Óscar Maradiaga, un papable progresista venido a menos
El cardenal hondureño Oscar Rodríguez Maradiaga está en la lista de los papables Su posición a favor del golpe de Estado de 2009 juegan en su contra
El 21 de enero de 2001, los hondureños celebraban la noticia de que el entonces papa, Juan Pablo II, nombraba como cardenal al arzobispo de Tegucigalpa, Oscar Rodríguez Maradiaga. El nombramiento ponía en el mapa a este pequeño y conservador país centroamericano, de poco más de 8 millones de habitantes. La euforia popular se alimentaba por el cariño que los hondureños tenían hacia el religioso, un hombre carismático que había tomado fama por sus posturas aparentemente progresista, sus críticas contra el capitalismo, la corrupción y la deuda externa que ahogaba a Honduras. Fiel a los dogmas del Vaticano, Rodríguez sonó como papable en 2005, tras el fallecimiento de Karol Wojtyla, y hoy, cuando se organiza un nuevo cónclave para elegir al sucesor de Benedicto XVI, su nombre vuelve a sonar, pero esta vez con menor fuerza.
Oscar Rodríguez Maradiaga nación en Tegucigalpa el 29 de diciembre de 1942 en un parto prematuro, por lo que su familia lo ofrendó a la Virgen. Él mismo ha dicho que tuvo una infancia feliz, en una Honduras provinciana. De niño quería ser piloto y de hecho aprendió a volar. La música también fue su pasión, aprendió a tocar guitarra y piano. Estudió con los salesianos de Tegucigalpa y más tarde, con esta orden religiosa, se preparó para el sacerdocio en El Salvador y Guatemala. Rodríguez Maradiaga fue visto como un joven sacerdote prodigioso, con una carrera en rápido ascenso. En 1978, con apenas 36 años, fue nombrado obispo auxiliar de Tegucigalpa y en 1993 Juan Pablo II lo nombró arzobispo de la capital hondureña. La gran noticia vino una década después, cuando también lo hizo cardenal.
En un artículo publicado en la revista Envío, de la Universidad Centroamericana de Managua, el sacerdote jesuita Ricardo Falla resumió, con un poco de sarcasmo, la algarabía desatada en Honduras por el nombramiento de Rodríguez Maradiaga. “Los ojos del mundo se volverían hacia nosotros porque Dios habría premiado nuestra pequeñez. Y hasta sería un beneficio económico para Honduras, porque el turismo crecería. Los turistas ya no solo vendrían a ver las Islas de la Bahía o las ruinas de Copán. Llegarían a ver la cuna donde Monseñor nació, la bicicleta que montó de pequeño, la guitarra que tocó de joven. Habría un museo destinado a su biografía”.
Quienes conocen al cardenal lo dibujan como un hombre culto, un teólogo de academia, políglota (además de español e inglés habla alemán, portugués, italiano, francés, latín y griego), conocedor de la Iglesia y la política latinoamericana (entre 1995 y 1999 fue presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano, CELAM) y, principalmente, es considerado un hombre de confianza de la Santa Sede, defensor de sus dogmas a tal punto que prohíbe que se repartan condones en las playas hondureñas durante las vacaciones de Semana Santa. En Honduras era muy querido por casi todos los sectores por forjarse una imagen de mediador en un país fuertemente polarizado, donde un pequeño grupo empresarial y la cúpula militar siempre han tenido un gran poder e influencia en las tomas de decisiones.
Rodríguez Maradiaga ha sido también famoso por su posición contra la deuda externa que ahoga a los países más pobres. Ha abogado públicamente porque esa deuda sea condonada, porque, ha dicho, impide el desarrollo. “Él dio una imagen de progresista, sobre todo en materia económica, por sus posiciones sobre la deuda externa, la globalización, el FMI. Parecía un tipo muy informado, un progresista”, dijo una fuente conocedora de la jerarquía católica centroamericana.
La imagen de progresista y reformador del cardenal cayó para muchos en 2009, cuando el expresidente Manuel Zelaya fue echado de la presidencia en pijama, y a punta de pistola enviado a San José, Costa Rica. En Honduras, sectores críticos al gobierno acusan a Rodríguez Maradiaga de apoyar a los golpistas y a de ponerse al lado de Roberto Micheletti, quien fuera el presidente de facto del país tras el golpe. En julio de 2009, en plena crisis golpista, la Conferencia Episcopal de Honduras hizo público un comunicado titulado “Edificar desde la crisis”, en la que los obispos del país afirmaban “que todos y cada uno de los documentos que han llegado a nuestras manos, demuestran que las instituciones del Estado democrático hondureño, están en vigencia y que sus ejecutorias en materia jurídico-legal han sido apegadas a derecho.- Los tres poderes del Estado, Ejecutivo, Legislativo y Judicial, están en vigor legal y democrático de acuerdo a la Constitución de la República de Honduras”. Los obispos también intercedían a favor del nuevo régimen ante la comunidad internacional, que había condenado el golpe: “A la comunidad internacional le manifestamos el derecho que tenemos de definir nuestro propio destino sin presiones unilaterales de cualquier tipo, buscando soluciones que promuevan el bien de todos.- Rechazamos amenazas de fuerza o bloqueos de cualquier tipo que solamente hacen sufrir a los más pobres”. El documento fue visto como un claro apoyo a los golpistas y su redacción se le atribuye al cardenal Rodríguez.
“Su involucramiento en defensa del golpe de Estado lo hizo a Rodríguez Maradiaga objeto de muchas críticas y sentimientos negativos de parte de sus fieles”, explica la fuente consultada. “En los ambientes informados del Vaticano el cardenal ya no es visto de la misma forma, porque el involucramiento en política de un cardenal de manera tan abierta nunca es bien visto por la Santa Sede. Su imagen se vino abajo con su apoyo al golpe”, agrega.
A Maradiaga también se le achaca el hecho de proteger a sacerdotes acusados por pederastia. La semana pasada la Red de Supervivientes de Personas que sufrieron Abusos por Sacerdotes (SNAP) publicó una lista de doce cardenales que no deben ser considerados papables por no afrontar los casos de pederastia en la Iglesia. En la lista incluían al cardenal hondureño, quien dijo en una ocasión que “con mucho gusto” iría a la cárcel antes de acusar a sus compañeros.
Estos días el cardenal se encuentra en el Vaticano en los preparativos para la elección del nuevo Papa, tras la renuncia de Josepth Ratzinger. El domingo Rodríguez Maradiaga ofició misa en la parroquia Santa María de la Esperanza, en Roma. Su nombre todavía resuena en como posible sucesor de Benedicto XVI, aunque él mismo ha dicho que no desea ser Papa. “No soy el adecuado. Es un trabajo incesante, sin descanso, en el que no hay tiempo para sí mismo, porque todo se concentra en el bien de la Iglesia”, dijo el cardenal. “No tiene ninguna posibilidad”, aseguró la fuente conocedora de la jerarquía católica centroamericana.
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