La inmigración queda para después de las europeas
Los Veintiocho postergan cualquier nueva iniciativa común sobre inmigración hasta después de las elecciones europeas de mayo
La intensidad que está alcanzando el debate sobre la inmigración en Europa, con los últimos coletazos de la tragedia de Lampedusa y la expulsión por parte de Francia de una familia de origen kosovar, inquieta a los líderes de la UE. Los Veintiocho dedicaron parte de la mañana de este viernes a debatir ese capítulo y tomaron dos decisiones. La primera, considerar los dramas en las fronteras como un problema europeo, no solo de los países afectados por la llegada de sin papeles. La segunda consiste en postergar cualquier nueva iniciativa común sobre inmigración hasta después de las elecciones europeas de mayo.
El compromiso, que los líderes deslizaron más o menos soterradamente durante la reunión, según fuentes europeas, persigue alejar los populismos de un escenario tan propicio como es la política migratoria. Y, de paso, evitar que ciertas iniciativas pasen factura a los partidos en el poder.
La UE decide reforzar los controles en las fronteras del sur
Con esa perspectiva, los líderes europeos han acordado revisar todo el paquete de políticas migratorias y de asilo en junio de 2014, previsiblemente para lanzar nuevas legislaciones. Pero los gobernantes son conscientes de que episodios como el de Lampedusa requieren una respuesta más ágil. “Es urgente examinar qué más podemos hacer; estamos todos convencidos de que deben adoptarse medidas decididas para evitar que tragedias como esta ocurran de nuevo”, resumió el presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy, al término de la cumbre de dos días.
Esas medidas resultan, de momento, algo difusas. Los líderes aguardarán a que el grupo de trabajo especial sobre el Mediterráneo, activado tras los naufragios en Lampedusa, les presente sus conclusiones en diciembre. Más que en Italia, fuentes europeas sitúan el principal problema en Malta, que acoge a un número inmanejable de demandantes de asilo llegados a sus costas. Los países del sur —principalmente Malta, pero también España— presionaron para obtener un mayor apoyo del resto en la gestión de los flujos migratorios y los del norte insistieron en la responsabilidad a la hora de atender a los demandantes de asilo. Al final se evitó la división en dos bloques y se incluyeron varias demandas concretas: reforzar las labores de Frontex (la agencia europea que coordina el control de fronteras) en el Mediterráneo, aplicar rápidamente el nuevo sistema de intercambio de datos en las fronteras (Eurosur), cooperar con los países de origen para frenar la salida de inmigrantes irregulares y luchar contra las mafias que los transportan.
Pocos de esos objetivos se lograrán sin una mayor implicación de los Estados miembros, a la que apeló el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durão Barroso.
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