El Partido Republicano concluye que con su política no volverá a la Casa Blanca
La dirección conservadora pide apoyar la reforma migratoria, acercarse a los jóvenes y moderar la posición ideológica
En un dramático reconocimiento de la grave crisis por la que atraviesa la derecha de Estados Unidos, la dirección del Partido Republicano hizo público este lunes un informe en el que advierte que “será extremadamente difícil ganar próximas elecciones presidenciales” si no se acometen “reformas internas” profundas, se suavizan las posiciones ideológicas actuales y se abre el programa político para incorporar las preocupaciones de la mayoría de la población.
Entre los cambios propuestos por el presidente del partido, Reince Preibus, está el de abrirse a las minorías raciales y aceptar las demandas de la población hispana por una ambiciosa ley de inmigración que normalice la situación de los once millones de indocumentados. “Tenemos que respaldar y encabezar una reforma migratoria integral”, afirma el documento hecho público tras una reunión durante el fin de semana de los principales dirigentes republicanos. “Si no lo hacemos, el poder de convocatoria de nuestro partido seguirá disminuyendo”.
Entre los cambios propuestos por el presidente del partido, Reince Preibus, está el de abrirse a las minorías raciales y aceptar las demandas de la población hispana por una ambiciosa ley de inmigración que normalice la situación de los once millones de indocumentados
El Partido Republicano ha perdido cuatro de las seis últimas elecciones presidenciales, y en una de ellas –en la que el tribunal Supremo dio la victoria a George Bush-, perdió el voto popular aunque conquistó la Casa Blanca. Es una diferencia gigantesca con lo que sucedió entre finales de los años sesenta y principios de los noventa, cuando la derecha ganó cinco de las seis elecciones celebradas.
“La percepción del partido por parte del público ha alcanzado su punto más bajo. Los jóvenes cada día se alejan más de lo que el partido representa, y muchas minorías creen equivocadamente que al partido no le gustan o que no queremos que estén en el país”, reconoce el informe.
Corroborando esa percepción, una encuesta reciente de Pew mostraba que el 62% de los norteamericanos consideran que los republicanos no están interesados en sus problemas cotidianos. Según el seguimiento diario de la página de Internet RCP, un 79% de los ciudadanos desaprueba la actuación del Congreso, parcialmente controlado por los conservadores.
Sin mencionar expresamente el giro a la derecha ocurrido en los últimos años, especialmente desde la entrada en escena del Tea Party, la dirección admite que el partido se ha metido en una “vía ideológica sin salida”, con posiciones extremistas que satisfacen a los sectores más radicales pero crean desconfianza entre la mayoría de la población. “Nuestro objetivo no debería de ser la pureza universal, sino una conservadurismo mejor recibido”, advierte el informe.
“Es hora”, añade el documento, “de cambiar el curso, de modernizar el partido y de aprender a llegar a más gente, incluyendo a aquellos que comparten algunos pero no todos nuestros principios ideológicos”. “El Partido Republicano tiene que dejar de hablarse a sí mismo. Nos hemos convertido en expertos de cómo reforzar ideológicamente a los que ya piensan como nosotros, pero hemos perdido de forma devastadora nuestra capacidad para persuadir o aproximarnos a los que no están de acuerdo en todo con nosotros”.
Los jóvenes cada día se alejan más de lo que el partido representa, y muchas minorías creen equivocadamente que al partido no le gustan o que no queremos que estén en el país”
Los republicanos confiesan que se han convertido en una fuerza elitista y que son percibidos por los ciudadanos como políticos interesados en su propia agenda ideológica, sin sensibilidad ni interés por los problemas de los menos favorecidos. “La percepción de que el Partido Republicano no se preocupa por la gente está haciendo un gran daño al partido”, recoge el informe.
En ese sentido, resultó particularmente lesivo durante la última campaña electoral el comentario del candidato presidencial republicano, Mitt Romney, en el que explicaba que el 47% de los ciudadanos que depende en alguna medida de subsidios del estado no le interesaban. La semana pasada, el propio Romney expresó su arrepentimiento por esa frase que, según él, no reflejaba su verdadero pensamiento al respecto.
Pero no sólo ha sido esa frase. Durante la campaña de 2012, y ya antes, en realidad desde que Barack Obama ocupa la presidencia, las declaraciones de dirigentes republicanos poniendo en duda la nacionalidad del presidente, matizando el concepto de violación o criticando los derechos de los inmigrantes han sido abundantes.
El mensaje del partido ha quedado, en líneas generales, en manos de radicales del Tea Party o de jóvenes ultraideológicos, como Paul Ryan, el número dos de los republicanos en la Cámara de Representantes, en detrimento de figuras más instaladas y moderadas, como John McCain o John Boehner. Fue Ryan quien presentó la pasada semana una propuesta de presupuestos que incluye la eliminación del Medicare –el programa de ayuda sanitaria a los pensionistas- y su sustitución por bonos.
La dura autocrítica de ahora no garantiza que el partido sea capaz de cambiar su rumbo. Ni siquiera hay unanimidad en su seno de que realmente haya que hacerlo. El Partido Republicano ha fracasado en las elecciones presidenciales, pero no a nivel local. Tiene actualmente 30 de los 50 gobernadores del país, en muchos casos, con candidatos bastante radicales que se presentaron con agendas de cambio extremistas. No falta en el partido quienes creen que hay que persistir en esa línea de firmeza ideológica hasta que los votantes reconozcan su acierto.
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