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Los colegios públicos británicos se reservan con años de antelación

En Inglaterra, según la periodista Caterina Soffici, el sistema educativo es incivilizado y clasista

Caterina Soffici es periodista. Y escritora. Vive en la parte sur de Londres, al lado de Hammersmith, donde se trasladó en 2010 para estar junto a su marido, que trabaja en la City. Sus hijos, Jacopo y Lorenzo, hacían cuarto y quinto de elemental cuando dejaron Milán.

"El primer problema que tuvimos fue el de matricularlos en el colegio. Entonces me di cuenta de que Inglaterra, la democracia más antigua del planeta, tiene un sistema educativo incivilizado". ¿Clasista? "Como ningún otro". Para saber dónde tenía que enviar a Jacopo y Lorenzo, Caterina preguntó en el barrio. Y, por supuesto, consultó a los amigos. "Me dijeron: puedes intentarlo en la enseñanza pública, pero es prácticamente inútil. Lo hice, de todas formas". Le llegó una carta espléndida que le ofrecía la oportunidad de matricular a los chicos en dos institutos a hora y media de casa. En el centro, estaba ya todo ocupado y reservado con años de antelación.

Hay personas que inscriben a los niños el día que nacen. No tienen otra alternativa"

"Hay personas que inscriben a los niños el día que nacen. No tienen otra alternativa. A nosotros nos quedaba la periferia. En unos barrios que no calificaría de acogedores para un niño italiano. Y donde, según descubrí consultando las estadísticas, los que salen de la Primary School (de los cinco a los 11 años), muchas veces, no saben ni leer. Entonces recurrí a la enseñanza católica".

En Londres, los colegios católicos son públicos. Pero para entrar los padres tienen que estar casados y los niños bautizados, haber hecho la comunión, estar confirmados y, si es posible, ir acompañados de una carta de recomendación de un sacerdote. "Nos rechazaron. Porque no habíamos bautizado a los niños en la primera semana de vida y los habíamos dejado en el limbo".

Quedaban los colegios privados. Los londinenses costaban de media 16.000 libras (casi 20.000 euros). Un internado, oasis maravilloso, lleno de campos de críquet, fútbol, tenis e instalaciones escolares dignas de Harry Potter, hasta 40.000 libras. "Solo de pensarlo dan mareos. Pero el que consigue entrar tiene acceso a las mejores universidades. Si no, adiós. El nivel de selección para entrar es despiadado. La movilidad social, casi imposible".

Nada que hacer, una vez más. Así que era inevitable acabar eligiendo el colegio internacional. "Nos recibieron con las puertas abiertas. El nivel educativo es bueno. Y los niños están felices. Aquí les ayudan a pensar, no les asfixian con lecciones memorísticas y superficiales. Les dan instrumentos y oportunidades. Pero, para tener esas dos cosas, hay que entrar en el sistema. En Inglaterra, la educación es un privilegio. No un derecho. No es casualidad que 42 primeros ministros hay sido antiguos alumnos de Eton".

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