Obama coloca a un abogado al frente de la oficina para cerrar Guantánamo
Clifford Sloan ha trabajado con Administraciones demócratas y republicanas y asume un cargo vacante desde el pasado mes de enero en medio de una polémica huelga de hambre
La Casa Blanca ha dado un primer paso en su compromiso del mes pasado de renovar sus esfuerzos para cerrar el centro de detención de la base militar de Guantánamo con el nombramiento de un enviado especial del Departamento de Estado para cumplir con esa misión. El abogado Clifford Sloan, con amplia experiencia en las tres ramas del Gobierno, ha sido el elegido por Barack Obama para reabrir la oficina encargada de acelerar la transferecia de presos fuera del penal, después de que en enero pasado su responsable –Daniel Fried- fuera reasignado a un nuevo puesto sin que se nombrara un sustituto.
Sloan ha formado parte de Administraciones demócratas y republicanas, trabajando como consejero de Bill Clinton y como asistente del abogado del Estado del primer Gobierno de George Bush. Además, fue asistente del juez del Tribunal Supremo Paul Stevens y del fiscal especial Kenneth Starr. El secretario de Estado, John Kerry, ha dicho de él en un comunicado anterior a su nombramiento que si existe una persona capaz de “navegar con efectividad entre las diversas agencias y ramas del Gobierno, es sin duda Cliff”. “Es alguien respetado por gente tan ideológicamente distinta como el juez Stevens o el fiscal Starr”, ha dicho Kerry. “Es el constructor de puentes que necesitamos, ya que somos conscientes de que la tarea no será fácil”, ha puntualizado el responsable de la diplomacia norteamericana.
Durante más de 10 años, Sloan ha ejercido como asesor del ahora secretario de Estado. En la actualidad, el abogado forma parte de un importante bufete de abogados de Washington. “Agradezco que haya decidido aceptar el reto”, ha informado Kerry. “Cliff y yo compartimos la convinción del presidente de que la continuidad de Guantánamo va en contra de nuestros intereses”, ha finalizado.
Tras años de inmovilidad y después de que Guantánamao no fuera un tema de debate en las pasadas elecciones presidenciales y ni siquiera mereciera una mención en el discurso de la Unión, los presos encerrados en el penal iniciaron una huelga de hambre en febrero ante el abandono que sentían, huelga que ha ido sumando adeptos hasta sobrepasar la cifra de 100 (sobre un total de 166).
Los presos encerrados en el penal iniciaron una huelga de hambre en febrero ante el abandono que sentían, huelga que ha ido sumando adeptos hasta sobrepasar la cifra de 100 (sobre un total de 166)
Forzada su voluntad, el presidente se vio obligado a retomar el polémico debate sobre el centro de detención e incluso a levantar la semana pasada la prohibición autoimpuesta de frenar todos los traslados de presos a Yemen (56 reos de los 86 que tiene la luz verde para salir de la prisión son yemenís), después del intento de atentado el día de Navidad de 2009 por parte de un ciudadano de ese país en un avión comercial.
El primer y gran escollo que enfrenta Sloan es la oposición republicana al plan de clausurar el polémico centro de detención. Como ejemplo sirva la aprobación por abrumadora mayoría la semana pasada por parte de la Cámara –en manos republicanas- de una ley de Defensa –por valor de más de 600.000 millones de dólares- que bloquea el proyecto presidencial de cerrar Guantánamo. La Cámara tomó al decisión a pesar de la amenaza de la Casa Blanca de que vetaría la iniciativa.
La situación que se vive con la huelga de hambre en la base naval militar norteamericana instalada en territorio cubano es tan límite que el Pentágono se vio obligado a principios de mayo a enviar personal médico adicional para que pudiera ocuparse del creciente número de presos que se niegan a comer.
Cliff Sloan es alguien respetado por gente tan ideológicamente distinta como el juez Stevens o el fiscal Starr” John Kerry, secretario de Estado de EEUU
No es ésta la primera huelga de hambre que se vive en la prisión. Poco después de su creación, en enero de 2002, para alejar de las leyes de EE UU a los capturados en el extranjero en la guerra contra Al Qaeda —denominados por la Administración de George Bush “combatientes enemigos”—, se desarrollaba la primera.
En 2006, las autoridades militares acababan por la fuerza con otra que llegó a sumar a casi 200 personas —por aquel entonces había más de 600 prisioneros—. Pero la que ahora se lleva a cabo obedece a razones distintas a las de hace años. Si, según el teniente coronel de turno a cargo entonces de las relaciones con la prensa, la huelga era "una táctica de Al Qaeda" para captar la atención de los medios de comunicación, ahora responde a razones que difieren según las versiones pero que tiene la frustración y la desesperación como telón de fondo: los presos están dispuestos a dejarse morir antes que pasar otro día más encerrados.
Ante esa situación, Obama declaró al anunciar su nueva estrategia para poner fin a una larga guerra global contra el terrorismo que no había justificación “fuera de la polñitica” para que el Congreso impida cerrar “una instalación que nunca debió abrirse”. Obama anunció que había solicitado al Departamento de Defensa que escojiera una instalación militar en territorio estadounidense para el envío de los 166 presos actuales y entonces anticipó el nombramiento de una persona para que negociase con otros países posibles destinos de algunos de los presos que puedan ser liberados.
“¿Imaginan un futuro, dentro de 10 o 20 años, en el que Estados Unidos siga teniendo a gente contra la que no se ha presentado ningún cargo retenida en un pedazo de tierra que no es parte de nuestro país? ¿Eso es lo que somos? ¿Ese es el país que queremos dejar a nuestros hijos?”, preguntó Obama a la audiencia que asistía a un discurso que había generado mucha expectación, y que sin duda ha sido el más importante en materia de seguridad nacional desde el comienzo de su segundo mandato.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.