Los jóvenes brasileños prefieren por primera vez ser ingenieros a abogados
El país necesita con urgencia profesionales para hacer frente al gran desarrollo en el campo de la energía
Los jóvenes brasileños empiezan a poner los ojos por primera vez en las facultades de ingeniería. En algunas de ellas el número de alumnos inscritos superan ya a los de derecho, mientras hasta hace bien poco tener un hijo o una hija abogado era el sueño de las familias.
Brasil era considerado de hecho el país de los abogados. Los 1.240 cursos de derecho quizás superen a los de todos los otros países del mundo juntos. En total, los abogados habilitados a ejercer la profesión son 800.000 mil, pero podrían llegar a tres millones si todos pasasen el examen obligatorio en el Colegio de Abogados de Brasil (OAB).
Ingeniería ha sido hasta ahora la cenicienta de los intereses de los jóvenes. Hoy, el país cuenta con 600.000 ingenieros, seis por cada mil trabajadores en activo. En los Estados Unidos de América y en Japón la proporción es de 25 ingenieros por mil trabajadores. Mientras Brasil aporta apenas un 1,4% a la investigación en ingeniería, los Estados Unidos lo hacen un con 28,1% y Japón con un 10,3%.
Cada año Brasil forma 26.000 ingenieros. En China se forman anualmente, 450.000; en India 200.000 y en Corea del Sur, 80.000. Y en Brasil la gran mayoría de los ingenieros se forman en el área de la ingeniería civil. Mientras los cursos en ciencias humanas y sociales acaparan el 75% de los cursos universitarios, ingeniería cuenta sólo con un 8,8%.
Brasil necesita, y con urgencia, un nuevo ejército de ingenieros para hacer frente al gran desarrollo que tiene por la frente, sobre todo en el campo del petróleo y de la energía en general.
Y no sólo de ingenieros, sino de todo tipo de trabajadores cualificados está necesitando con urgencia el país. Cuando hace ya 14 años llegué a Brasil hice una pequeña investigación en São Paulo. Visité a presidentes y directores generales de grandes empresas haciéndoles a todos una misma pregunta: en qué debería invertirse con mayor urgencia en el país. El 98% respondieron: que en mano de obra cualificada. El presidente de Telefónica contó que cuando ellos llegaron a Brasil necesitaban cientos de ingenieros eléctricos y no los encontraron. Tuvieron que formarlos a prisa y corriendo.
Ello ha llevado a decir a Ricardo Gattass, superintendente del area de Universidades del proyecto de innovación Finep, del gobierno, que ingeniería es hoy un “factor altamente estratégico para Brasil”. Y explica: “Sin ingenieros no es posible llevar a cabo un proyecto de desarrollo industrial nacional”.
Lo mismo afirma, Luiz Carlos Bresser, abogado y exministro de Economía de Brasil, para quién en el país “hay abogados y economistas de sobra, mientras faltan dramáticamente ingenieros”. Si la alta burocracia china está formada en un 80% por ingenieros, la de Brasil apenas si alcanza un 10%.
El gobierno de Dilma Rousseff conoce la falta urgente de ingenieros de que sufre Brasil y ha movilizado al Ministerio de Educación que ha lanzado una serie de proyectos para incentivar dichos estudios, como el Promove al que ha dedicado 45 millones de reales. Y el de Innova Engenharia destinado a modernizar la enseñanza de ciencias en las Universidades.
La poca atracción que la facultad de ingeniería ha despertado hasta ahora entre los jóvenes brasileños, se debe, según la periodista de investigación, Márcia Telles, al hecho que ingeniería era presentada como el “bicho de las siete cabezas”, por su aparente dificultad.
Ello se debía sobre todo, según Telles, al hecho que en la enseñanza media, las asignaturas de física, química y matemáticas eran siempre las que presentaban peores resultados. Ello, porque los alumnos con una enseñanza de esas materias puramente teórica, sin laboratorios ni alicientes en el campo de la invención y de la experimentación, acababan suspendiendo dichas asignaturas la mayoría de ellos.
Ahora todo está cambiando. Hay ya colegios en los que los alumnos entran de lleno en la innovación, creando incluso nuevos robots y experimentando nuevos desafíos.
Quizás haya sido ese camino , incentivado por el ministerio de Educación lo que haya hecho despertar de repente una demanda tan importante para cursar ingeniería. Hasta el punto de que, en algunos centros, las inscripciones a los cursos de ingeniería empiezan a superar a los de derecho, que era la meca de la gran mayoría de los estudiantes brasileños.
Así, el país empieza a industrializarse también en la Universidad de la que tendrán que salir los futuros constructores del milagro económico que no puede limitarse a incentivar consumo y crédito fácil, sino que deberá ponerse al frente de un gran movimiento nacional de innovación científica y más cuando los jóvenes brasileños figuran hoy entre los más creativos del mundo.
Quizás así, el PIB de Brasil volvería a crecer y a poder competir en el exterior, en vez de quedarse a la cola, como lo hizo el pasado año de los otros países del Bric y de muchos de América Latina.
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