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Escuelas que no temen el paro

La formación profesional dual es una de las claves que explican el mínimo desempleo entre los jóvenes alemanes, pero el sistema frena la movilidad social

Andrea Rizzi
Cadena de montaje de la fábrica de Volkswagen en Wolfsburgo.
Cadena de montaje de la fábrica de Volkswagen en Wolfsburgo.christian charisius ((reuters))

Los muchachos están congregados alrededor de un Volkswagen Golf. Ese es el objeto de la clase de la mañana. El profesor explica asuntos relacionados con el sistema eléctrico del vehículo. Alexander Schneider escucha atento. Con sus notas —tiene el nivel A— podría haber ido a la universidad. Pero prefirió apuntarse al sistema de formación profesional dual, que muchos analistas y políticos señalan como un factor clave en la reducidísima tasa de paro juvenil en Alemania: un 8%, la más baja en Europa.

“No descarto proseguir después con los estudios teóricos, pero me parece que tiene mucho sentido empezar aprendiendo algo práctico, un oficio”, dice Alex. Sus palabras, y las de otros chicos en su misma situación, sugieren que en Alemania la formación profesional no es percibida necesariamente como un estigma, tal y como ocurre en los países mediterráneos.

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El sistema ofrece cursos para unos 350 oficios; el aprendizaje suele durar tres años o tres años y medio; los jóvenes hacen prácticas en las empresas que han aceptado sus candidaturas durante tres o cuatro días a la semana. Los días restantes estudian en los centros públicos. Suelen cobrar de las empresas entre 700 y 800 euros al mes.

El centro BBS2 de Wolfsburgo ocupa una céntrica manzana, tiene unos 3.800 alumnos y cuenta con talleres para cocina, peluquería o estudio de programas informáticos. Pero, aquí, el centro del escenario lo ocupan los talleres técnicos, de mecánica y eléctrica. En Wolfsburgo tiene su sede Volkswagen, que opera en la ciudad la mayor planta de fabricación de coches del mundo. Alrededor de la fábrica gravita una constelación de empresas proveedoras. La BBS2 se esfuerza por responder a la demanda del mercado que la rodea actualizando constantemente sus cursos a los nuevos sistemas de producción. “Estamos en constante diálogo con la industria y nos adaptamos a sus exigencias”, explica, sin rodeos, Bernd Sturm, el vicedirector.

“Nos adaptamos a las exigencias de la industria”, dice el dirigente de un centro

Ralph Böse, un profesor, muestra con orgullo los instrumentos y las máquinas avanzadas con las que cuenta el centro. “En algunos casos las propias empresas regalan a la escuela maquinaria muy cara para que los alumnos se entrenen con las tecnologías más modernas y en uso”, dice. Efectivamente, incluso un ojo inexperto detecta la actualidad y sofisticación de los instrumentos.

Los cursos son tan especializados que, por ejemplo, Böse da clases distintas a alumnos que se preparan en el mismo sector —mecánica de vehículo— según si sus prácticas son en una empresa grande o pequeña. Este tipo de formación sin duda facilita que los empresarios dispongan de una mano de obra muy cualificada y entrenada en los sectores que la requieren.

La tasa de paro juvenil ronda el 8%, la más baja de la Unión Europea

En ciudades como Wolfsburgo —el distrito de Alemania con el mayor PIB per cápita (91.000 euros), gracias a Volkswagen— el sistema es un engranaje extraordinariamente eficaz. La tasa local de paro es del 4,3%. Ayer por la mañana, sobre las 11.30, en el centro público de ayuda para la búsqueda de empleo se podían contar 14 solicitantes. El edificio cuenta con cuatro plantas, la casi totalidad de ellas dedicadas a oficinas para el empleo pobladas casi solo por los funcionarios.

Pero la formación profesional se inscribe en el marco de un sistema educativo que parte de la sociedad alemana considera rígido e injusto. El asunto toca fibras profundas. Despierta auténticas batallas de principios.

Klaus Mohrs, alcalde de Wolfsburgo, del SPD, califica por ejemplo de “catástrofe” el hecho de que el sistema educativo alemán de facto congele la movilidad social. El sistema orienta de forma muy temprana los alumnos rumbo a la universidad o a la FP. Una vez canalizados, no es muy fácil salir del carril.

“Tenemos un sistema que no logra elevar socialmente a los hijos de las familias en condiciones más difíciles. Además, el sistema tiende a segregar muy temprano a alumnos brillantes, que van por un carril, y los otros, que van por otra vía”, observa Mohrs, que antes de ser alcalde fue trabajador en el sector social.

Su punto de vista resume bien la visión socialdemócrata, según la cual el sistema fracasa en ayudar a los niños a escalar desde su situación de procedencia, y además los juzga y canaliza muy temprano, lo que reduce todavía más las posibilidades de elevarse.

Sobre la base de este y otros argumentos, algunos analistas denuncian la afirmación en Alemania del sentimiento de la “resignación del estatus”. Una sociedad que tiende a aceptar pasivamente la escasa movilidad de clase.

Aún así, por ejemplo, el alcalde de Wolfsburgo sí cree que la formación profesional dual, en sí, es un programa eficiente.

Su eficiencia es, por lo general, reconocida. Más debatida es su cuota de mérito en la baja tasa de paro juvenil. Algunos críticos observan que la formación dual también existía cuando a principios de la década pasada Alemania tenía cinco millones de parados y una situación económica tan crítica que el Gobierno liderado por el socialdemócrata Gerhard Schröder aprobó una oleada de reformas muy radicales que le costaron las elecciones siguientes. Según ese punto de vista, la reducida tasa de desempleo juvenil se debe más bien al empuje de la economía y al flexible marco de relaciones laborales plasmado por las reformas de Schröder.

Los convencidos del sistema, en cambio, destacan que Alemania, Austria y Dinamarca —tres países que cuentan con modelos parecidos de formación profesional— se encuentran entre los cuatro países con mejores niveles de ocupación juvenil, a una distancia notable de otras economías que tienen un buen desarrollo.

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Sobre la firma

Andrea Rizzi
Corresponsal de asuntos globales de EL PAÍS y autor de una columna dedicada a cuestiones europeas que se publica los sábados. Anteriormente fue redactor jefe de Internacional y subdirector de Opinión del diario. Es licenciado en Derecho (La Sapienza, Roma) máster en Periodismo (UAM/EL PAÍS, Madrid) y en Derecho de la UE (IEE/ULB, Bruselas).

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