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Perfil
Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

Peter Erdö, un Wojtyla sin sonrisa

Su energía y su capacidad de comunicación recuerdan al joven que se convirtió en Juan Pablo II

El cardenal húngaro Peter Erdö llega al Vaticano el pasado 4 de marzo para las reuniones previas a la elección del papa.
El cardenal húngaro Peter Erdö llega al Vaticano el pasado 4 de marzo para las reuniones previas a la elección del papa.VINCENZO PINTO (AFP)

El actual arzobispo de Esztergom-Budapest, Peter Erdö, tiene uno de esos cerebros privilegiados capaces de adentrarse en las profundidades de la Teología y del Derecho Canónico acaparando premios y doctorados cum laude. Con 60 años, es el primado de Hungría, dirige la diócesis más importante del país, y preside la Conferencia de Obispos Europeos que engloba 33 países. Habla latín, inglés, alemán, español e italiano. El domingo pasado, en la homilía que dirigió a los fieles, mayoritariamente húngaros, en la Iglesia de Santa Balbina de Roma, asombró a los periodistas que se acercaron a oírle con unas parrafadas en perfecto italiano. Si la Iglesia busca un líder enérgico y capaz, joven y con buena salud, el cardenal Erdö, que ha aparecido aquí y allá, en la lista de papables, parece un buen candidato.

Su energía y su capacidad de comunicación recuerdan al joven Karol Wojtyla cuando fue elegido papa en octubre de 1978, con 58 años de edad. Pero, hay un pero. Wojtyla desbordaba energía pero también humanidad. Tenía facilidad para dirigirse a las personas. Desprendía calor humano. Peter Erdö, con sus rasgos eslavos tan bien trazados, que recuerdan tanto al Papa polaco, no consigue sonreír con naturalidad. Hay algo en él seco y abrupto.

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Erdö nació en Budapest, el 25 de junio de 1952. Es el mayor de seis hermanos, hijos de una pareja de intelectuales. Después del seminario, estudió Teología en la universidad de Budapest, se doctoró y se lanzó de lleno al Derecho Canónico. Completó su formación en Roma, y en California. Y ha dado clases en Argentina. Cardenal por decisión de Juan Pablo II, que le impuso la birreta en 2003, es uno de los 48 electores que ya han participado en un cónclave.

De Erdö se dice que es un hombre claramente conservador, y profundamente anticomunista. Un rasgo, este último, que comparte también con Wojtyla la aversión por el comunismo. En 1996 envió un telegrama al presidente George W. Bush para agradecerle el apoyo prestado por la legación estadounidense a la jerarquía católica húngara durante la revolución de 1956 contra el poder soviético.

Tras las elecciones europeas de 2009, que favorecieron al PPE, el cardenal se declaró satisfecho del resultado. “Es una muestra”, dijo, “de que, pese a todo, la gente tiene un gran deseo de volver a los valores tradicionales que están en la base de la construcción europea”. Esto no significa que al arzobispo de Esztergom-Budapest se le pueda definir con una simple etiqueta política. Es un hombre complejo. Galardonado por las comunidades judías de su país, en 2006, por su contribución al acercamiento entre Iglesia Católica y estos colectivos, parece muy consciente del pasado de Europa y de los retos que tiene planteados.

A su juicio, los dos desafíos más importantes a los que se enfrenta el Viejo Continente son, por un lado, la reconciliación entre los pueblos de la Europa del Este, y en particular de los Balcanes, ensangrentados por guerras recientes. Por el otro, la solidaridad social, en momentos de grave crisis económica como la actual.

Uno de sus principales caballos de batalla ha sido el de la educación religiosa. En mayo de 2009 arremetió en Estrasburgo, contra “la idea laicista” que considera la religión como un asunto privado del individuo, porque, “no respeta el aspecto comunitario de la libertad, y niega algo que es constitutivo de la propia religión”. En el mismo acto, y contra los partidarios de eliminar la religión católica de los planes de estudio, Erdö manifestó su convicción de que, al contrario, “la educación religiosa puede jugar un papel decisivo, en una época en que muchos perciben los signos de una crisis, no solo económica y financiera, sino de valores y de sentido de la propia vida”. Con el cardenal Erdö el combate está servido.

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