Los rebeldes sirios apuntan al cielo
Los combatientes del Ejército Libre reconocen que la superioridad aérea del régimen hace imposible su victoria
El cañón de una ametralladora, a la que llaman douchka, sobresale por encima del techo de la cabina de una furgoneta aparcada junto al cementerio de Tel Rifat, 43 kilómetros al norte de Alepo. Un grupo de rebeldes, arremolinado alrededor de la douchka, llora la muerte en la batalla de Alepo de otro miliciano, el que apretaba el gatillo, Yahia Bahyat. Los reporteros no son bienvenidos. No está el horno para bollos. Dicen los rebeldes sirios que con estas ametralladoras, montadas en la parte trasera de sus vehículos, apuntan al cielo a ver si cazan algo. A la entrada de Azaz, a unos cuatro kilómetros de distancia, una furgoneta se pone en paralelo al coche de un miembro del Ejército Libre de Siria (ELS). Trae noticias. “Parece que en el aeropuerto, una douchka ha tirado un helicóptero del régimen”, explica Abu Said, el miliciano del ELS. Cuesta creerlo después de oír a un rebelde sí y otro también clamar a los cielos porque no tienen forma de detener a la aviación siria. Y eso que va a medio gas.
Abu Said sale a diario, cámara en mano —la prefiere a un arma, aunque lleve una para protegerse—, hacia el aeropuerto de Menagh, en la provincia de Alepo, controlado en su interior por el Ejército, pero cuyos alrededores dominan los rebeldes. “Tratamos de entretener al régimen ahí para que no vaya a Alepo”, relata Abu Said. Según sus cálculos, el Ejército sirio mantiene en Menagh 30 helicópteros, 15 tanques y 400 soldados. Si alguno sale, el ELS ataca. No es habitual. “Pero lo más importante es tener armas, y nuestros lanzagranadas no sirven contra los helicópteros”, prosigue. Aunque lo fueran, no tienen pilotos para hacerlos volar de nuevo.
Tanto un bando como el otro se mantienen a la espera. Aunque a tenor de cómo se desarrolla la contienda y de qué pie cojea el ELS, pareciera que el régimen de Bachar el Asad pueda mantener sus fuerzas listas en sus marcas hasta nuevo aviso. El martilleo de los aviones de combate y helicópteros del Ejército regular contra los frentes abiertos en los barrios del sur de Alepo, entre ellos el enclave de Saladino, ha demostrado que los rebeldes no tienen arma alguna para enfrentarse a lo que cae del cielo. Según la información facilitada por los activistas sirios en el terreno, la ofensiva del régimen en Alepo golpeó ayer con fuego de artillería y disparos de francotiradores el distrito de Saif al Daula, contiguo a Saladino.
Los arsenales rebeldes, incautados en su mayoría al Ejército en asaltos a centros de seguridad o simplemente en el campo de batalla, se agotan. Munición hay, como indica Abu Usama, responsable en Azaz para el ELS de administrar los arsenales (también de comida) de los rebeldes. Pero faltan armas potentes. “Necesitamos misiles antiaéreos para atacar a la aviación militar”, explica Abu Usama, de 67 años, desde un centro logístico secreto situado cerca de la frontera turca. ¿Cuántos? “10, 20, 30, 40, 50… los que sean”, responde. “Si los consiguiéramos tendríamos la victoria”, prosigue.
El tono de su relato, que interrumpe para mostrar la pistola que lleva al cinto, de fabricación rusa, está impregnado de clemencia. Las armas no llegan de fuera. Sirva de ejemplo, el que él pone. Una unidad de 4.000 hombres puede contar tan solo con 15 fusiles de los que emplea la OTAN, armas ligeras llegadas de Libia. El resto, entre granadas, lanzagranadas y Kaláshnikov, ya estaba dentro.
La ofensiva aérea está castigando a los rebeldes, aunque podría ser peor. “El régimen”, explica Abu Usama, “no ha usado todo su poder aéreo todavía”. “Si contásemos con una zona de exclusión aérea”, continúa, “podríamos ponernos frente a ellos más fácilmente”.
Tampoco ha agotado el Ejército sirio su fuerza terrestre, con una base fortificada de fuerzas de operaciones especiales a la espera de órdenes a solo un puñado de kilómetros de Alepo. Pero lo que preocupa ahora son los cortes cirujanos que sin discreción y sistemáticamente hacen cada día los aviones de combate sirios contra Alepo y sus alrededores.
“Tienen una agenda”, explicaba un vecino de Tel Rifat, junto a una casa convertida en solar tras uno más de los bombardeos que sacuden la región. “Atacan sin objetivo cinco veces al día”. En el interior de la casa murieron un hombre y un niño, y resultaron heridos otros dos adultos.
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