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Obituario

Horst Faas, un fotógrafo que cambió la forma de mirar las guerras

Ganador de dos Pulitzer, trabajó para la agencia Associated Press durante 12 años en Vietnam

Guillermo Altares
Horst Faas, en una fotografía datada en 1967.
Horst Faas, en una fotografía datada en 1967.AP

El fotógrafo alemán Horst Faas, ganador de dos premios Pulitzer, mítico reportero en Vietnam para la agencia Associated Press entre 1962 y 1974, ha fallecido a los 79 años dejando como legado no solo un puñado de fotos de una crudeza devastadora; sino también una forma de mirar la guerra que cambió para siempre el fotoperiodismo. Sin el trabajo de Faas como editor de AP, dos de las imágenes más importantes del conflicto, que ayudaron a cambiar la visión que se tenía en EE UU de lo que ocurría en Indochina, seguramente no hubiesen visto la luz: la imagen captada por Eddie Adams en la que un general survietnamita le pegaba un tiro en la sien a un prisionero del Vietcong y la niña de la carretera número uno, corriendo desnuda y abrasada por el Napalm, tomada por Nick Ut. Las dos instantáneas lograron el Pulitzer.

“Vietnam marcó un patrón para el fotoperiodismo que se convirtió en un ejemplo para todas las futuras guerras”, explicaba el propio Faas en Requiem, un libro que editó junto a Tim Page en el que rinde homenaje a todos los fotógrafos muertos en las guerras de Indochina. En su ensayo clásico sobre la historia del periodismo bélico, The First Casuality, Philip Knightley le describe así: “Horst Faas, el fotógrafo de Associated Press para el que la guerra se había convertido en un modo de vida, decía, con su marcado acento alemán: Sí, clarrrro que me gusta el boom boom, clarrrro que sí”. Y su nombre vuelve a aparecer al final del capítulo sobre aquel conflicto, titulado significativamente "La guerra es divertida". “Jack Laurence, de la CBS, regresó con pesadillas. Empezaba a preguntarme si sería capaz de aguantarlo, si no perdería la cabeza. Quizás gente como Horst Faas tiene algún tipo de acero dentro que les blinda, deja fuera el horror y evita que les afecte”.

Sin ese acero interior, seguramente Faas no hubiese sobrevivido emocionalmente a una carrera que le llevó a Argelia, Congo, Bangladesh —sus imágenes de ejecuciones públicas le valieron el Pulitzer— pero sobre todo a Vietnam. “Tenía un talento excepcional detrás de la cámara, pero también para editar el trabajo de otros”, ha escrito sobre él Santiago Lyon, jefe de fotografía de AP, agencia en la que se jubiló en 1976 como editor para Europa. Nacido en Berlín en 1933, creció durante la II Guerra Mundial y logró escapar al Oeste tras el final del conflicto. En 1960 fue fichado por AP y llegó a Vietnam dos años después, el mismo día que otro mito del reporterismo bélico con el que trabajó muchos años: Peter Arnett. Una de sus imágenes más famosas la tomó en Munich en 1972, durante el secuestro del equipo olímpico israelí y mostraba a uno de los terroristas palestinos encapuchados.

“Podíamos mostrar la muerte”, declaró en Perpiñán en 2008 durante una visita a los encuentros fotográficos que tienen lugar en la ciudad francesa. “Son imágenes que ahora mismo no vemos. Este oficio no ha cambiado mucho”, señaló cuando fue preguntado sobre sus imágenes más célebres, que mostraban el combate en primer plano y toda la brutalidad de la guerra, sin filtros, desde soldados torturando prisioneros hasta los civiles muertos. “Iba a ver a los conductores de helicóptero y trataba de convencerles de que me llevasen. Les decía que tenía mi propia comida y mi propio casco y en general funcionaba”.

Perteneció a una generación única de reporteros que crecieron profesionalmente en las selvas de Vietnam, nombres como Larry Burrows, Don McCullin, Philip Jones Griffiths o nuestro Manu Leguineche. “El periodismo convencional no puede servir para cubrir esta guerra de la misma forma que un Ejército convencional no puede ganarla”, escribió Michael Herr en sus Despachos. Su trabajo no pudo frenar el horror, pero al menos lo hizo visible.

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Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

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