El Visma de Vingegaard domina la contrarreloj por equipos de la París-Niza y pone a Jorgenson de líder
El Movistar muestra su progreso en la especialidad que ejemplifica mejor la revolución científico técnica del ciclismo, con Romeo y Castrillo a 55s en la general


En el kilómetro 14, a mitad de camino hacia el Loira que se encuentra plácido con el Nièvre en la ciudad de Nevers, los ciclistas pasan por el punto de cronometraje intermedio instalado al borde la carretera en un pueblo llamado La Chaume des Pendus, un nombre (La paja de los ahorcados, en español) que les habla de tiempos más duros, quizás de cuando los ciclistas más que deportistas de alto rendimiento eran considerados condenados a trabajos forzados, y a sí mismos se veían así. Qué anacronismo, podrían jurar, mientras pedalean conjuntados —es una contrarreloj por equipos; cada equipo, siete cuchillos— a más de 60 por hora y pasan en un rush, uno a rueda uno de otro, vagones que permutan posiciones constantemente mientras reposan un poco después de haber hecho su relevo al frente, locomotora orgullosa en el páramo que desafía al viento. La prueba, la tercera etapa de la París-Niza, es más una demostración de potencia económica, tecnología, material y aplicación de las últimas modas científicas que un mero desafío deportivo.
La victoria del Visma, a 56 kilómetros por hora de media, es tanto el triunfo de la calidad de un equipo liderado por Jonas Vingegaard y Matteo Jorgenson, —los dos grandes favoritos para el final—, como el orgullo de ingenieros, nutricionistas, aerodinamistas, biomecánicos, entrenadores y mecánicos del equipo holandés, que repite la victoria obtenida en 2023 en la misma carrera.
El noveno puesto del Movistar de los jóvenes Iván Romeo, de 21 años, el sueño, y Pablo Castrillo, de 24, a 48s solamente (y 1,5 kilómetros por hora más lentos), sitúa al equipo español, el último llegado a la revolución científico-técnica del ciclismo, en la liga de los mejores, y no solo por la calidad de sus ciclistas: a solo 7s del terrible UAE, a 16s del Ineos de los croners Jungels y Tarling, y pionero de la vanguardia, y a 18s del Lidl-Trek de los grandes rodadores daneses que no piensan en la general y el conocimiento local de Julien Bernard, hijo de Jean-François, de la generación de Indurain y Perico, e ídolo local en Nevers.
En la general, Jorgenson es el líder con 6s de ventaja (una bonificación el segundo día) sobre su compañero Vingegaard. Los mejores españoles, Romeo y Castrillo, a 55s.
Antes de enfangarse en carreteras locales con largos repechos en los que hay que mimar a las locomotoras –los ciclistas con más cuerpo y más vatios en el motor, Milesi y Moro por el Movistar; Affini y Hagenes por el Visma, por ejemplo—para que lleguen vivos hasta el kilómetro 23, donde el muro de la Pisserotte (El renacuajo) deja en solitario a los líderes del equipo –Buitrago en el Bahrein, Skjelmose en el Lidl, Vingegaard, Castrillo, Jorgenson, Romeo-- esprintando a tutta hasta el final, la contrarreloj sale, apropiadamente, del circuito automovilístico de Magny Cours, y en sus boxes, tantas horas trabajó allí Alain Prost, los equipos visten a sus ciclistas, motores sus organismos, de carrocería de Fórmula 1 para acoplar sobre las bicicletas creando un todo de cada uno, un centauro en cierta manera, tan pegado, tan acoplado e inmóvil es el ciclista, su casco, su ropa aerodinámica, su espalda casi recta, sus brazos apoyados, cerrados en el manillar…
Cada director recorre los boxes con una calculadora de vatios, sumando ganancias en las ruedas y llantas, el perfil del manillar, las gafas del casco con tejadillo en la nariz, y hasta en la longitud de las bielas, la barra que une al pedal con el eje, que Indurain llegó a usar de hasta 190 milímetros bajo la teoría de que cuanto más largo el mango más fuerte golpeaba el martillo, y ahora han bajado hasta 150mm incluso, una cuarta parte casi menos. “Nuestro casco es el mismo, solo tiene cambios estéticos”, explica Jon Iriberri, biomecánico del Visma e impulsor de los cascos espectaculares que estrenó el equipo hace un año. “La mayor innovación que hemos hecho es la utilización de bielas más cortas, entre 150 y 165mm, para que la pierna se mueva menos y, fruto de ello, la aerodinámica mejore”.
Con la calculadora, Iván Velasco, exciclista, ingeniero y director de rendimiento del Movistar transforma los vatios en velocidad, en minutos y en segundos. También conoce los estudios sobre la mayor eficiencia de las bielas cortas y sus ciclistas se han hecho adeptos. “Son más aerodinámicas, sí, seguro, pero yo creo que la clave es el paso a 0 grados [de los 360 de la circunferencia de la pedalada] con la cadera más abierta, y eso sí que es eficiente”, explica Velasco, contento al 80% con la actuación del equipo. “Mi cálculo era que lo haríamos 15s mejor, pero la realidad es que nos falta aún algún detalle que pulir, pero la lectura es positiva. Teníamos a cuatro jóvenes al frente, ¿eh? Vamos progresando. Espero que en el futuro cercano estemos algo mejor”.
Aunque ganó la pasada París-Niza en la última etapa, Jorgenson, un norteamericano de 25 años que justamente creció en el Movistar, vestirá de amarillo por primera vez en la etapa del miércoles, la víspera de la primera llegada en alto, a La Loge des Gardes (Puesto de guardia), en los bosques de roble para toneles de vino del Allier, la montaña de los Borbones. Los de la carrera entrevistan a los dos líder del equipo, Vingegaard, el boss siempre, que nunca ha ganado la París-Niza, y está deseando hacerlo, y Jorgenson, que lleva el dorsal número uno, se siente legitimado para ser el líder y lo mira con cara de póker cuando habla. “Creo que mi forma es bastante buena, para ser sincero. Me siento cada vez más fuerte, cada día mejor, lo mismo que en el Algarve [primera carrera del año, que ganó].”, dice el danés ganador de dos Tours y segundo en tres, y quizás se encuentre en una situación parecida a la de la Vuelta de 2023, cuando debió dejar ganar a Sepp Kuss. “Sí, mi compañero de equipo es el líder. Estamos 1-2 en la general, así que estaría bien que pudiéramos mantenerlo así durante el resto de la semana”.

En la Tirreno-Adriático, Italia encuentra consuelo en sus dos gigantes del cuarteto de persecución en pista oro en Tokio 2021, Filippo Ganna y Jonathan Milan. Si Ganna, barbudo como un lobo de mar, ganó la contrarreloj inicial, Milan, más llegador que contrarrelojista, ganó la segunda al sprint en Follonica —arrancó de lejos y sacó de rueda a quienes perseguían— un día en el que Juan Ayuso (tercero en la general a 22s de Ganna) consiguió 1s de bonificación en una meta volante. Y, por supuesto, tanto Ganna como Milan son ya los favoritos italianos para la classicissima, la Milán-San Remo del sábado 22.
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