Los franceses suspenden a toda su clase política
El índice de confianza en Hollande cae hasta el 20%, el más bajo de un jefe del Estado desde la fundación de la V República en 1958
Un país ingobernable y enfadado, que desconfía del presidente de la República y del Gobierno socialista, pero que no se fía mucho más de la oposición de centroderecha ni del Frente Nacional de Marine Le Pen. Esa es la conclusión del barómetro mensual de IFOP, publicado ayer por el semanario Le Journal du Dimanche. La cota de confianza de François Hollande baja tres puntos en un mes, y cae hasta el 20%. Se trata del nivel más bajo alcanzado por un jefe del Estado francés desde que se creó la V República en 1958.
El sondeo ofrece cierta perspectiva histórica para comparar el descontento que genera Hollande: al año y medio de llegar al Elíseo, un 79% de los encuestados se dice descontento de su tarea, y solo un 2% se declara “muy satisfecho”, frente al 18% que dice estar “bastante satisfecho”, para un 20% total de aprobación.
El récord negativo anterior lo tenía el también socialista François Mitterrand, con el 22% de aprobación registrado en diciembre de 1991, durante su segundo mandato. El antecesor directo de Hollande, Nicolas Sarkozy, nunca bajó de un 28% de popularidad, y vivió su peor momento en abril de 2011. Antes, Jacques Chirac había alcanzado su mínimo del 27% en junio de 2006.
Pero la encuesta revela algo más profundo que la desastrosa situación de Hollande: la credibilidad de la clase política en general está bajo mínimos. Al ser preguntados sobre si la derechista Unión por un Movimiento Popular (UMP) lo haría mejor que los socialistas de estar en el poder, un 55% contesta que no lo haría ni mejor ni peor; un 25% que lo haría mejor y un 19% que lo haría peor. En cuanto al Frente Nacional, el 42% cree que actuaría peor y el 37% igual, por un 19% que afirma que lo haría mejor.
La confianza en los líderes políticos, medida esta semana por otro sondeo de Paris Match, revela que el pesimismo y la antipolítica cuajan cada vez más, aunque curiosamente son dos socialistas los que encabezan la lista. El mejor valorado es el ministro del Interior, Manuel Valls, con un 71% de opiniones favorables, y el segundo, Bertrand Delanoë, alcalde de París, con un 63%. El silencioso y retirado Nicolas Sarkozy pierde cinco puntos, obtiene un 45% y baja al puesto número 12, mientras Marine Le Pen es la número 26 de la lista, con un 38%, solo un punto más que el criticado primer ministro, Jean-Marc Ayrault, y cuatro más que el líder de la UMP, Jean-François Copé, que figura en el puesto 37º. Hollande, que pierde siete puntos respecto a octubre, se sitúa con un 28% en el puesto 45º de los 50 nombres consultados.
Este clima de opinión cada vez más negativo va unido a la tentación de señalar a las minorías como chivo expiatorio de la frustración que causan la crisis económica y la gestión política. Ayer se publicó el informe anual sobre el racismo que elabora la Comisión Nacional Consultiva de los Derechos Humanos, y la conclusión es que el racismo, el antisemitismo y la xenofobia avanzan sin freno. Un 7% de los franceses se declara “bastante racista”, un 22% “un poco racista” y un 25% “no muy racista”, frente al 44% que declaran no ser racistas en absoluto (cuatro puntos menos que un año antes).
Pero el dato más inquietante es que dos de cada tres ciudadanos de la República, el 65%, afirma que “ciertos comportamientos pueden justificar las reacciones racistas”. Esta cifra no ha dejado de crecer desde 2008, pese a una ligera bajada en 2010 y 2011. Según los datos de Interior, en 2012 se registraron 1.539 actos racistas, xenófobos o antisemitas en Francia, un 23% más que en 2011. El informe señala que un 60% de los franceses piensa que el problema principal es que los extranjeros no se quieren integrar, contra el 29% que no está de acuerdo con esa afirmación.
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