Las pizarras de la discordia
Sin Vaca Muerta no hay disputa. El descubrimiento del yacimiento petrolífero y gasístico que lleva este curioso nombre está en el origen de la expropiación de Repsol-YPF por parte del Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner. Dos cosas han cambiado en Argentina desde que Repsol compró la empresa nacional YPF al Gobierno también peronista de Carlos Menem en 1999: con la reelección de Cristina en octubre de 2011, una nueva generación peronista ha llegado al poder, y con el descubrimiento de Vaca Muerta, anunciado un mes después de su victoria, ha crecido el pastel energético del país sudamericano y también las apetencias para extraerlo y comercializarlo.
Pero también se explica por el tamaño del pastel. Mientras los yacimientos convencionales de petróleo y gas han superado los picos productivos y empiezan a declinar e incluso a agotarse, están apareciendo nuevos yacimientos llamados no convencionales que dibujan unos nuevos mapas energéticos, de consecuencias geopolíticas todavía por calcular. Se trata de bolsas de pizarras o esquistos que contienen gas o petróleo, que pueden extraerse mediante tecnologías que separan la ganga mineral del líquido o del gas con valor energético. Estas bolsas no tendrían interés económico sin el incremento de los precios de la energía, gas y petróleo fundamentalmente, y, por supuesto, sin los enormes avances en las técnicas de prospección y extracción.
El golpe de mano de La Campora contra una empresa europea y española no es más que un primer episodio escandaloso como veremos muchos en los próximos años, resultado de esta nueva cartografía de la energía que fabricará países emergentes y dotará de instrumentos de poder a Gobiernos hasta ahora desposeídos. Polonia, por ejemplo, siempre temerosa de su dependencia energética de Rusia, tiene los campos de gas de esquisto más grandes de Europa.
Las ideas políticas de los expropiadores argentinos son muy viejas, pero el conflicto que plantean es novísimo y muy característico del siglo XXI.
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