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“Nos limitamos a animar las peleas de los burócratas y escuchar la propaganda”

La profesora universitaria polaca opina que el entramado comunitario se asemeja a la profesora tóxica de las escuelas del régimen comunista, "que nos indicaba en qué teníamos que creer"

La profesora Paulina Bednarz–Łuczewska
La profesora Paulina Bednarz–Łuczewska

"Me sorprende el marasmo intelectual en el cual se sumerge la Unión Europea y mi desilusión radica principalmente en la naturaleza del mismo. Escucho a la gente quejarse de que no haya un ámbito público europeo, un intercambio intelectual. Sin embargo, dicho ámbito existe, pero su forma y contenido tienen un carácter caricaturesco; seguimos las peleas y las decisiones de los burócratas, pero no peleamos por los objetivos y direcciones hacia los cuales queremos dirigirnos. Nuestro sentido de política se ha limitado a animar las disputas de rigor que no hacen más que enmascarar el verdadero juego de intereses, o bien a escuchar atentamente la propaganda del mecanismo burócratico de la Unión Europea.

Al analizar la corriente dominante de este ámbito público lisiado, resulta que está privada de ideas y voces capaces de movilizar a la gente, de producir movimientos sociales y de acelerar la innovación. Por ejemplo, los retos sociales y culturales que conlleva la redefinición de los papeles sociales de mujeres y hombres despiertan en mí, como en casi toda mujer, un vivo interés. Es un problema complejo y con múltiples argumentos, a veces dramático, que nos concierne a todos, una de las aventuras intelectuales de nuestros tiempos. No obstante, la Unión Europea reduce la cuestión a los aburridos lemas lanzados por los burócratas, como por ejemplo ‟gender mainstreaming” [transversalidad de la perspectiva de género], o bien a los deformes programas que sirven más bien para perseguir la herejía que para debatir y buscar soluciones. Por otro lado, no se puede responder a los retos complejos con tan solo mera propaganda.

A nosotros, los europeos, nos faltan ganas de buscar la retórica o tradición capaces de movilizar y estimular los corazones para un trabajo en equipo. Me he criado empapada de los mitos del movimiento polaco de Solidaridad, de los grandes movimientos sociales, y también en el ámbito de las disputas y debates en torno a las cuestiones fundamentales. Esperaba que la Europa unida, enriquecida con el diálogo entre Este y Oeste, y entre Norte y Sur, fuera capaz, como antaño, de forjar a partir de las acaloradas disputas unas ideas nuevas, ideas que resultasen atractivas para todo el mundo. Ha resultado, no obstante, que la burocracia de la Unión Europa se asemeja a la profesora tóxica de las escuelas regidas por el régimen comunista, que nos indicaba en qué teníamos que creer.

Lo que a mí me resulta inmensamente inspirador en la tradición polaca, así como en la tradición de toda la región, es la historia de la lucha intelectual y cultural con la fe cristiana. Los intelectuales polacos odiaban unas veces, y otras veces amaban al catolicismo polaco, lo que junto con la penetración de otras corrientes producía un tejido cultural extremadamente rico. Por otra parte, el caer en la cuenta de que la burocracia de la Unión considera la palabra ‟cristianismo” como tabú, como un incidente de la infancia que tiene que ser rechazado por causa de unos temores poco claros, me ha llevado a sentir incredulidad y animación a la vez, sentimientos que posteriormente han sido reemplazados por el terror.

Nos deshacemos de las tradiciones capaces de inspirar y fecundar, con el objetivo de impedir que salgamos del refugio de nuestros temores y perjuicios. Europa ha dejado de ser una fuente de modelos culturales atractivos para el resto del mundo."

Texto elaborado por Adam Leszczynski (Gazeta Wyborcza) a partir de una entrevista con Paulina Bednarz – Łuczewska.

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