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Columna
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La subversión

Berlusconi ha declarado la guerra abierta al Gobierno y, sobre todo, al presidente Napolitano, culpable de recomendar serenidad y no indultar al condenado

Antonio Elorza

La profecía de Nanni Moretti se ha cumplido con creces. En su filme Il caimano, de 2006, inédito en España, Moretti repasaba la trayectoria de negociante y político de Berlusconi, siempre a la sombra de desplantes, engaños y posibles delitos, que llevaba inexorablemente a un enfrentamiento final con la justicia. Al ser condenado, el Caimán desencadenaba toda la violencia de los suyos contra los jueces, sin que le importara que ardiese el Palacio de Justicia. Ahora va más allá: el incendio roza ya al orden democrático. Eso sí, no ha dejado un solo día de difamar a sus jueces, calificados de “comunistas” y a llamar a movilizarse contra ellos. De los fraudes que motivaron la condena, por no hablar de la otra condena en primera instancia por prostitución de menores –el caso Ruby Robacorazones, la “sobrina de Mubarak”-, hasta ayer ni palabra.

La supuesta bufonada que hizo reír al premier Letta, apoyando por sorpresa al gobierno el 2 de octubre, no fue tal, sino el único medio de mantener el enlace con sus apoyos sociales (los empresarios, la iglesia) y con los berlusconianos gubernamentales, con el delfín Alfano a la cabeza. Tumbar sin más al gobierno “de amplios acuerdos” era excesivo. Solo que al renovar sus ministros la lealtad al jefe, quedaban atrapados por la exigencia de serle fieles en el futuro. Para que tregua no fuera paz, hizo entrar entonces a sus radicales, auténticos “lealistas”, encargados de denunciar la traición de Alfano y los “moderados”, hasta que estos, minoritarios, se vieron empujados a crear su propio partido, mientras Berlusconi se dejaba llevar en la refundación de Forza Italia. A partir de aquí, la guerra abierta, al aproximarse el voto de la Cámara Alta donde se decidirá que Berlusconi resulta decaído como senador. Contra el PD, contra el Gobierno y, sobre todo, contra el presidente Napolitano, culpable de recomendar serenidad y no indultar al condenado.

Napolitano es así para Berlusconi el objetivo a destruir, en el marco de su reto subversivo contra las instituciones. En su periódico, Il Giornale, los insultos dejan atrás a los de la antigua prensa fascista. Napolitano, escribe su director, “es la cabeza de una conspiración que trata de subvertir la voluntad popular. Es un viejo amargado y de mala fe, indigno de ocupar los más altos cargos del Estado”. Estamos ante una brutal incitación a la violencia para las manifestaciones de forzisti iniciadas hoy, dirigidas a imponer la impunidad de un delincuente frente al Estado de derecho, con el respaldo de su coro mediático. Futuro incierto.

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