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Margallo atribuye la crisis diplomática con Caracas a un “malentendido”

El Gobierno duda si enviar al Príncipe a la jura de Maduro

Miguel González
El ministro de Asuntos Exteriores y de Cooperación, José Manuel García-Margallo.
El ministro de Asuntos Exteriores y de Cooperación, José Manuel García-Margallo. EFE

El ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo no pide disculpas, no ve motivo, pero intenta desactivar la crisis con Venezuela asegurando que la irritación de Nicolás Maduro, que llamó a consultas a su embajador en Madrid y amenazó con represalias, fue fruto de un “malentendido”.

Ayer, el jefe de la diplomacia española se esforzó por aclarar sus polémicas declaraciones del pasado lunes: “Dije que tomaba nota de que el Consejo Electoral Nacional había proclamado vencedor de las elecciones a Maduro. Dije que tomaba nota de que el candidato opositor, Henrique Capriles, había pedido un recuento y dije que la solicitud debía tramitarse y resolverse de acuerdo a la legislación venezolana y que, en el supuesto de que hubiese un recuento de votos, debía resolverse con rapidez. Acabé diciendo que las elecciones habían demostrado una gran polarización de la sociedad venezolana y que eran tiempos de tender puentes y abrir diálogo. Acabé diciendo, y es lo que digo ahora, que espero que las relaciones entre los dos gobiernos sean tan fraternales y amistosas como entre los dos pueblos”, concluyó.

Para disipar recelos, Margallo remitió al embajador español en Caracas, Antonio Pérez-Hernández, una cinta de vídeo con sus declaraciones íntegras, para que la entregase en la cancillería venezolana.

El ministro fue un paso más allá al subrayar que ayer se produjo una “novedad”: la decisión del Consejo Nacional Electoral de descartar un nuevo recuento convierte a Maduro en “presidente de la República de acuerdo con el ordenamiento constitucional”. Con estas palabras, el Gobierno español vino a reconocer el triunfo de Maduro, lo que hasta entonces no había hecho.

Los recelos subsisten, no obstante, como evidencian tres síntomas: que Margallo no hablara con su colega venezolano, Elías Jaua, para aclarar el “malentendido”; que Rajoy aún no hubiera remitido ayer un telegrama de felicitación a Maduro, y que el Gobierno no haya decidido quién le representará en la toma de posesión del nuevo presidente, el próximo viernes.

Desde 1996, el Príncipe ha asistido a más de 60 tomas de posesión de mandatarios iberoamericanos; es decir, todas salvo aquellas cuya legitimidad democrática está en duda. No enviar a don Felipe —que estuvo en el reciente funeral de Chávez— equivaldría a mantener una reserva sobre el triunfo de Maduro.

Fuentes diplomáticas sostienen, sin embargo, que no puede premiarse al nuevo presidente venezolano con la presencia del heredero de la Corona española después de que este haya realizado un gesto abiertamente hostil hacia España: llamar a consultas a su embajador en Madrid. “Habrá que esperar al desarrollo de los acontecimientos”, alegan.

Los síntomas no son buenos. Las autoridades venezolanas han llamado a varias de las más importantes empresas españolas con presencia en su país para advertirles de que sus intereses pueden sufrir si se deterioran las relaciones bilaterales.

Margallo no entiende la desproporcionada reacción de Maduro ante sus “medidas palabras”, coincidentes por otra parte con las valoraciones de la Unión Europea o la Organización de Estados Americanos (OEA). El contraste se da con los países latinoamericanos, que casi sin excepción —desde Chile a Brasil o México, además de los socios del ALBA— han felicitado a Maduro por su victoria.

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Sobre la firma

Miguel González
Responsable de la información sobre diplomacia y política de defensa, Casa del Rey y Vox en EL PAÍS. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) en 1982. Trabajó también en El Noticiero Universal, La Vanguardia y El Periódico de Cataluña. Experto en aprender.

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