Letta esboza la hoja de ruta para los primeros 100 días de su Gobierno
El primer ministro italiano reúne a su Gobierno en una abadía para superar las divergencias Empleo juvenil y reforma de la política serán las prioridades La fiscalía denuncia en el caso Ruby "un sistema de prostitución" al servicio de Berlusconi
El nuevo Gobierno italiano es muy débil, tanto que cualquier tropiezo puede mandarlo a la lona. Enrico Letta montó el sábado a sus ministros en un sencillo microbús gris y, previo pago a escote, pasaron un par de noches en una abadía de la Toscana. Sobre el papel se trataba de conocerse —los hay de tres partidos distintos y aun independientes—, de fijar metas y plantear estrategias. Pero a la salida del retiro, antes de anunciar las medidas urgentes para los próximos 100 días, de lo que ha hablado este lunes el socialdemócrata Letta ha sido de los peligros que acechan a su propio equipo, de los virus amigos que pueden envenenar la convivencia.
El jefe del Gobierno ha anunciado que los ministros se han comprometido a no participar ni en debates televisivos ni en mítines electorales, a tratar por todos los medios de no repetir la imagen de Angelino Alfano el pasado sábado en Brescia. El vicepresidente y ministro del Interior acudió a un acto organizado por su jefe político, Silvio Berlusconi, para atacar a jueces y fiscales. De camino a la Toscana, Letta y Alfano fueron discutiendo en el microbús. A la salida de la abadía, parecían haber recobrado el buen tono: “Tenemos problemas, pero vamos a tirar hacia adelante. Es indispensable que entre nosotros haya franqueza y lealtad política”.
Dicho esto, se han puesto a detallar sus planes de Gobierno para los próximos 100 días, pero sus buenos propósitos se han mezclado con las noticias que llegaban de Milán. Una fiscal pidiendo 6 años de cárcel e inhabilitación perpetua para Silvio Berlusconi por el caso Ruby y el ex primer ministro contraatacando con palabras gruesas y fuego en la red. ¿Cuánto podrá aguantar el Gobierno del buen rollo un bombardeo así?
Por si las moscas, Enrico Letta ha anunciado que una de las reformas que tienen que estar listas antes de tres meses es la de la ley electoral. “Con esta ley”, ha señalado el primer ministro, “no se puede ir a votar más. Tenemos que emprender enseguida los cambios necesarios para que, en caso de que sucediese algún imponderable, no tener el miedo de vernos obligados a ir a votar con la actual legislación”. Además, el jefe del Gobierno ha adelantado que otra de las leyes tendentes a ser abolidas es la del financiamiento público de los partidos. Sobre estos dos asuntos parece que todos los partidos —incluido el Movimiento 5 Estrellas de Beppe Grillo— están de acuerdo, pero también lo estaban durante el año largo que duró el gobierno tecnócrata de Mario Monti y ahí siguen ambas leyes.
Los primeros cuatro puntos que Letta y Alfano se proponen llevar adelante hablan de políticas de choque para reactivar el empleo juvenil —el 38,4% de los jóvenes activos no tiene trabajo—, para suprimir el impuesto sobre la vivienda habitual —reivindicación innegociable de Berlusconi—, un paquete de incentivos fiscales para los emprendedores y, finalmente, una reforma profunda de la política. Al igual que hizo el presidente de la República, Giorgio Napolitano, durante aquellos días desesperados en que buscaba una solución para el caos político, Enrico Letta nombrará una comisión de expertos —ajenos a los partidos— para que establezcan las reformas constitucionales necesarias. Los técnicos entregarán sus hallazgos a los presidentes de la Cámara de Diputados y el Senado, que a su vez se los harán llegar a un grupo creado al efecto —la llamada Convención— que será quien termine de fijar las reformas. El método no parece precisamente ágil, pero Letta aseguró que las primeras reuniones tendrán lugar en los próximos días.
La política italiana, como se ve, está llena de peligros. Para los parlamentarios del Movimiento 5 Estrellas (M5S), el peligro está en el dinero, esos más de 10.000 euros que podrían embolsarse por cabeza, pero que se quedan en 2.500 después de aplicarle el método Beppe Grillo, que no es otro que cobrar la mitad del suelo —los 2.500 en cuestión— y dejar correr la parte del león, que son las dietas. Muchos diputados se han levantado en armas, a lo que Grillo responde amenazándolos con la expulsión. Para los miembros del Gobierno, en cambio, el peligro está en sí mismos. La cohabitación entre el Partido Democrático (PD) —que el sábado eligió a un nuevo secretario general tras el fracaso de Pier Luigi Bersani— y el Pueblo de la Libertad (PDL) de Silvio Berlusconi es muy difícil. No se pueden —y tal vez no se deban— olvidar dos décadas de desencuentros en pocas semanas. Sobre todo teniendo en cuenta que Berlusconi atraviesa un momento especialmente agudo de agonía judicial. Y su arma más poderosa es su poder de coacción. Tensar y destensar la cuerda de su apoyo al Ejecutivo es un ejercicio saludable para sus intereses pero dramático para la credibilidad del Gobierno.
De ahí que, en un acto a la desesperada, lleno de simbolismo, Letta quisiera poner el sábado tierra de por medio para dar el mensaje claro de que, sin interferencias, tal vez el Gobierno del consenso pueda tener futuro. A la vuelta a Roma, las emisoras de radio repetían las palabras de una fiscal describiendo las maniobras de Berlusconi —entonces primer ministro— para agenciarse los beneficios sexuales de una menor y los exabruptos del Cavaliere llamando comunistas a los jueces. No es de extrañar que los ministros del extraño Gobierno afronten los próximos 100 días de medidas urgentes como si estuvieran cruzando una cortina de fuego. A toda prisa, con los ojos cerrados y que sea lo que Dios —o Berlusconi— quiera.
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