“La magnitud de los desastres depende de dónde y cómo se construye”
El experto en manejo de riesgo de desastres del Banco Mundial Niels B. Holm-Nielsen explica la relación entre cambio climático y fenómenos naturales
Fenómenos meteorológicos devastadores, como el tifón Haiyan en Filipinas y las tormentas gemelas Ingrid y Manuel en México, podrían incluso ser más intensos en el futuro si se cumple la predicción de que para el 2100 el planeta será 4ºC más caliente. Ante este panorama, América Latina no se encuentra en una situación ventajosa: nueve de los 20 países más expuestos a los desastres naturales están en la región, lo cual amenaza los logros sociales y económicos cosechados en los últimos años.
De todas formas, varios países –como Ecuador, Brasil, Costa Rica, Panamá y México- ya trabajan para tratar de frenar el impacto del cambio climático, y han convertido la mitigación y la prevención en una prioridad de sus gobiernos.
En la siguiente entrevista, el experto en manejo de riesgo de desastres del Banco Mundial Niels B. Holm-Nielsen, explica la relación entre cambio climático y desastres naturales, así como las medidas que pueden adoptar los países de la región para paliar sus efectos.
Pregunta. ¿Está el cambio climático detrás de catástrofes como la de Filipinas, o la de hace unos meses en México?
Respuesta. Lo que acaba de suceder en Filipinas puede haber sucedido unas 10 ó 15 veces en los últimos 50 años, por lo que no se puede afirmar que se deba directamente al cambio climático. De todas formas, el aumento de la temperatura ambiental en el planeta está provocando también un incremento en la temperatura del agua, y eso genera más energía que puede transformarse en ciclones más fuertes. El mayor costo en pérdidas materiales y vidas no tiene tanto que ver con la intensidad del fenómeno sino con dónde y cómo se construye, dónde vive la gente y el valor de las infraestructuras expuestas a estos fenómenos.
P. ¿Y qué impacto puede tener este incremento de desastres naturales en las economías latinoamericanas?
R. Más desastres implicarían un incremento de los costos económicos relacionados con las pérdidas materiales. Hay estudios que indican que los países del Caribe, en promedio, pueden perder entre el 2% y el 6% de su PIB anual como consecuencia de los desastres. En 30 años, ese porcentaje podría aumentar en un tercio como consecuencia directa del cambio climático.
P. Obviamente el impacto económico afecta en última instancia el desarrollo…
R. Los desastres ambientales no solo tienen que ver con el fenómeno natural (huracanes, sismos, inundaciones). De hecho, la magnitud de un desastre se mide por las pérdidas humanas -debidas en parte a la ubicación de la población en zonas costeras- y por los costos derivados de los destrozos y de la recuperación de las zonas devastadas. Cada año hay muchos ciclones que ocurren en el Atlántico y que nunca llegan a la costa. Por eso no se les considera desastres. Pero cuando el fenómeno natural ocurre en una zona donde la gente está expuesta, y donde la calidad de la infraestructura no está preparada para hacerle frente, es cuando ocurre un desastre y se genera un problema en términos de desarrollo.
P. ¿Cómo se pueden preparar los gobiernos para los embates de la naturaleza?
R. Para prevenir este tipo de eventos, primero se deben conocer las amenazas, el riesgo y la exposición de un país y una economía. Esto se puede conocer a nivel sectorial, individual y de gobierno. En base a este conocimiento, se pueden generar estrategias eficientes, que pueden ir desde construir barreras en las costas que están expuestas a aumentos del mar o maremotos, usar el drenaje, o construir edificios preparados para estas eventualidades.
P. ¿Y qué sucede cuando la prevención no es suficiente para evitar que un evento natural termine en desastre?
R. Los eventos extremos, que estadísticamente suceden cada 500 años, siempre pueden ocurrir. Cuando suceden, los gobiernos deberían estar asegurados para no cargar con todos los costos derivados de las pérdidas materiales. Esto lo pueden hacer a través de mercados financieros internacionales, en un ejercicio que economistas y expertos en la materia llamamos “transferencia de riesgo”. México, por ejemplo, ya lo hizo cuando lanzó un bono en el mercado financiero. También los países caribeños tienen un seguro contra terremotos y huracanes.
*Por Robert Valls, Productor online del Banco Mundial
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