El triunfo de Renzi revitaliza el centroizquierda en Italia
Carismático y directo, el alcalde de Florencia representa el cambio generacional
Cuando Matteo Renzi, de 38 años, ganó en 2009 la alcaldía de Florencia, redujo el número de concejalías de 16 a 8 y colocó al frente a cuatro mujeres y cuatro hombres. Aquella manera de instalar la paridad de una vez y sin anestesia no gustó en ciertos círculos tradicionales de poder, así que Renzi, para que nadie se llamara a engaño de con quién estaban tratando, tomó una decisión que era sobre todo un aviso a navegantes: “Quité a un hombre y puse a otra mujer. Cinco mujeres y tres hombres”, explicó en una reciente entrevista con este periódico. Así se las gasta el que, desde esta noche y por un 68% de los votos, es el nuevo secretario del Partido Democrático (PD) italiano.
Sus dos contrincantes, Gianni Cuperlo y Giuseppe Civati, solo lograron un 18% y un 12% de los apoyos respectivamente. Además de la elección de un nuevo líder, las primarias suponen una fuerte inyección de optimismo al centroizquierda, que logró movilizar en torno a las elecciones a tres millones de personas entre militantes y simpatizantes.
La victoria de Renzi en las primarias del centroizquierda italiano tiene más valor por cuanto supone un cambio radical de época. Y si queda alguna duda no hay más que recordar el resultado de las anteriores primarias, celebradas hace justo un año para elegir al candidato del PD a las elecciones generales. En aquella ocasión, el alcalde de Florencia, cuyo principal discurso se basaba en mandar al desguace a los viejos líderes del partido para luego hacer lo mismo con la casta política italiana, se enfrentó al compendio de lo que criticaba: Pier Luigi Bersani, entonces secretario general del PD, de 62 años, un excomunista exento de carisma que ya había formado parte de los Gobiernos de Romano Prodi, Massimo D’Alema y Giuliano Amato.
A pesar de que el joven Renzi, abogado de formación, democristiano de origen y refulgente estrella mediática, parecía el más adecuado para doblar el pulso electoral a Silvio Berlusconi y Beppe Grillo, las bases del PD se decantaron por la tradición —perder es cuestión de método— y Renzi solo consiguió en la segunda vuelta el 39,9% de los votos frente al 60,6% de Bersani. El capítulo siguiente ya se conoce: Bersani logró una victoria tan pírrica que fue incapaz de formar Gobierno y provocó la ruptura del PD y la creación —bajo el patrocinio del presidente de la República, Giorgio Napolitano— de un Gobierno de coalición presidido por el socialdemócrata Enrico Letta y apoyado —es un decir— por Silvio Berlusconi hasta que fue condenado y expulsado del Senado.
Matteo Renzi no solo se opuso en su momento al pacto —“desgraciadamente, el PD se ha deshecho del billete de lotería que ha ganado”—, sino que tampoco le dolieron prendas después al criticar algunas decisiones de su compañero Enrico Letta o incluso del presidente de la República, Giorgio Napolitano. Su aversión a las reglas preestablecidas, su mala relación con los sindicatos, su crítica a la manera en que la izquierda ha perdido dos décadas obsesionada con Berlusconi lo convirtieron en un personaje simpático para el enemigo y sospechoso para los suyos. Hasta que, como se pudo ver anoche, los suyos parecen dispuestos a probar fortuna con los nuevos métodos.
De hecho, el cambio de época en las filas del centroizquierda no lo marca solo el apoyo obtenido por Renzi. También el perfil de sus contrincantes. Gianni Cuperlo y Giuseppe Civati pertenecen, cada uno a su manera, a una izquierda moderna y honesta, vinculada más o menos ideológicamente a las tradiciones, pero no desde luego a los juegos de poder más o menos claros que llevaron a una parte del electorado del PD a quedarse en casa en las pasadas elecciones o, incluso, a apostar por la renovación que pregonaba Beppe Grillo plaza a plaza.
El primer objetivo de Matteo Renzi es cambiar de forma inmediata su relación con el Gobierno de Enrico Letta. Hasta ahora, el PD ha hecho de consorte a la antigua, diciendo a todo que sí y hasta soportando infidelidades por la estabilidad sacrosanta de la familia. No es esta una actitud que concuerde con el carácter del alcalde de Florencia, un tipo seguro de sí mismo, sin pelos en la lengua, seductor, ambicioso, con fama de honesto, capaz de pactar con el enemigo aunque se llame Berlusconi con tal de que Italia, enfangada desde hace décadas en la burocracia paralizante, reemprenda el camino.
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