política en la isla; dos supuestos que están lejos de hacerse realidad.
El editor y antiguo dirigente socialcristiano en el exilio Juan Manuel Salvat coincide con esta opinión: “El apretón de manos en sí no significada nada, realmente. Hasta ahora, no hay ningún indicio de que vaya a haber una reunión entre Obama y Raúl Castro, aunque sí creo que el gobierno de Obama va a seguir tratando de abrir relaciones con el Gobierno de la isla”.
Desde 1959, Salvat participó en la lucha armada contra la revolución de los hermanos Castro, primero en la clandestinidad y luego en el exilio, y durante los últimos 48 años dirigió la librería y editorial Universal que cerró sus puertas en junio este año. Aunque entiende que gestos como el de hoy son comunes en el ambiente diplomático, para él sigue siendo una triste noticia que los gobernantes del mundo estrechen las manos de quien representa a “un Gobierno represivo, que ha destruido la libertad de Cuba”.
Más que un asunto protocolar, en la lectura de los legisladores republicanos de Florida, Ileana Ros-Lehtinen y Marco Rubio, el saludo de Obama hacia Castro fue un acto inaceptable. “A veces, un apretón de manos es sólo un apretón de manos, pero cuando el líder del mundo libre estrecha la mano sangrienta de un dictador despiadado como Raúl Castro, éste se convierte en un golpe de propaganda para el tirano”, ha dicho la representante Ros-Lehtinen durante una audiencia en el Congreso con el secretario de Estado, John Kerry. “Si el presidente iba a estrechar su mano, debió haberle preguntado (a Raúl Castro) por esas libertades básicas a las que Mandela estaba asociados y que son negadas en Cuba”, declaró también el senador Rubio a través de un comunicado.
Para Ramón Saúl Sánchez, desde hace veinte años presidente del Movimiento Democracia en Miami, lo que hace inaceptable el gesto de Barack Obama es el contexto en el que se produce: el mismo día en que el Gobierno de La Habana ha reprimido con dureza a los grupos disidentes que este 10 de diciembre celebraban en la isla el Día Internacional de los Derechos Humanos, y un día después de que los bomberos de Miami-Dade rescataran el cadáver de un balsero cubano, ahogado poco antes de llegar a la orilla de Key Biscayne. “Desgraciadamente, el hombre a quien Obama le da la mano el día de hoy delante de un símbolo de libertad como era Nelson Mandela, tiene esa mano llena de sangre”, dice Sánchez. Para él, hubiese sido más apropiado que Obama le repitiera a Castro lo mismo que dijo en su discurso de homenaje a Mandela: que algunos de los jefes de Estado que fueron a venerar la gesta del líder que logró la paz de Sudáfrica, a la vez reprimen a la disidencia en sus países. “Decir eso estuvo muy bien, pero lo hizo de una forma genérica”.
Marcelino Miyares Sotolongo, presidente del Partido Demócrata Cristiano de Cuba, sí tiene esperanzas de que la carga simbólica de ese apretón de manos se traduzca en avances concretos en la normalización de las relaciones bilaterales. “El aislamiento de Cuba es lo que ha determinado en una gran medida que el problema interno no se haya resuelto. La gran justificación de la represión interna ha sido el temor a una invasión yankee, que nunca se ha dado y nunca se iba a dar”, sostiene Miyares. Pero ahora que ha muerto el principal mecenas del Gobierno de Cuba, Hugo Chávez, y que Venezuela atraviesa una grave crisis económica, todo parece indicar que La Habana tiene un renovado interés de reanudar el intercambio, dice Miyares.
Una polémica similar se desató en septiembre de 2000, cuando el entonces presidente cubano Fidel Castro estrechó la mano del presidente Bill Clinton durante una cena que se celebraba en Nueva York, en el marco de la Cumbre del Milenio. “No podía salir yo corriendo para evitar saludarlo”, se defendió entonces Fidel Castro. Más de una década después y aún a pesar de los tímidos acuerdos que han logrado ambos países en materia migratoria, la situación de la relaciones bilaterales entre Washington y La Habana no ha cambio sustancialmente.
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