Jefe del mismo Ejército con un nuevo uniforme
El general Al Sisi, el jefe de las Fuerzas Armadas, que encabezó el golpe, cuenta con apoyos entre la población
Egipto ha encontrado su segundo presidente del periodo posrevolucionario en la figura de Adli Mansur, el veterano presidente del Tribunal Constitucional. Sin embargo, a nadie se le escapa que las competencias de Mansur son más bien representativas. La figura más poderosa hoy en Egipto es el ministro de Defensa, Abdel Fatah al Sisi, a quien no tembló el pulso el miércoles para aplicar el ultimátum que había dado al presidente Mohamed Morsi y forzar su salida. A sus 59 años, Al Sisi forma parte de una nueva generación de militares, con una imagen pública más activa y vigorosa que los octogenarios que le precedieron, como el antiguo rais Hosni Mubarak y el presidente de la Junta Militar que pilotó el país durante la primera fase de la transición, Husein Tantaui. Además de su juventud, el jefe de las Fuerzas Armadas posee carisma, y es un buen comunicador, algo muy importante en el periodo actual.
El nuevo hombre fuerte de Egipto es capaz de realizar discursos emotivos, sonríe a menudo y tiene poder de convicción. En un acto celebrado el pasado mes de abril con varios artistas, consiguió que a numerosos de los asistentes se les cayeran las lágrimas. Las dotes de comunicador de un líder árabe son muy importantes, sobre todo tras la irrupción de Al Yazira y las cadenas de televisión por satélite, pues no puede ya esconderse detrás del tedio y la opacidad de las televisiones nacionales. Su mayor popularidad entre la población es evidente. No solo lo reflejan las encuestas, sino el hecho de que haya sido incluso capaz de ganarse el corazón de algunos jóvenes revolucionarios que tan solo hace un año correteaban por Tahrir gritando: “¡Que caiga el Gobierno militar!”. “Al Sisi sí mira por los intereses del pueblo, no como Mubarak o Tantaui”, decía Seid, un estudiante de Ingeniería, en Tahrir.
Nacido en El Cairo en 1954, sirvió en el cuerpo de infantería después de graduarse en la Academia Militar Egipcia en 1977. A pesar de no ser un héroe de guerra contra, como Mubarak, y ni siquiera contar con experiencia en el campo de batalla, ascendió con rapidez en la jerarquía de las Fuerzas Armadas. Entre otros cargos, fue el responsable de inteligencia y seguridad en el Ministerio de Defensa y el agregado militar en Arabia Saudí.
Más joven que
Su entrada en los cenáculos del poder se produjo al ser nombrado miembro de la Junta Militar que pilotó la transición hasta la celebración de las elecciones presidenciales, en junio de 2012. Entonces, una mancha en su expediente estuvo a punto de frenar su carrera, y es que Al Sisi fue el militar que defendió públicamente que se hubieran practicado pruebas de virginidad forzosas a un grupo de mujeres activistas. El uniformado aseguró que las pruebas se habían realizado “para proteger a las chicas de violaciones, y a los soldados de las acusaciones de violación”.
El momento clave en su carrera se produjo cuando Morsi le nombró ministro de Defensa, relevando en el cargo a Tantaui. Si bien el rais pretendía visualizar la teórica supremacía del poder político sobre el militar, en realidad se trató de una especie de rebelión dentro de la Junta que Morsi supo aprovechar. Los generales más jóvenes, con Al Sisi al frente, no estaban de acuerdo con el marcado perfil político que pretendía otorgar a la institución militar la generación más veterana, pues erosionaba su imagen entre la población. Preferían ejercer más bien su influencia de manera indirecta, gracias a su control sobre sectores clave de la economía; se calcula que sus empresas representan el 30% del PIB del país.
Durante esta última semana se ha demostrado no solo que el Ejército continúa siendo la institución más poderosa de Egipto, sino que atesora una gran cohesión. Según informó el periódico Al Shoruk, después de que el 23 de junio Al Sisi ya saltara a la arena política para lanzar una advertencia a las fuerzas políticas, Morsi habría sondeado entre el resto de generales su relevo. Sin embargo, se topó con un respaldo sin fisuras hacia él y acabó cejando en su empeño. Apenas unos días después, fue el ministro de Defensa quien le destituyó a él.
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