Lothar Bisky, un comunista integrador y pragmático
El político alemán lideró la izquierda tras el fin de la RDA
Lothar Bisky tenía 18 años cuando tomó una decisión que le cambiaría la vida y que, después de la caída del Muro, lo convertiría en un político famoso en el nuevo país que emergió el 3 de octubre de 1990. El joven decidió cruzar en forma clandestina la férrea y peligrosa frontera interalemana para buscar un futuro mejor y más humano en el paraíso socialista, que era supuestamente entonces la República Democrática Alemana (RDA)
Bisky, quien murió ayer a los 71 años en Leipzig después de padecer una breve y grave enfermedad, tuvo la suerte de hacer una carrera profesional exitosa que lo llevó a convertirse en rector de la Escuela de Cine y la Televisión de Postdam, donde sus alumnos aún lo recuerdan como una persona ecuánime y culta. Bisky, aunque era un comunista convencido, supo, aún bajo la bandera de la hoz y el martillo, combinar la ortodoxia con el pragmatismo, una mezcla que le ayudó para iniciar una segunda y exitosa carrera en su vida: la política.
Después de la reunificación alemana, los herederos del viejo partido comunista de la RDA, convertidos por necesidad histórica en militantes del nuevo Partido del Socialismo Democrático, lo eligieron, en 1993, presidente de la nueva formación, cargo que desempeñó hasta el año 2000. En todo ese tiempo, Bisky destacó por ser una fuerza integradora en las filas de su partido, hasta convertirse en una especie de padre espiritual de la nueva izquierda alemana.
Biski, conocido en su partido como un orador aburrido, solía leer sus discursos y en todos ellos siempre había un mensaje recurrente: una izquierda humana. Y cada vez que podía se expresaba en contra del enfrentamiento entre Oriente y Occidente que estuvo a punto de acabar con el partido.
Su carrera como jefe del partido llegó a su fin en 2000, cuando Bisky decidió renunciar al cargo tras quedar en minoría en el Comité Ejecutivo su propuesta de apoyar intervenciones militares que tuvieran el respaldo de Naciones Unidas, una medida que habría ayudado al partido a reconciliarse definitivamente con el establishment político que imperaba y sigue imperando en el país.
Bisky volvió a ser elegido presidente del PDS en 2003, cargo que desempeñó durante cuatro años. Durante ese periodo, su permanencia al frente de la organización fue trascendental. En 2005 la dirección del PDA aceptó incluir en sus listas a los candidatos de la disidencia socialdemócrata que lideraba Oskar Lafontaine, una alianza estratégica que ayudó a los herederos del desaparecido partido comunista de la RDA a tener representación en los estados federados occidentales. En las elecciones federales de 2005, la nueva alianza obtuvo un 8,7% de los votos.
Dos años después de ese triunfo, los disidentes del SPD —bajo la batuta de Lafontaine— y el PDS —dirigido por Lothar Bisky— se unieron para dar vida al partido La Izquierda. A partir de 2007 y hasta 2010, Bisky dirigió junto con Lafontaine la nueva agrupación y en esa función continuó ejerciendo el difícil papel de moderador entre las dos fracciones internas del partido: los fundamentalistas y los realistas.
“Bisky era un hombre culto e inteligente”, admitió un diputado del partido a este periódico. “Era un mal orador, pero sabia escuchar, siempre fue un marxista convencido y nunca dejó de expresar lo que pensaba del partido cuando estaba en juego su existencia”.
“Mi partido parece estar contagiado de la fiebre porcina ideológica”, solía decir al referirse a la feroz lucha interna que aún sigue marcando la existencia del partido La Izquierda.
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