La gran campaña de imagen del régimen de El Asad en EE UU
El dictador pagó cantidades exorbitantes por pulir su imagen en la prensa mundial. Contrató firmas antes utilizadas por la Administración de Bush y Clinton
Depende de que prensa se lea, en Siria han perdido la vida más de 10.000 personas –niños incluidos- bajo la brutal represión que el presidente Bachar el Asad ejerce sobre sus opositores o el dictador es un afable padre de familia que se tumba en el suelo para jugar con sus hijos y cuya esposa –británica de ascendencia siria- es la “más refrescante y magnética de todas las primeras damas” y pisa segura sobre sus tacones negros de suela roja de Christian Louboutin.
Hace años que el régimen de Damasco intuyó las bondades que para su país podían tener las revistas de papel cuché y se empleó a fondo en la contratación de empresas de relaciones públicas que favorecieran su imagen y vendieran la marca Siria como un Estado occidentalizado y abierto al mundo. Para ello, el dictador contrató firmas antes utilizadas por la Administración de George W. Bush; Bill Clinton o Margaret Thatcher.
El ejemplo perfecto de la anterior política pero que ha sucumbido a la aplastante realidad de los miles y miles de muertos civiles sirios es el artículo que Vogue publicó en marzo del año pasado sobre Asma el Asad y que ya no se encuentra en la web por orden directa de la todopoderosa Anna Wintour, editora de la publicación. “Como muchos otros en ese momento”, comienza justificándose Wintour, “teníamos la esperanza de que el régimen de Asad se abriera de forma progresiva a la sociedad”, ha declarado la editora este pasado domingo a través de un comunicado.
“Posteriormente a nuestra entrevista, a medida que los terribles eventos que han sucedido en Siria desde el año pasado se desarrollaban quedó claro que sus prioridades y valores estaban en desacuerdo con los de Vogue”, dice Wintour. “La escalada de atrocidades en Siria es inadmisible y deploramos las acciones del régimen de Asad en los términos más enérgicos posibles”, finaliza la editora. (El artículo, a pesar de haber sido borrado del servidor de Vogue, aun se puede encontrar en este enlace).
La familia Asad había pagado a la empresa de publicidad y relaciones de Washington Brown, Lloyd & James 5.000 dólares al mes para ejercer de correa de transmisión entre Vogue y la primera dama siria, según datos de la propia empresa. Entonces, la revista defendió enérgicamente su historia y para preservar su capacidad a la sensibilidad alegó el clásico argumento periodístico de las fechas de cierre para justificar su salida al mercado de la entrevista justo cuando Oriente Próximo vivía tiempos convulsos y momentos de cambio.
El artículo de 3.200 palabras estaba escrito por la antigua editora de Vogue Francia Joan Juliet Buck –que logró pasar cierto tiempo junto a los Asad- y fue titulado “Una Rosa en el Desierto” e ilustrado con una imagen de la esposa del presidente arropada por seda rosa mirando reflexiva hacia el futuro con Damasco al fondo. La firma Brown, Lloyd & James pagó 25.000 dólares para organizar una sesión de fotos con el famoso fotógrafo de guerra James Nachtwey.
Una de las perlas del artículo llegaba en la décima línea del segundo párrafo: “El esposo de Asma fue elegido presidente de Siria en el año 2000, tras la muerte de su padre, Hafed el Asad, con un asombroso 97% de los votos". Asombroso.
“Asma el Asad es glamurosa, joven y muy chic”, proseguía el perfil de la primera dama siria, 36 años, educada en Gran Bretaña y cuya misión “es la de cambiar la mente de los menores de dieciocho años” en Siria para que se enrollen en lo que ella denomina “ciudadanía activa”. Sin duda, la historia de Vogue se publicó en el peor momento posible y de alguna manera Damasco podría pedir que le devolvieran su dinero a las agencias de relaciones públicas.
Hoy Asma el Asad es considerada la María Antonieta de la Primavera árabe. Según correos electrónicos interceptados por un grupo opositor sirio, la primera dama se dedicaba a comprar zapatos de marca, joyas y candelabros en la red en tiendas de París y Londres mientras su esposo ordenaba silenciar a sangre y fuego las protestas en la calle.
Cómo se obtienen ciertas entrevistas de alto relieve y el precio que se paga por ellas salpicó la semana pasada a la decana de la prensa norteamericana, Barbara Walters. A sus 82 años, esta periodista con un probado bagaje de profesionalidad en su ahber se vio forzada a pedir disculpas después de que se conociera que había tratado de ayudar a obtener un trabajo en CNN a Sheherazad Jaafari, ayudante de prensa del presidente sirio y que gestionó la concesión de la entrevista que Asad le concedió a Walters a finales del año pasado.
El dictador sirio no quedó contento con el resultado que salió en pantalla y despidió a la joven Jaafari, 22 años –y que también había trabajado como becaria en la misma empresa que contrató el régimen para negociar con Vogue-, quien buscó ayuda en la veterana periodista. Hija del embajador sirio ante Naciones Unidas, Jaafari no ha obtenido ningún contrato con CNN pero sí una plaza en la Universidad de Columbia (Nueva York), donde también intervino en su favor Walters, ya que el padre de un productor de CNN que antes fue directivo de ABC –cadena donde trabaja Walters- da allí clases de ética periodística.
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