El legado agridulce del gobernador Romney
La mayor gesta de Romney en Massachusetts representa un gran conflicto para él
Para su retrato oficial, que cuelga aquí en el edificio del capitolio estatal de Boston, Willard Mitt Romney, gobernador número 70 de Massachusetts, dio precisas instrucciones de cómo debía pintarle el artista Richard Whitney: sentado en su escritorio, con una foto de su mujer a su izquierda y, ante ella, un legajo de papeles, en cuya portada se ve un caduceo, que en Estados Unidos simboliza la medicina. Es la ley de reforma sanitaria, que Romney logró aprobar en Massachusetts en 2006. La eligió para que pasara, con él, a la inmortalidad política. Hoy, es un legado agridulce, del que Romney huye ante los republicanos y que defiende con timidez para cortejar a los electores independientes.
El legado de Romney como gobernador se ha convertido en un asunto fundamental en la campaña electoral, y ha salido a relucir en los dos debates organizados hasta la fecha, sobre todo en el último, celebrado el martes en Nueva York. En él, Romney dijo que cuadró los presupuestos de su Estado y buscó la paridad en su gabinete. Sobre la reforma sanitaria no dijo nada. En sus cuatro años de gobierno en Massachusetts, con un congreso estatal controlado por los demócratas, tuvo poco tiempo para reformas. Se veía con las manos atadas, y por eso decidió impulsar una ley sanitaria. No sabía entonces que, desde la presidencia nacional, Barack Obama la tomaría como modelo para una reforma nacional que se ha convertido en la bestia negra de los republicanos.
“Es un problema intrínseco en Romney: carece de principios. Cambia de valores según le conviene. El caso de la reforma sanitaria es ejemplar. Aprobó una legislación histórica, que instauró la sanidad universal en el Estado, y renuncia a ella porque no le conviene políticamente”. Quien así retrata a Romney es Shannon O’Brien, la demócrata que se enfrentó a él por el gobierno de Massachusetts en 2002. Comenzó con 10 puntos de ventaja en las encuestas, para caer sepultada por la maleabilidad de Romney, dispuesto a adaptarse a lo que los electores esperaran de él. “Ya predije que Romney emplearía Massachusetts para promocionarse para cargos mayores”, añade.
La idea de la reforma sanitaria le sobrevino a Romney en 2004, en una reunión con Jonathan Gruber, profesor de Economía en el Instituto de Tecnología de Massachusetts. “Romney me dijo que consideraba que reformar la sanidad era una obligación moral. Yo le expliqué que no funcionaría sin un mandato individual”, recuerda ahora Gruber. El mandato individual, la obligatoriedad de que todos los residentes del Estado contraten una póliza de seguro, fue una idea revolucionaria en su momento. “Es una forma de asegurarse de que las aseguradoras comercializan seguros a un precio justo, ampliando la base de clientes”, añade Gruber, quien acabó por asesorar al presidente Obama en el asunto.
Romney tenía las manos atadas en los demás asuntos. Era una persona de convicciones conservadoras al mando de uno de los Estados más progresistas de la Unión. Para ganar, se había presentado como un moderado en asuntos como el aborto o los derechos de los gais. “No hay una onza de intolerancia en él”, explica Jonathan Spampinato, que es abiertamente gay, y fue subjefe político de su campaña electoral. “Desde el principio de su campaña dejó claro que no apoyaba el matrimonio gay. Ha mantenido esa postura desde que le conozco”. El caso es que, dependiendo de su audiencia, Romney saca a relucir esa oposición a las uniones homosexuales o no.
Durante su mandato, Massachusetts vivió un momento histórico para los activistas gais. Muy a pesar del gobernador. En 2003, el Tribunal Supremo del Estado aprobó el matrimonio homosexual, por la vía judicial. Romney, con un ojo puesto ya en la presidencia, decidió convertirse en un cruzado contra esas uniones. Defendió enmiendas constitucionales para prohibirlas. Participó en mítines religiosos. En 2005, durante una visita a Carolina del Sur dijo de los gais, con aire casi de repugnancia: “Algunos hasta tienen hijos naturales nacidos de ellos mismos”.
Romney hizo toda una costumbre de la práctica de hablar mal de sus electores fuera de su Estado. Todo tenía una lógica: en 2005 ya había decidido que no aspiraría a un segundo mandato. Abandonaría el gobierno en 2007, para presentarse inmediatamente a sus primeras primarias a Presidente en el Partido Republicano, que perdería frente a John McCain. En ellas, apelaría a un electorado muy conservador. Y para cortejarlo, renegó de lo que podía ser un legado moderado en Massachusetts. En casa no sentó muy bien. Y hoy en día, aquí en Boston no se tiene un gran recuerdo del exgobernador.
“Sólo dos años después de tomar posesión de su cargo aquí, Mitt Romney ya tenía sus miras puestas en Washington. Las expectativas habían sido muy altas, y el electorado quedó muy decepcionado. Era evidente que estaba usando este Gobierno para otros propósitos”, explica Thomas Whalen, profesor de Ciencias Sociales en la Universidad de Boston. “Eso ha creado la tragedia que vive su campaña: su mayor logro, la reforma sanitaria, es algo de lo que he se ha visto obligado a huir, porque va en contra de la ortodoxia republicana”, añade.
De los cuatro años en que Romney fue gobernador, pasó 467 días, más de un año, fuera del Estado. Aquello irritó profundamente a los ciudadanos. Con frecuencia iba de vacaciones a New Hampshire o Utah. Y cuando hacía viajes de promoción política, no se ahorraba las burlas. En 2005, en un cónclave de votantes republicanos en Carolina del Sur, dijo: “Ser un republicano conservador en Massachusetts es como ser un ganadero en una convención de vegetarianos”. Aquello sentó mal. Un grupo anónimo en su Estado comenzó a distribuir mensajes de “se busca” con la faz del gobernador, junto a la frase: “¿Quién me ha visto?”.
Ahora, que roza la Casa Blanca, no hay en este Estado grandes muestras de emoción hacia la campaña de Romney. Cuando en los debates dice “mi Estado”, se refiere a Massachusetts, pero aquí no se dan por enterados. Romney nació en Michigan. Vivió mucho tiempo en Utah. Pasa mucho tiempo en California y New Hampshire. Y aquí en Boston, casi nadie le ve como uno de los suyos.
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