El evangelio de la compañera Rosario
La primera dama de Nicaragua es, de hecho, la ministra más poderosa del país y la ideóloga del nuevo misticismo estatal del Gobierno sandinista
El Gallo ennavajado sonaba en los parlantes gigantes instalados en la Plaza de la Fe de Managua. La canción, himno de campaña de Daniel Ortega a finales de los ochenta, servía de fondo para la entrada del exguerrillo sandinista a la Plaza, donde se celebraba el 34 aniversario de la revolución nicaragüense, el pasado 19 de julio. Ortega iba arropado por el presidente del Congreso venezolano, Diosdado Cabello, pero quien marcaba el paso era su omnipresente esposa, Rosario Murillo, que se encargó de montar un espectáculo cargado de mística y fe católica.
“34/19 en bendición, prosperidad, y victorias. 34/19, para dar Gracias a Dios”, arrancó Murillo tras el cese de la tonada que cantaba al “gallo”. “¡Viva Nicaragua Cristiana, Socialista y Solidaria...!”, gritaba la primera dama a la masa que se había congregado en la Plaza, miles de nicaragüenses que habían sido trasladados de todos los puntos del país en autobuses del transporte público de Managua, lo que dejó a la ciudad incomunicada. “Seguimos de frente con el Frente, dándole gracias a Dios que nos da el privilegio de tener conciencia, de estar llenos de fe, de estar llenos de optimismo, de estar llenos de esperanza; de no cargar el veneno del odio”, agregó la mujer a la que en Nicaragua los acólitos del Gobierno llaman “la compañera Rosario”.
Murillo aparecía ante el público con todos los dedos de ambas manos llenos de anillos de piedras turquesas que, según quienes la conocen, usa para espantar la mala suerte, las malas vibraciones y atraer la abundancia. La “compañera” dispuso un escenario espectacular, en el que ocho árboles de la vida de hierro sólido, inspirados en el ya famoso árbol del Génesis bíblico, dominaban la plaza centelleando con miles de lucecitas amarillas. Era el altar dispuesto como para una homilía, con una gigantesca imagen de Sandino, también recubierta de lucecitas amarillas, que cumplía el mismo papel que los santos ocupan en los altares. En Nicaragua, a este discurso oficial que mezcla lo revolucionario con los religioso y lo místico se le llama la “revolución rosa” por el color fucsia elegido por Murillo para pintar edificios, decorar actos oficiales y adornar las instituciones del Estado.
“Para invocar al Altísimo, al Todopoderoso, al Gran Espíritu, al Supremo Hacedor, a la Fuerza que nos mueve, desde la vida, hacia la vida, con nosotros en esta Plaza de la Fe San Juan Pablo II, su Eminencia Reverendísima Cardenal Miguel Obando y Bravo.” Así presentaba Murillo a Obando, el otrora acérrimo enemigo de Daniel Ortega en los ochenta, hoy reconvertido en un aliado fiel. Tras sus palabras, una canción especialmente dispuesta para la entrada de Obando en escena: “Cardenal Miguel, eres esa luz de esperanza y fe. ¡Viva el cardenal, nuestro amigo fiel!”.
La relación entre Ortega, Murillo y Obando comenzó en 2004, cuando Ortega le había pedido perdón públicamente por los “errores del pasado”. Obando usaba sus homilías dominicales para atacar subliminalmente al ex guerrillero, utilizando supuestos pasajes bíblicos en los que comparaba a Ortega con serpientes venenosas. Murillo lo fichó tras el triunfo electoral de 2006 como secretario de la Comisión de Paz y Reconciliación, una entidad cuyas funciones nadie tiene claras en este país. En ese mismo año el caudillo del FSLN, antes férreo enemigo de la Iglesia, hizo un guiño electoral a ésta apoyando una ley que ilegalizaba el aborto terapéutico y condenaba con cárcel a médicos y mujeres que lo practicaran. “Hoy vivimos en paz, y son otras las luchas que protagonizan nuestros jóvenes. Hoy nuestros jóvenes empuñan el arma del amor, de la comprensión, de la solidaridad”, dijo Obando siguiendo el guión dispuesto por la primera dama en la ceremonia del 34 aniversario de la revolución.
El mismo Ortega hilvanó un discurso místico, en el que nombró a Dios trece veces y lo llenó de frases como “gracias a Dios” o “Dios mediante.” “Gracias a Dios que puso a Hugo Chávez en el camino de Nicaragua”, dijo el comandante. “Gracias al milagro del ALBA”, agregó en referencia al bloque de aliados conformado por el ahora fallecido ex mandatario venezolano.
La nueva religiosidad de los otrora ateos ex guerrilleros les choca a muchos en Nicaragua, un país mayoritariamente católico, que tildan de “bruja” a Murillo, pero que responde a una estrategia bien definida por la primera dama: ella ha creado una suerte de evangelio propio, en el que eleva a categoría de santos a los héroes de la revolución, utiliza los actos oficiales como homilías en las que invoca a Dios y la Virgen y reviste de misticismo a su compañero, Daniel Ortega, con quien se casó el 3 de septiembre de 2005 en ceremonia católica ofrecida por Obando, tras décadas de vivir fuera del matrimonio. “Dios” y “Daniel” son palabras comunes en los discursos de Murillo. Ese “evangelio” ha levantado ampollas en la jerarquía de la Iglesia Católica de Nicaragua, cuyos obispos son críticos con el Gobierno de Ortega. Monseñor Silvio Báez, el número dos de la Iglesia, ha catalogado la religiosidad de nueva data de Murillo como una “manipulación que se hace de la religión para humillar y dominar al pueblo”.
Pero las críticas no hacen mella en la primera dama, quien todos los días a la hora de la comida (la hora del Ángelus para los católicos) aparece en la televisión nacional dando un mensaje a los nicaragüenses. Ni Ortega, el presidente, se presenta tanto en los medios como la “compañera Rosario”. El pasado 16 de julio, Murillo apareció en la pantalla chica para recordarle a sus seguidores que era el día de la Virgen del Carmen. Este es “otro día más para honrar nuestra fe cristiana, nuestra devoción a María Reina de Nicaragua en esta advocación, la Virgen del Carmen”, dijo. El 15 de julio habló a sus televidentes de la importancia del Escapulario. “El Escapulario es Sacramental, aprobado por la Iglesia, que nos recuerda nuestra pertenencia a Cristo Jesús”, afirmó. La manipulación de la religión ha sido tal, que el año pasado, durante las elecciones presidenciales que le dieron un nuevo triunfo a Ortega, Murillo catalogó de “milagro” el embarazo y alumbramiento de una niña indígena de doce años que fue violada en un remoto pueblo de Nicaragua.
Gema Santamaría, doctorado en Sociología e Historia por la New School for Social Research, de Nueva York, hizo un análisis político de esta repentina conversión de la primera dama nicaragüense, la “revolución en rosa” de Rosario Murillo. “Es un bloque más en la constitución de un andamiaje político basado en negociaciones clandestinas, intereses particularistas y discursos instrumentales en los que el “Pueblo” es llamado a gobernar un país que ha sido cooptado por una cúpula política cada vez más reducida, exclusiva y excluyente”, escribió Santamaría en un análisis publicado por Foreign Affairs Latinoamérica. Sin hacer caso a las críticas, Murillo mantiene su “evangelio”, apareciendo todos los días a la hora de la comida en las pantallas de los nicaragüenses, como una Gran Hermana orwelliana. “Dios dispone”, dijo Murillo. “Dios Mediante, 35, Dios Mediante, 40. Dios Mediante, 50”, agregó. Se refería a su anhelo de permanecer por muchos años más en la cumbre del poder en Nicaragua.
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