El Ejército de Yemen expulsa en dos meses a Al Qaeda del sur del país
El Gobierno teme una reacción terrorista en la capital. Las embajadas elevan el nivel de alerta.
El Ejército de Yemen se ha apuntado varios éxitos contra Al Qaeda desde que a mediados de mayo lanzara una ofensiva para recuperar las zonas del sur del país donde ese grupo se había hecho fuerte. La operación busca consolidar el frágil Gobierno de transición que dirige Abdrabbo Mansur Hadi. Pero si la victoria militar no se traduce pronto en una mayor presencia institucional, los terroristas volverán. De momento, la desbandada de Al Qaeda hace temer represalias en Saná, la capital, donde organizaciones internacionales y embajadas han elevado su nivel de alerta.
“Bajo Hadi, el ejército ha conseguido en dos meses lo que el régimen de Ali Abdalá Saleh no consiguió en años”, se congratulaba la semana pasada un editorial del Yemen Times. También la televisión estatal ha presentado la ofensiva en el sur como un triunfo. Nadie duda de que la recuperación de Jaar y Zinjibar (en la provincia de Abyan), Rada (en Bayda) y Azzan (en Shabwa) supone una inyección de moral para los responsables civiles y militares yemeníes, que durante el año pasado han visto impotentes como Al Qaeda y sus aliados locales aprovechaban la revuelta popular contra Saleh para establecer un “emirato islámico”.
Los terroristas han respondido al golpe con el atentado que el pasado 18 de junio acabó con la vida del general al mando de la operación, Salem Ali Qatan. Hadi nombró a Qatan en marzo, al poco de ser elegido, para remplazar a un controvertido aliado del expresidente Saleh, a quien muchos analistas acusaban de combatir sin mucho entusiasmo a los extremistas violentos.
“Es Estados Unidos quien ha decidido ponerse firme”, aseguran fuentes diplomáticas occidentales en Saná
“Es Estados Unidos quien ha decidido ponerse firme”, aseguran fuentes diplomáticas occidentales en Saná. Ese análisis coincide con testimonios que los periodistas locales recogen sobre el terreno. Tras varios bombardeos que han matado a destacados dirigentes de Al Qaeda, los residentes declaran que los misiles han sido disparados por aviones no tripulados (drones) de EE UU.
Pero el Gobierno de transición, que a diferencia de su predecesor ve en ese grupo una amenaza a la soberanía nacional, ha respaldado la iniciativa. Además de utilizar su fuerza aérea, ha aprovechado la tregua con los separatistas del sur para involucrar a las tribus locales, única forma de lograr el éxito mientras el ejército siga dividido. De hecho, en Azzan, la última ciudad en manos de Al Qaeda, ni siquiera llegaron a producirse combates. El Ejército tomó el control el sábado de manos de un comité de jeques tribales a los que los militantes entregaron el mando cuando se retiraron una semana antes. El problema ahora es cómo compensar a esa población y retener su lealtad.
“La solución tiene que ser política. Tenemos que invertir mil millones de dólares en las zonas donde Al Qaeda estaba echando raíces, llevar proyectos y dar trabajo para que la gente tenga una alternativa”, defiende un alto funcionario yemení en una conversación privada.
De lo contrario, los éxitos militares serán un mero espejismo bien porque regresará Al Qaeda, bien porque quienes han ayudado a echar a sus militantes terminarán apoyando al sector más radical del movimiento separatista. La muerte de dos manifestantes el viernes en Adén recuerda que las espadas siguen en alto a pesar de la tregua. Además, el creciente recurso a los drones (y sus eventuales víctimas civiles) corre el riesgo de producir un efecto boomerang, como ha sucedido en Pakistán.
“La operación ha dejado mucho que desear. Por un lado, no cerraron una posible escapatoria por el mar y por otro, tampoco cortaron la carretera hacia Mukalla y el Hadramut, dejando una vía de escape obvia”, critica un analista de seguridad con contactos en el ejército. El fallo resulta incomprensible cuando los militares yemeníes tenían además asesores estadounidenses. La fuente lo atribuye a que esa carretera se encomendó a una unidad de la Guardia Republicana, que todavía dirige un hijo de Saleh y cuya lealtad al nuevo Gobierno sigue en entredicho.
“Por ahora, Al Qaeda ha perdido la capacidad de desplazarse en grandes convoyes como hacía, pero muchos de sus militantes simplemente se han retirado hacia las montañas o, en el caso de los yemeníes, han vuelto a sus pueblos de origen”, estima un diplomático occidental, que no esconde su temor a que el grupo actúe contra los extranjeros presentes en el país.
No es solo un temor. El 20 de junio el Ministerio del Interior yemení anunció que sus fuerzas habían detenido en la capital a un comando que intentaba atentar contra varias embajadas extranjeras, una europea entre ellas. Desde el pasado mayo, la policía ha aumentado la vigilancia en torno a las legaciones diplomáticas, y estas han elevado su nivel de alerta.
“Hemos reducido nuestras salidas al mínimo imprescindible”, confía un embajador europeo, obligado a pedir a sus interlocutores locales que acudan a visitarle a la cancillería.
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