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La incertidumbre en el Congreso de EE UU deja en el aire el ataque a Siria

Kerry afirma que muestras de sangre y cabello confirman el uso del neurotóxico en Damasco

Antonio Caño

La decisión de Barack Obama de atacar Siria –y con ello una amplia gama de consecuencias que abarca, desde el devenir de la guerra civil en ese país, hasta el equilibrio de poder en Oriente Próximo y el futuro político del presidente norteamericano– está en este momento sometida a la incertidumbre de una votación en el Congreso sobre la que es imposible anticipar un resultado, pero ante la que ya ha surgido un nutrido grupo de opositores, sobre todo entre los congresistas situados más a la derecha.

Tratando de robustecer su caso contra el régimen de Bachar el Asad, el secretario de Estado, John Kerry, aportó este domingo una nueva prueba sobre el uso de armas químicas en el ataque contra los rebeldes ocurrido el pasado 21 de agosto. Se trata, dijo, de unas muestras de sangre y cabellos tomadas a quienes participaron en las primeras operaciones de auxilio de las víctimas que, tras su análisis en laboratorio, han revelado la existencia de restos de gas sarín.

Con esas últimas evidencias, que se suman a una larga lista de fotos, grabaciones y filmaciones presentada la pasada semana por el propio secretario de Estado, la Administración cree inapelable la responsabilidad del Gobierno de Damasco en la matanza de más de un millar de personas, y confía en que esto servirá para vencer la resistencia del Congreso. “La credibilidad de Estados Unidos está en juego y el Congreso hará lo correcto”, declaró, confiado, Kerry.

Algunas declaraciones escuchadas desde la intervención del presidente el sábado contradicen, sin embargo, el optimismo del secretario de Estado, en parte porque las dudas de los congresistas no tienen tanto que ver con el uso de armas químicas por el régimen sirio como con la verdadera necesidad de responder o la estrategia de Obama para hacerlo.

Kerry: "Tenemos que demostrar que este país está unido y actúa unido en defensa de sus intereses"

Dos de los senadores republicanos más influyentes en política exterior, John McCain y Lindsay Graham, han manifestado en un comunicado sus reservas a votar a favor del plan de ataque de Obama, que consideran excesivamente limitado y, probablemente, inútil. McCain declaró esta mañana que la intervención en Siria tiene que tener el propósito claro de derrocar a El Asad, recurriendo a todos los medios militares necesarios para conseguirlo. La Casa Blanca ha advertido explícitamente que su objetivo no es ese, sino anular la capacidad del régimen de utilizar armas químicas.

Los principales líderes en el Capitolio parecen inclinados al voto afirmativo. Harry Reid y Nancy Pelosi, los líderes demócratas en el Senado y la Cámara de Representantes, respectivamente, se han pronunciado claramente a favor. Mitch McConnell y John Boehner, sus equivalentes en el Partido Republicano, han dado la bienvenida a la decisión de Obama, aunque aún no han dicho cuál será su voto. Boehner ha hablado personalmente con Obama un par de veces en las últimas 48 horas.

El problema es que, como se ha demostrado en varias votaciones importantes en el pasado, los líderes no tienen el control pleno de sus respectivos grupos. Reid y Pelosi se van a encontrar con un puñado de congresistas de la izquierda del partido –quizá no muy grande, pero sí lo suficiente como para ser decisivo en una votación que se anticipa muy ajustada– que se niegan a apoyar otra guerra. Pero, sobre todo, en el Partido Republicano es segura la indisciplina de numerosos congresistas, especialmente aquellos vinculados al Tea Party, que actúan únicamente de acuerdo a su propia conciencia y sus propios intereses electorales. Figuras como el senador Ted Cruz, que milita en la extrema derecha de todas las causas, ha manifestado ya que “EE UU no es el policía del mundo”, que los intereses norteamericanos no están amenazados en Siria y no hay necesidad, por tanto, de ninguna actuación militar. Rand Paul, del sector ultraliberal, igualmente se opone. Otros más próximos al establishment, como Marco Rubio, se cuenta entre los votos a favor.

La votación, que podría producirse en el Senado la semana que empieza el día 9 y en la Cámara algo más tarde, se verá afectada también por el calendario electoral norteamericano. El próximo año hay elecciones legislativas. La Cámara en pleno y un tercio del Senado serán renovados. Muchos congresistas afrontan serias amenazas a la reelección y, en algunos casos, su suerte podría depender de su voto sobre Siria. Es el caso de John Cornyn, número dos republicano en el Senado, quien tiene por delante una batalla por su escaño en Texas y que ha denunciado “la absoluta falta de estrategia de la Administración en Siria y en Oriente Próximo”.

Para contrarrestar esas críticas, el Gobierno presenta esta votación como un mensaje sobre el liderazgo de EE UU y su relevancia internacional. “Tenemos que enviar el mensaje de que este país está unido, actúa unido en defensa de sus intereses y de nuestros aliados, como Israel, Turquía o Jordania”, declaró Kerry, estableciendo el debate en los términos de que quien vote contra la actuación en Siria está dejando a los aliados inermes ante Irán. Eso puede tener su impacto entre figuras muy influyentes, como Eric Cantor, número dos republicano en la Cámara y uno de los principales defensores de Israel en el Capitolio.

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