La dura batalla por Virginia
Barack Obama venció en Virginia en 2008, la primera vez que el estado apoyaba a un candidato demócrata desde 1964
“Yo voy a votar a Obama, estoy seguro de que en Richmond va a ganar. No sé lo que pasará en el resto del Estado, pero aquí lo va a conseguir”, comenta Marshall Green, de 25 años, a las puertas de la Biblioteca Pública de la capital de Virginia, convertida por una jornada en centro electoral. Los centros electorales en este Estado abrieron a las 06.00 de la mañana hora local (las 12.00 en la España peninsular).
Virginia es un Estado vital para ambos candidatos, tanto para el presidente Barack Obama como para el republicano, Mitt Romney, a pesar de que no se haya invertido el mismo dinero que en el decisivo Ohio. Este Estado reparte 13 votos electorales (de los 270 que necesita un candidato para ganar) que pueden desequilibrar la balanza a favor de uno y otro y, a pesar de contar con una larga historia republicana, que podría dar cierta tranquilidad a Romney; hay que recordar que en 2008 Obama se convirtió en el primer demócrata en ganar aquí desde 1964.
Virginia es un Estado dividido. Por tradición, las zonas más cercanas a Washington son más favorables al actual mandatario de EE UU, y las zonas rurales y costeras, próximas a bases militares, respaldan más al candidato republicano. Durante las dos últimas semanas, las encuestas han ofrecido distintos resultados. En cinco ocasiones, los sondeos han mostrado que la victoria sería para Obama; en cuatro, que Romney era el favorito y, en otras dos, hubo empate técnico, según Real Clear Politics.
La de este martes ha sido una jornada electoral con grandes colas y retrasos en la capital de Virginia, salvo para aquellos que han acudido a votar a primera hora de la mañana. “Fui antes de ir a trabajar. Había mucha gente pero ha sido rápido”, explica Mary López, latina de 35 años. Con el paso de las horas, las esperas se convirtieron en habituales en Richmond.
Según algunos votantes, el problema principal ha sido la verificación de los datos. “Algo no va bien. He conseguido votar, pero después de más de una hora”, se lamenta, Robert, de 65 años mientras muestra con orgullo su pegatina de “Yo he votado". “Hay mucho retraso. Ahora están dando cita. Yo vuelvo en una hora y media. Es mejor que esperar dentro”, añade Christine, afroamericana de 27 años.
En la Biblioteca municipal de Richmond, dos personas son las responsables de las identificaciones. Si detectan cualquier error se lo comunican a la responsable, y ésta toma la decisión sobre el voto, explica Roman Pall, de 30 años. “Hay cuatro máquinas para votar. Eso está bien. El problema es humano”, dice rotundo este joven, quien no ha llegado a emitir su voto. “Los retrasos en la verificación de datos no pueden continuar. Esta situación provoca que la gente se desespere, pierda la paciencia y se vaya a casa sin depositar su papeleta y no se puede permitir”, explica Andrew Ruggins, demócrata de 50 años, a las puertas del mismo centro.
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