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El primer ministro etíope muere a causa de una enfermedad

Meles Zenawi, de 57 años, llevaba más de 20 años en el poder El portavoz del Gobierno ha indicado que ha muerto en el extranjero No se sabe cuáles son las causas exactas del fallecimiento

El primer ministro etíope, Meles Zenawi, en junio de 2008.
El primer ministro etíope, Meles Zenawi, en junio de 2008.CRIS BOURONCLE (AFP)

Ha muerto Meles Zenawi, primer ministro y expresidente de Etiopía, que llevaba en el poder desde 1991, según informó esta mañana la televisión estatal etíope.

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Hacía casi dos meses que Zenawi, que tenía 57 años, no aparecía en público y había rumores sobre su estado. El Gobierno confirmó hoy que Zenawi se encontraba en el extranjero para ser tratado sobre su salud y que ha fallecido fuera de Etiopía. El Ejecutivo no ha aclarado dónde ni cuál fue exactamente la causa de su muerte, aunque ciertas informaciones lo situaban en un hospital de Bélgica y afectado de alguna enfermedad en el estómago.

Zenawi llegó al poder como líder de una alianza de grupos rebeldes que, tras años de guerra de guerrillas, acabó en 1991 con la dictadura militar de Mengistu Haile Mariam. Zenawi se mantuvo firmemente en el poder desde entonces, primero como presidente de un Gobierno de transición y, desde 1995, como primer ministro.

Su pasado como líder guerrillero lo marcó. Zenawi siempre mantuvo un estilo de vida austero y autoritario y vivía con su mujer -también exguerrillera- y sus tres hijos en una pequeña casa dentro del antiguo recinto imperial en la capital, Addis Abeba. Se ha dicho de él que nunca tomaba vacaciones, que era un ávido lector, muy serio y trabajador y que casi nunca sonreía.

En su juventud, Zenawi era un marxista convencido, pero tras su llegada al poder se rigió siempre por el pragmatismo político. Abrió Etiopía a inversores extranjeros y se convirtió en el principal aliado de Occidente en el Cuerno de África y en uno de los mayores receptores de fondos internacionales. En total, casi 4.000 millones de dólares en ayuda al desarrollo llegan a Etiopía cada año. Además, Estados Unidos colabora militarmente con el Gobierno etíope, que ha intervenido en Somalia en dos ocasiones y también permite a los norteamericanos operar sus aviones no tripulados, o drones, desde territorio etíope para realizar ataques contra islamistas somalíes.

Siempre descrito como "muy inteligente", ya como primer ministro Zenawi estudió un Máster en Administración de Empresas a distancia en la Open University del Reino Unido, donde obtuvo unas notas excelentes. Durante su Gobierno, Zenawi consiguió impulsar el crecimiento económico de Etiopía y, según las cifras oficiales, el PIB del país creció una media del 11% al año entre 2006 y 2011.

Crecimiento económico frente a la ausencia de libertades

Pero el difunto primer ministro quería alcanzar este crecimiento macroeconómico a pesar de todo y de todos. Por ejemplo, su Gobierno ha sido criticado por desplazar a miles de personas de sus hogares para así ceder enormes extensiones de tierra a empresas extranjeras. Organizaciones ecologistas también han criticado a Etiopía por querer realizar grandes proyectos hidroeléctricos que podrían poner en peligro el entorno en el sur del país.

En 2010, durante la presentación de un plan quinquenal de desarrollo para su país, Zenawi expresó su defensa habitual contra estas críticas: "Estas organizaciones no quieren ver cómo África se desarrolla, quieren que sigamos subdesarrollados y atrasados para servir a los turistas occidentales como un museo".

Uno de los momentos clave de su Gobierno ocurrió en 1998. Ese año, una refriega en la frontera entre Etiopía y la recientemente independizada Eritrea se convirtió en una guerra total, que duró hasta 2000 y acabó con la vida de entre 70.000 y 100.000 personas. Desde entonces, la tensión se ha mantenido alta entre ambos países, que aún no han resuelto la disputa por la frontera, a la que han convertido en una de las más militarizadas del mundo.

Pero el momento más bajo de su carrera se produjo en 2005. La oposición obtuvo buenos resultados electorales ese año y miles de personas salieron a las calles para celebrarlo y manifestarse contra Zenawi. El Gobierno reprimió brutalmente estas manifestaciones, cientos de personas murieron y miles fueron arrestadas, incluyendo a muchos políticos de la oposición.

Más adelante, en julio de 2009, el Parlamento —en el que 545 de los 547 escaños están controlados por el partido gubernamental— aprobó una ambigua y polémica ley antiterrorista. Desde entonces, el Ejecutivo de Zenawi ha usado esta ley para acusar de traición o terrorismo a cualquier periodista o miembro de la oposición que simplemente mencionara o hubiera tenido cualquier tipo de contacto con algún grupo considerado terrorista por el propio Gobierno.

Además, las autoridades controlan casi todos los medios de comunicación y han bloqueado el acceso a páginas web en las que pueden aparecer críticas contra el régimen. Cuando hace unas semanas un periódico iba a publicar un artículo sobre la salud de Zenawi, el Gobierno detuvo las imprentas, que son de su propiedad. Hasta hoy, la población apenas había recibido noticias de la mala salud de su primer ministro, por lo que la noticia de su muerte será un shock para muchos etíopes.

Grupos defensores de los derechos humanos han criticado repetidamente el Gobierno de Zenawi por limitar las libertades políticas y de prensa en Etiopía. En una visita a Addis Abeba el pasado febrero, EL PAÍS pudo comprobar la reticencia de los etíopes a hablar sobre política. Interrogados sobre el primer ministro, muchos ignoraban la pregunta mientras que otros respondían con evasivas o, directamente, pedían no ser preguntados sobre el tema.

Tras su muerte, Zenawi deja un país más estable y en la senda del crecimiento económico. Pero su autoritarismo, la ausencia de libertades y la pobreza en la que sigue la mayoría de la población empañan sus 21 años en el poder y siguen siendo una amenaza para el desarrollo de Etiopía.

 

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