Rebelión en la granja de Globovisión
La salida del presentador más popular del canal de noticias venezolano desencadena la solidaridad de sus compañeros del noticiero estelar
Para despedirse de su audiencia televisiva, el periodista Leopoldo Castillo pidió al encargado de sonido que hiciera sonar My way (A mi manera), la canción de Paul Anka que popularizó Frank Sinatra. Sobre ese fondo y con la voz quebrada, Castillo recordó sus doce años al frente de Aló, Ciudadano, el popular programa de opinión que ha conducido hasta este viernes en el canal Globovisión. "Pueden decir de mí lo que quieran, pero nunca podrán decir que los traicioné", afirmó, mientras caminaba por todo el plató y mencionaba la lista de colaboradores del espacio. Era el prólogo, un tanto teatral, de un final anunciado: "Me voy sin ninguna tristeza en el alma. Sé que la vida volverá a cruzarnos nuevamente". Luego salió del plató sin volver la vista atrás. Sobre el marco de la puerta se leía en un cartel: "Ruta de evacuación".
El jueves pasado, Castillo -un hombre que se define como apasionado- había hecho delante de las cámaras un evidente gesto de fastidio cuando el presidente Nicolás Maduro solicitó la transmisión obligatoria de un mensaje a través de los canales de televisión privados. "Es la tercera en dos días", dijo, al tiempo que se reclinó en su asiento. Ese ademán, sin embargo, no podía anticipar lo que terminó ocurriendo este viernes en la noche tras su salida. No hay antecedentes en la televisión venezolana de una conducta similar. El noticiero estelar de las 21:00 h. no se transmitió porque los responsables de la emisión, Román Lozinski y Sasha Ackerman, se negaron a trabajar como forma de protesta por la marcha del comunicador. La cadena tuvo que recurrir a refritos y a los servicios de noticias internacionales para tapar el hueco generado por esa inesperada rebelión. Al mismo tiempo, la periodista Beatriz Adrián denunciaba en su cuenta de Twitter: "Nunca podré callarme. En Globovisión se está aplicando la censura".
Este es el más reciente episodio dentro de la tormentosa historia del que una vez fuera considerado como un combativo canal de noticias. El pasado 14 de abril, después de la estrecha victoria de Nicolás Maduro en las elecciones presidenciales, un grupo del sector asegurador vinculado al chavismo compró la estación. De inmediato comenzó una reorganización que incluyó la moderación de su línea editorial y el sacrificio de los programas más enfrentados con el Gobierno. Globovisión dejó de ser entonces lo que en ocasiones era: la influyente extensión de la oficina de medios de la oposición. Prohibieron transmitir en directo los actos del gobernador de Miranda y excandidato presidencial Henrique Capriles Radonski. Los reporteros volvieron a ser convocados a las ruedas de prensa de los ministros. Algunos políticos aceptaron ser entrevistados por periodistas críticos de la gestión bolivariana.
El cambio, sin embargo, no satisfizo del todo al Gobierno. Esta semana Maduro endilgó al canal los mismos calificativos que en el pasado le endosara Hugo Chávez y sus portavoces. "Es un canal golpista", dijo el jueves el presidente en una de las tantas intervenciones diarias transmitidas por la televisora estatal. Al jefe de Estado le disgustaba, por ejemplo, la cobertura de Globovisión del caso del diputado opositor Richard Mardo, a quien la mayoría oficialista le allanó la inmunidad parlamentaria para que fuese investigado por blanqueo de dinero. Las críticas de la alta dirigencia oficialista también reaparecieron con fuerza.
La entrega de la cabeza de Castilla - decidida el mismo viernes - parece la capitulación final de la emisora y la definitiva domesticación de los medios audiovisuales venezolanos. Antes de Aló, Ciudadano habían sido eliminados dos espacios, Radar de los barrios y Tocando Fondo - ambos moderados por dos frontales adversarios del Gobierno - y se había prometido una amplia reestructuración del canal, que comienza el próximo lunes 19 de agosto. También ha sido despedida la jefa de la página web, Janeth De Abreu, para facilitar cambios: más reseñas culturales y entretenimiento, menos violencia. En 2012 fueron asesinadas casi 21.000 personas, de acuerdo con organizaciones no gubernamentales. Los medios controlados por el Gobierno obvian información relacionada con el elevado índice de homicidios en Venezuela.
Detrás de estas salidas también se asoma la disputa entre los nuevos dueños de Globovisión, Juan Domingo Cordero, Raúl Gorrín y Gustavo Perdomo, por las heridas que estos cambios dejarán en la fortaleza de la marca. Existe un claro enfrentamiento por el control de los contenidos emitidos. El periodista Nelson Bocaranda afirmó en su cuenta de Twitter que Cordero había renunciado a la dirección. Ha perdido el pulso contra Gorrín, el accionista mayoritario, quien pretende convertir a la estación en la contracara de su pasado reciente a través de un asesor de la directiva llamado Óscar Silva, de acuerdo con dos fuentes conocedoras del conflicto.
De momento, el periodista Román Lozinski no ha hecho oficial su renuncia aunque la noche del viernes y el sábado se daba como un hecho su salida. En la puerta principal de la planta hay instrucciones precisas de no dejarlo entrar, una medida extensiva a su compañera Sasha Ackerman. Entrada la tarde del sábado, Globovisión emitió un comunicado en el que no mencionó la frustrada emisión de su noticiario estelar, pero sí reiteró que será un medio de comunicación que difundirá "variadas ideas y opiniones" y recordó que todos los cambios de programación ocurrieron previo acuerdo con las partes involucradas.
Las últimas líneas firmadas por Raúl Gorrín aludieron a la de Castillo en un tono laudatorio: "Hacemos nuestro su pensamiento y palabras expresadas durante la transmisión de este viernes (...) La vida hará que nos crucemos de nuevo muy pronto". Pero de momento, ahora sin el buque insignia de la marca, sólo hay una certeza: el lunes comenzará una nueva etapa que no molestará tanto al Gobierno.
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