La monarquía de Jordania cede poderes para evitar una revolución
Las elecciones del martes dan un éxito a los grupos tribales progubernamentales
A la defensiva por la caída de cuatro regímenes en la zona, la familia real de Jordania ha iniciado una serie de cambios que, según el rey Abdalá II llevarán a una monarquía constitucional plena y según la oposición islamista y de izquierdas no son más que retoques cosméticos para perpetuarse en el poder. Las elecciones parlamentarias del miércoles, en las que ganó una mayoría de candidatos tribales progubernamentales, son uno de los signos más visibles de esa lenta mutación de la monarquía, que, entre otras cosas ha llevado a la reina Rania a presentar una imagen más sobria, y a cambiar los eventos de la alta sociedad internacional por actos centrados en asuntos como la pobreza o la educación.
De momento, la nueva Cámara baja de Jordania será capaz de elegir primer ministro, una facultad que hasta ahora recaía sobre el rey. Este mantendrá sus funciones en política exterior y seguridad nacional. Son cambios modestos, propiciados por las revueltas de la primavera árabe, que hicieron caer regímenes en Túnez, Egipto, Libia y Yemen, y que han puesto a Bachar El Asad en Siria al borde del derrumbe. Los grupos opositores en Jordania no han ganado excesiva tracción, algo que quedó en evidencia en las elecciones. Aunque llamaron al boicot, la participación fue, con un 56,5%, mayor de lo esperado.
“Creo que las elecciones son un momento importante, sobre todo dado el hecho de que en los meses previos ha habido en Jordania una voluntad de permitir un debate público sobre asuntos que hasta ahora han sido tabú. Es reflejo de una región cambiante, en la que las expectativas públicas son diferentes a hace dos años”, explica Scott Mastic, del Instituto Internacional Republicano de Estados Unidos, observador internacional en los comicios. “Ahora la cuestión es si esas reformas serán cosméticas o estructurales. Depende de qué continuidad se dé desde palacio a los cambios”.
El rey concedió el 13 de enero una entrevista con el semanario francés Le Nouvel Observateur en la que expresó su apoyo a una monarquía constitucional y en la que dijo: “Lo que estamos tratando de conseguir en Jordania, en términos del programa de reformas evolutivas y democratización interna, es una serie de garantías de pluralismo y un equilibrio de poderes para una democracia que funcione de forma adecuada”. Desde el inicio de las protestas, en 2011, Abdalá II ha cambiado cuatro veces de primer ministro. El quinto será elegido por la nueva Cámara baja.
Últimamente, la familia real ha optado por un perfil discreto, diferente a una antigua vida de fastos recogidos en el papel cuché de todo el mundo. “Los cambios cosméticos como esos no significan nada para la población que busca una reforma sustancial que de verdad signifique algo”, opina Labib Kamhawi, prominente politólogo jordano. “Esos retoques no contribuyen a un verdadero cambio del status quo, y es más, pueden frustrar a la ciudadanía, que en este periodo postelectoral tiene grandes expectativas sobre el camino que sigue la nación”.
Hoy la reina Rania compareció en la conferencia anual del Foro Económico en Davos. La semana pasada había participado en una conferencia sobre pobreza energética en Emiratos Árabes Unidos. Los opositores la han acusado de haber llevado una vida de lujo mientras el país vive una dura situación económica, con un desempleo del 12,5%, una renta per capita de 4.400 euros y una proporción de deuda pública en relación al Producto Interior Bruto cercana al 60%. Diversos recortes en los subsidios del Gobierno han encarecido el precio del gas hasta un 54%.
Según Oraib Al-Rantawi, director del Centro Al Quds para los Estudios Políticos de Jordania, el país puede ver en el futuro una monarquía constitucional plena. “No sé exactamente cuándo sucederá. Depende del balance de poderes y de cómo evolucione el bloque reformista”, explica. “Estamos en un momento en el que no hay suficiente presión ni interna ni externa sobre el régimen. Para algunos poderes, como Estados Unidos, es más importante la estabilidad que hacer grandes gestos a favor del reformismo. Y el movimiento popular de oposición aun es débil, y está dividido, no como en Túnez o Egipto”.
A pesar de las acusaciones de fraude de la sección jordana de los Hermanos Musulmanes, los 7.000 observadores desplegados de forma independiente para los comicios certificaron que estos fueron justos y transparentes. El problema, para muchos opositores, es que sólo se permitirá que 27 escaños sean ocupados por candidatos adscritos a listas políticas, con sus propios programas. La inmensa mayoría de escaños, 123, corresponden a candidatos que se presentan de forma individual, con lazos familiares y tribales, algo que, según los activistas, favorece al Gobierno.
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