El sillón de Bolívar queda vacante
La influencia de Chávez en Latinoamérica será difícil de reemplazar sin los millones de barriles de petróleo que repartió el mandatario en el continente
Hugo Chávez tenía carisma entre la gente con carisma, conocía la ciencia y el arte del abrazo, sabía acoger a las personas por un segundo y hacer que se sintieran únicas, atendidas, tal vez amadas, aunque algunas de ellas fueran jefes de Estados muy duchos también en la ciencia de los abrazos. Pero Hugo Chávez, además, tenía petróleo. Con esas dos armas conquistó el corazón de un buen trozo de Latinoamérica. Jamás habría alcanzado la influencia que tuvo si no hubiese hecho un uso muy generoso de las reservas de su país. Pero sería un error pensar que esa influencia se debió solo al petróleo.
Es cierto que durante muchos años Venezuela ha suministrado 100.000 barriles de crudo diarios a Cuba a precios preferenciales y que el 60% de la energía que consumen los cubanos proviene de Venezuela. Es cierto también, como han recordado Reuters y BBC Mundo, que entre 2004 y 2007, cuando la Argentina de Néstor Kirchner no conseguía acceder a los mercados financieros internacionales, Venezuela le compró bonos por valor de unos 4.000 millones de euros. La conexión con Argentina llegó hasta tal punto que en 2007 estalló lo que se conoció como el escándalo de la valija o del maletín: el empresario venezolano Guido Alejandro Antonini Wilson, alias El Gordo, fue descubierto por los servicios aduaneros de Argentina cuando intentaba ingresar en el país, tras llegar en un viaje oficial, un maletín con 790.000 dólares, más de medio millón de euros. El FBI indicó que el objetivo de ese dinero era apoyar la campaña de Cristina Fernández para las presidenciales argentinas de ese año. Seis años después, el misterio del maletín continúa sin resolverse, pero las relaciones entre Argentina y Venezuela no se resintieron.
El poder de su chequera conseguía admiradores de forma instantánea. Chávez también socorrió a Uruguay en el tiempo de las vacas flacas. Lo explicaba el propio presidente uruguayo, José, Pepe, Mujica, en diciembre: "Cuando tuvimos un banco fundido que nos podía provocar una corrida bancaria nos dio una mano y cargó con un clavo. Nos abrieron mercados. Habría que preguntarles a Conaprole y Calcar —empresas lácteas uruguayas— cómo les va en Venezuela. Eso no cayó del cielo, esa apertura de mercado fue clara voluntad política". Mujica lo definió alguna vez y volvió a definirlo ayer como "el gobernante más generoso que haya conocido".
Rafael Correa en Ecuador y Evo Morales en Bolivia aplicaron muy pronto la terminología revolucionaria de Chávez, sus insultos hacia las políticas del Fondo Monetario Internacional, su rechazo también a esas políticas. Su enfrentamiento frontal con los medios de comunicación más críticos, su control sobre el poder judicial —durante sus 14 años como presidente el Tribunal Supremo nunca falló en contra del Gobierno— y sobre todo, su técnica de polarizar la sociedad, de dividirla con una raya entre revolucionarios o —póngase el insulto que uno prefiera— pitiyanquis, escuálidos, burgueses, oligarcas… Todo eso también se expandió por Latinoamérica a medida que iba ganando elecciones en su propio país.
Y también se expandieron sus planes sociales, los planes que llegaban a la gente más pobre. Siempre, con la ayuda del petróleo. Al final de sus días, entre tanto carisma, tanto "amor revolucionario" y tanto petróleo consiguió lo que llevaba muchos años intentando: la incorporación de Venezuela a Mercosur. Aprovechó la expulsión temporal de Paraguay, a consecuencia de la destitución de un día para otro de Fernando Lugo, para que Argentina, Brasil y Uruguay lo metiesen por la puerta de atrás en Mercosur.
Ahora, cualquier líder latinoamericano que pretenda ejercer la misma influencia que Chávez tuvo sobre sus pares, deberá contar no solo con mucho carisma y simpatía, sino con una generosidad petrolera que no todo el mundo podrá permitirse.
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