El Congreso de Brasil rechaza el plebiscito propuesto por Rousseff
Los congresistas critican que la presidenta de Brasil utilice la cámara para salvar a su Gobierno de las críticas de la calle
La mayoría de los líderes del Congreso, tanto de la oposición como de la base del Gobierno, han rechazado la propuesta presentada por la presidenta brasileña Dilma Rousseff de un plebiscito popular sobre la reforma política como respuesta a las manifestaciones callejeras.
Los congresistas consideran que sería imposible realizar ese plebiscito válido ya para las elecciones del año próximo al tener que estar resuelto un año antes de la disputa electoral (4 de octubre próximo) para lo que juzgan que no hay tiempo material. Es el segundo no del Congreso al Gobierno en el último mes y durante la crisis que ha sacado a más de un millón de ciudadanos a la calle pidiendo reformas.
A los pocos días de explotar la crisis popular, la presidenta Dilma propuso una reforma constituyente a través de un plebiscito. A las 24 horas tuvo que desistir de su propósito, ya que el Congreso y la justicia consideraron que se trataba de una propuesta que iba contra el texto de la Constitución.
El Gobierno propuso a continuación un plebiscito sobre la reforma política no constitucional que también ha sido rechazado. Es la primera vez que el Partido de los Trabajadores (PT) es derrotado en el Congreso durante esta crisis con los votos incluso de aliados del gobierno.
Los diputados y senadores critican el hecho de que la presidenta Dilma y su gobierno quisieron “atropellar” el Congreso proponiendo para salvarse de la crisis popular con medidas que dependían no del gobierno sino de los representantes del pueblo.
Al mismo tiempo que el Congreso ha rechazado la propuesta del gobierno de un plebiscito sobre la reforma política, los diputados han empezado a desempolvar viejos proyectos de reforma política que acababan siempre en el tintero, para proponer ellos un texto al respecto. Quieren que la iniciativa sea del Congreso y no del gobierno.
Analistas políticos echaron leña al fuego para quemar la idea del plebiscito ideada por Dilma alegando que las preguntas que deberían haberse presentado a los ciudadanos sobre un tema tan complejo hubiesen sido muy difíciles de responder ya que hasta para los mismos periodistas no siempre son del todo evidentes.
Aunque es cierto que en el fondo de la protesta popular se esconde el tema de una gran reforma política que nunca se tuvo el coraje de realizar, en realidad las peticiones de la calle van más en el sentido de reivindicaciones puntuales para mejorar la calidad de vida, y menos en cuestiones concernientes a los problemas de los políticos a no ser los de la corrupción e impunidad de los mismos.
Un sondeo de hoy revela que el 84% de los brasileños considera corruptos a todos los partidos sin distinción. Si acaso, los grupos de manifestantes más politizados lo que querrían era una reforma de los grandes temas de la política y no una reforma de los partidos como se pretendía hacer.
Brasil podría hoy plantearse, por ejemplo, si cambiar el actual sistema presidencial por un sistema parlamentarista con un primer ministro. O si aún es necesaria la institución del Senado o el voto proporcional en listas cerradas. Si es necesario que existan más de 40 partidos, o si mantener o no los actuales privilegios que ha ido acumulando la clase política. Hay quien ha hecho cálculos y, por ejemplo, con lo que un diputado cuesta al Estado mensualmente (unos 40.000 euros) una maestra de una escuela pública tendría que trabajar diez años para ganar esa cantidad.
Al mismo tiempo, los ciudadanos desconfían siempre de una reforma de la política hecha por los políticos, ya que piensan que siempre acabará reforzando su poder y sus privilegios.
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