“Hugo Chávez nos enseñó a respetar a América Latina”
El español Juan Carlos Monedero, profesor de Ciencia Política de la Complutense, ha sido su asesor presidencial durante nueve años
Juan Carlos Monedero, de 50 años, es quizá el español que más de cerca y durante más tiempo, casi una década, ha tratado al presidente venezolano recién fallecido, del que ha sido asesor político desde el año 2004. Ha sido fundador del Centro Internacional Miranda, que ha asesorado a Hugo Chávez hasta su muerte. Profesor titular de Ciencia Política en la Facultad de Políticas y Sociología de la Universidad Complutense, Monedero estudió en la Universidad alemana de Heidelberg donde escribió una tesis muy crítica sobre el socialismo en la República Democrática Alemana.
Pregunta. ¿Cómo entró en contacto con Hugo Chávez?
Respuesta. Gracias a sus enemigos. En 2002, yo era asesor de Gapar Llamazares, coordinador de Izquierda Unida. Fue entonces cuando Chávez sufrió el golpe de Estado, como reconoció José María Aznar al ser preguntado: supe pues que si el Vaticano, los americanos y la oligarquía eran sus enemigos y estaban contra él, Chávez debía de estar haciéndolo bien. En 2004 me ofrecieron hacerme su asesor, y acepté, tras dejar la asesoría con Llamazares.
P. ¿Comenzó a colaborar con él?
R. Sí, en el mismo palacio de Miraflores de Caracas.
P. ¿Cómo era Hugo Chávez, cuál era su rasgo más característico?
R. Le dolía enormemente su pueblo. La gente del pueblo le reconocía y le sentía como a uno de ellos. En Basil, en Uruguay, desataba mucha pasión y afecto.
P. ¿Qué destacaría de su personalidad?
R. Su inteligencia, su memoria prodigiosa y su enorme capacidad de trabajo –era capaz de laborar 24 horas seguidas- , tanta, que volvía locos a sus colaboradores.
P. ¿A usted también?
R. Sí. Podía estar recitando poemas una hora seguida, como le escuché una vez en Montevideo junto al cantante y poeta Daniel Viglieti (autor de “A desalambrar”).
P. ¿Le atribuye alguna afición especial?
R. Devoraba los libros. Siempre me pedía libros. Si tuvo alguno de cabecera serían los referidos a Simón Bolívar.
P. ¿Cree o no que poseía sensibilidad para los asuntos internacionales?
R. Cuando se gestaba el UNASUR (mecanismo de integración latinoamericana) le vi desplegar esfuerzos sobrehumanos para que países como Colombia o Chile se integraran. Si tenía que bajar sus banderas para que otros las alzaran, no dudaba en hacerlo. He visto a Lula, Evo Morales, Correa y Lugo, dándole las gracias por todo lo que les había ayudado. “Ahora que estamos unidos, vemos lo difícil que ha sido lograrlo, luego cuando tú estabas solo, ¡cuánto has tenido que padecer!”, les escuché decirle. Verdaderamente, Lula adoraba a Hugo Chávez.
P. ¿Alguna crítica?
R. La oposición venezolana le llamaban “la Regaladera” por su ayuda generosa a los países de su contorno. Qué distinto trato daba a sus vecinos del que nos propina a nosotros Ángela Merkel.
P. Como politólogo, ¿cómo definiría a Hugo Chávez?
R. En la perspectiva del pensador latinoamericano Ernesto Laclau, lo definiría como un populista de izquierdas, entendiendo el populismo como surgido en Venezuela en un momento histórico de reconstrucción del cemento social. Hay que recordar que Chávez llega al poder en Venezuela tras 25 años de políticas de ajuste, como a las que ahora nos somete el Partido Popular. Venezuela era entonces un país desestructurado, resignado, sin esperanza. El populismo se convierte pues en la herramienta política para consumar un proceso destituyente de las ruinas políticas y para comenzar otro proceso, constituyente, de construcción de un modelo político nuevo.
P. ¿Cómo veía a su pueblo?
R. Me sorprendió mucho que un pueblo como el venezolano, al que se consideraba analfabeto, llevaba en el bolsillo su Constitución, que habían discutido entre todos los venezolanos. Aquí, sin embargo, pese a que se nos considera alfabetizados, se nos dice que no se puede abrir el melón constitucional porque no estamos preparados. Chaves me enseñó a respetar a los pueblos de América Latina. Vibraba con todo lo relacionado con los pueblos del continente, su música, su arte, su belleza. Se deleitaba escuchando a Dudamel y la Joven Orquesta de Venezuela…
P. ¿Recuerda alguna anécdota personal con él?
R. Muchas. Una vez en un ¡Aló presidente!, él hablaba sobre el expolio de Colón y los conquistadores españoles. Yo me escondía detrás de una senadora, Piedad Córdoba. Pero él me buscó y, recordándome mi apellido, que le hacía gracia, me dijo: “Monedero, no te escondas y vete calculando cuántas toneladas de monedas de oro y plata nos tenéis que devolver”. Por otra parte, había otra España, la que le ayudaba, como la que yo representaba, que le convocaba y le recordaba al exilio republicano.
P. ¿Algun desencuentro durante sus nueve años de asesor?
R. Una vez, en 2009, durante una sesión de balance crítico del Proceso Bolivariano se molestó mucho, pero reconoció que la crítica desempeñaba un papel esencial. En otra ocasión estaba yo en directo en la televisión y me llamo para saludarme y agradecerme mis juicios, con lo cual demostró que si bien otras revoluciones devoran a sus hijos, la suya se proponía aceptar y hacer prevalecer la autocrítica.
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