La economía hundió a Morsi
El creciente desempleo y la carestía de bienes básicos han fomentado el malestar social
Muchas y muy variadas son las razones que cada detractor de Mohamed Morsi ofrece como explicación para las concentraciones masivas que iniciaron el proceso que acabó con su mandato de un año, desde la aprobación de una Constitución de corte islamista hasta la incapacidad de garantizar la seguridad ciudadana en las calles. Hay algo, sin embargo, con lo que la inmensa mayoría de opositores coincide: el maltrecho estado de la economía. La carestía de bienes básicos como la gasolina, los constantes apagones y la desaparición del turismo han sido todas razones de peso que han llevado a manifestarse en las calles a hasta 17 millones de personas el pasado domingo.
En los pasados meses, países como Catar han mantenido la economía egipcia a flote, con préstamos al Banco Central del país. Gracias a ello, Morsi, en su año en el poder, evitó implementar medidas impopulares, como subir impuestos o acabar con los subsidios a la gasolina. El Fondo Monetario Internacional (FMI) exigió a su Ejecutivo que acometiera esas reformas económicas y optara por medidas de austeridad, como condición para concederle un anhelado crédito de 4.800 millones de dólares. El rais fracasó, además, a la hora de iniciar una recuperación nacional.
El desempleo del país es del 13,6%, según estimaciones del FMI. Morsi tomó posesión de su cargo prometiendo reducirlo al 7% en 2016, cuando iba a expirar inicialmente su mandato. Desde 2010, un millón de personas ha perdido su empleo. Dos de cada cinco egipcios vive con menos de dos dólares al día. Un reciente informe de Naciones Unidas mantiene que un 17% de la población no consigue el alimento necesario a diario y que la tasa de malnutrición de niños menores de cinco años es del 31%.
Si la economía de Egipto aumentaba al 7% en 2008 y al 5,1% en 2010, el crecimiento previsto para este año no es superior al 2%, según el FMI. Uno de los factores principales para esta ralentización es, en realidad, la caída del turismo, que se nota sobre todo en los hoteles y los restaurantes.
Los meses de revolución contra Hosni Mubarak espantaron a numerosos visitantes, que optaron por viajar a otros lugares, a pesar de la riqueza cultural e histórica de Egipto y de un sector servicios preparado para acomodarles. Durante su año en el poder, Morsi se enfrentó a numerosas protestas callejeras, muchas de ellas violentas y con víctimas, lo que acentuó esa tendencia.
Si en 2010 visitaron el país 14,8 millones de turistas, en 2012 solo lo hicieron 10,5 millones. “Los precios han bajado considerablemente. Hoy una visita guiada a las pirámides cuesta casi la mitad. Hay mucha competencia para muy pocos clientes. Estos días, con las manifestaciones, damos las gracias si conseguimos ver a más de un grupo de turistas”, decía ayer Ahmad el Gindy, de 26 años, guía turístico en Giza.
Directamente relacionado con la caída del turismo se halla el problema de la extinción de las reservas de divisas. Desde la caída de Mubarak, Egipto ha utilizado ya más del 50% de sus divisas, que se calculan ahora en alrededor de 15.000 millones de dólares.
Si en 2010 visitaron el país 14,8 millones de turistas, en 2012 solo lo hicieron 10,5 millones
Una de las consecuencias de esta situación es que Egipto ha retrasado el pago de las importaciones a las empresas petrolíferas. Se calcula que debe unos 5.000 millones de dólares a estas compañías. De ahí que estas se resistan a realizar nuevos envíos. A eso se le añade que una parte importante del petróleo subsidiado por el Gobierno acaba pasando a Gaza a través de los túneles ilegales, generando pingües beneficios. Eso explica la carestía de combustible que padece el país. En los días previos a las revueltas del domingo las colas en las gasolineras duraban hasta tres horas.
“Ya llevo dos horas aquí, esto es un suplicio”, se queja Mohamed, conductor de una furgoneta de transporte privado. La cola de vehículos, la gran mayoría camiones y furgonetas, ocupa varias manzanas, obstruyendo la entrada al barrio de Dokki. “El Gobierno siempre dice que la crisis está a punto de resolverse, pero nunca lo hace”, añade.
Un problema relacionado es el de los cortes de luz. Buena parte de la electricidad que consume Egipto se produce en centrales térmicas que funcionan con gas o derivados del petróleo. La reducción de las importaciones, justo en el pico de consumo anual a causa de las máquinas de aire acondicionado, ha llevado a que los cortes sean más frecuentes y más largos, incluso en la capital, El Cairo.
La factura del petróleo es elevadísima para las arcas públicas. Se calcula que los subsidios representan un 25% del presupuesto nacional. De ahí que el FMI haya condicionado la firma del préstamo a la reducción de los subsidios.
La aplicación del nuevo sistema se ha retrasado en diversas ocasiones por cuestiones políticas. “Todos los gobiernos saben que es una medida impopular, y que les puede costar cara en popularidad. Por eso la van retrasando”, explica Amr Adly, especialista en Economía Política. “Uno de los grandes problemas de la economía egipcia es que no existe el clima político de entendimiento y consenso para lanzar las medidas de reforma que vive el país”, asegura.
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