Los islamistas de Egipto descartan una guerra civil como la de Argelia
El expresidente del disuelto Parlamento, Saad Katatni, dice que darán la batalla en las instituciones
Los generales de Egipto han implantado normas políticas que podría mantenerles en el poder durante años, según advirtió este miércoles uno de sus máximos opositores islamistas, Saad Katatni, pero los Hermanos Musulmanes no los combatirán a la argelina, donde la confrontación derivó en una sangrienta guerra civil. Katatni, presidente del fugaz Parlamento democrático disuelto por la junta militar gobernante la semana pasada, ha declarado a Reuters que los que se oponen a que los militares gobiernen Egipto carecen de armas, solo disponen de instrumentos "legales y populares".
"Lo que ocurrió en Argelia no se puede repetir en Egipto", según Katatni, que rechaza cualquier comparación con el conflicto desatado hace 20 años cuando un Gobierno apoyado por los militares bloqueó el ascenso al poder por las urnas de otro grupo islamista. Unos 150.000 argelinos murieron asesinados en los noventa.
"El pueblo egipcio es distinto y no está armado", ha explicado Katatni, un microbiólogo de 61 años, en su primera entrevista desde que el Legislativo dominado por los islamistas fue disuelto después de que un tribunal fallara que los procedimientos para elegirlo fueron inconstitucionales.
"Estamos dando una batalla legal a través de las instituciones y una batalla popular en la calle", ha dicho. "Ese es el límite. veo que la lucha continuará por esas vías". El líder islamista reclamó al Ejército que reconozca la democracia pero también ofreció palabras conciliadoras: "Todo el mundo debe someterse a la voluntad popular", ha insistido Katatni, que fue elegido por sus compañeros diputados para presidir el primer Parlamento libremente elegido en décadas.
Ha recalcado también que el Ejército merece el agradecimiento por haber derrocado a Mubarak y evitador un baño de sangre mayor. Como otros miembros de la Cámara tiene vetada la entrada en la sede del Parlamento.
Los últimos giros en la desordenada transición desde la caída de Mubarak ha hundido al país en una nueva etapa de inestabilidad política justo cuando los egipcios esperaban que la elección de un nuevo presidente marcaría el inicio de una nueva era. En cambio, los generales y la Hermandad parecen estar en extremos opuestos de una lucha de poder en términos aún más dramáticos. De todos modos, las probabilidades de que estalle la violencia parecen, por ahora, remotas.
Los islamistas veteranos sostienen desde hace tiempo que la propia experiencia de Egipto con la militancia en los años ochenta y los noventa -violencia encabezada por grupos salafistas de línea dura, no por la Hermandad- han socavado la idea de que se pueda lograr mucho mediante la violencia.
Fue hace décadas cuando los hermanos Musulmanes abandonaron la violencia para lograr sus objetivos, aunque escisiones del movimiento creado en Egipto en 1928 aún realizan ataques violentos -especialmente los palestinos de Hamás contra Israel- mientras la hermandad en Siria es parte de la oposición local que ha tomado las armas en el último año.
El Parlamento Egipcio fue declarado inconstitucional el jueves pasado por un fallo judicial que fue inmediatamente seguido por un decreto de la junta militar ordenando su disolución, la primera de una serie de medidas que han redibujado la transicióm egipcia desde la dictadura, socavado a los Hermanos Musulmanes y entronizado en el poder a los generales.
El decreto aprobado el domingo restauró el poder Legislativo al ejército, implantó nuevas normas para la redacción de una nueva Constitución y restringió los poderes de la presidencia, que el candidato islamista Mohamed Morsi afirma haber ganado. Los resultados aún deben ser anunciado entre acusaciones mutuas de fraude.
"Indica el deseo de la junta militar de continuar en el poder y no cederlo. Indirectamente, no lo transferirán el 30 de junio, y seguirán [en el poder] y esta vez indefinidamente", según Katatni, en referencia a la fecha que los generales se habían dado de plazo para dejar el poder en manos civiles.
Katatni asegura que no le cabe duda de que Morsi, de los la cofradía islamista, ha ganado las presidenciales celebradas el sábado y el domingo, venciendo al excomandante de la fuerza aérea Ahmed Shafiq, último primer ministro de Mubarak.
Rechazó la declaración de victoria hecha por Shafiq, con el argumento de que es matemáticamente imposible que hubiera vencido en base a los registros oficiales del recuento electoral, copias atadas en un gran fajo que mostró a Reuters en su oficina. "Los papeles de la Comisión Electoral son los mismos que los nuestros", recalcó Katatni, vestido de traje y corbata, en la entrevista celebrada en la sede del partido de la Hermandad, Libertad y Justicia, en el centro de El Cairo.
Si Morsi se convirtiera en el jefe de Estado, una perspectiva que fuentes militares han calificado de probable, los nuevos limites impuestos a las competencias del presidente generan preguntas acerca de si el cargo puede ser una maldición más que una bendición para la Hermandad, convirtiendo a la formación en responsable de los problemas de Egipto sin que tenga el poder real para resolverlos.
El nuevo decreto también complica la redacción de la nueva Constitución, un proceso que se supone debe ser impulsado por una comisión de políticos, juristas y otras figuras de la sociedad civil elegidas por el Parlamento y que se reunió por primera vez esta semana.
El nuevo decreto otorga a varios altos cargos públicos, incluido el jefe de la junta militar, el derecho de vetar artículos de la Constitución, algo que Katatni cree que podría llevar a prolongadas batallas legales en el Tribunal Constitucional.
Esto puede “llevarnos a un vacío [de poder], y la Constitución podría tardar años en aprobarse, ofreciendo a la junta militar una justificación para quedarse en el poder durante años”, dijo Katatni. “Esto es inaceptable”.
Veterano de la Hermandad, Katatni fue diputado desde 2005 a 2010, ganando su escaño en contra de los pronósticos en unas elecciones amañadas para favorecer al partido de Mubarak. Nacido en Sohag, en el sur de Egipto, se afilió a la formación en 1979.
Interpretando las motivaciones de las últimas maniobras de los militares, Katatni dijo que su preocupación parece ser asegurarse que la nueva Constitución esté terminada antes de que se retiren, garantizando los intereses de unas Fuerzas Armadas que están en el corazón del poder en Egipto desde que los militares derrocaron al rey en 1952.
Katatni ofreció una lectura conciliadora de sus acciones, diciendo que los generales, preocupados ante la perspectiva del cambio, quieren asegurarse que las fuerzas armadas no resulte gravemente dañado en un Estado dirigido por civiles.
El político considera que la junta militar no tenía el derecho de disolver el Parlamento tal y como lo hizo, pero señaló que la Hermandad respeta la sentencia que declara inconstitucional la ley electoral, y con ella las últimas elecciones. La velocidad con la que la junta militar ha disuelto el Parlamento delata sus motivaciones políticas, añadió. “No es muy egipcia”, bromeó, comparando la rapidez de la decisión con el ritmo habitual de la burocracia local. “La sentencia contiene mucha política y poco derecho”.
También criticó a la decisión militar por no indicar una fecha para celebrar nuevas elecciones legislativas, dejando al país sin Parlamento y sin perspectiva de tener uno a corto plazo.
Pese a los problemas a los que se enfrenta Egipto, Katatni se mostró optimista acerca del futuro. Reiteró la gratitud a menudo expresada por los líderes de la Hermandad por el papel desempeñado por los militares desde el derrocamiento de Mubarak en febrero de 2011.
“No queremos que tengan que llevar más de lo que son capaces: llevar la responsabilidad de los poderes ejecutivos y legislativos. Desempeñaron un gran papel en la protección de la revolución y gestionando el periodo de transición”, dijo Katatni.
Pero añadió: “Volved a los cuarteles, a vuestra misión primaria. Hay instituciones elegidas que dirigirán el Estado”.
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