La candidatura de Suleimán despierta indignación en Egipto
Los islamistas tratan de evitar la llegada al poder de colaboradores de Mubarak
A medida que se acercan las elecciones presidenciales egipcias, previstas para finales de mayo, aumenta la temperatura política en el país árabe. Durante los últimos días, el principal motivo de tensión ha sido la oficialización de la candidatura de Omar Suleimán, número dos de Mubarak y jefe de los servicios de inteligencia durante dos décadas.
En las redes sociales, muchos activistas y jóvenes revolucionarios expresaron su indignación, pues interpretan el concurso de Suleimán en los comicios como un intento de restaurar el viejo orden por parte del estamento militar. También Jairat Al Shater, el candidato oficial de los Hermanos Musulmanes, expresó su malestar por la decisión del hombre fuerte de Mubarak, que llegó apenas unas horas antes de que se cerrara el plazo de inscripción fijado por la Junta Electoral.
“Considero su entrada un insulto a la Revolución y al pueblo egipcio. Omar Suleimán ha cometido un gran error. Él sólo puede ganar a través de la manipulación, y si eso sucede, se relanzará la Revolución”, dijo Al Shater en sus primeras declaraciones públicas tras registrar su candidatura, haciéndose eco de unos recelos compartidos por la mayoría de partidos políticos egipcios. A instancia de uno de ellos, el islamista moderado Al Wasat, el Parlamento discutirá hoy la aprobación de una ley que prohíba la participación electoral de altos cargos del régimen de Mubarak durante los próximos años.
La posibilidad de que se anule la candidatura salafista dispara la tensión
Por su parte, Suleimán negó este lunes que la Junta Militar le empujara a presentarse, justificando su decisión en su preocupación por la voluntad de los movimientos islamistas de monopolizar el poder. “Tan pronto como mi nominación fue anunciada, recibí en mi móvil y a través de allegados amenazas de muerte diciendo que “nos vengaremos”, provenientes de los Hermanos Musulmanes y otros grupos islamistas, añadió.
Otro de los elementos que ha incrementado la tensión política es la probable descalificación de Hazem Abu Ismail, el popular aspirante salafista, tras revelar la Junta Electoral que había recibido pruebas de que su madre había obtenido la nacionalidad estadounidense en 2006, cuatro años antes de morir. Según la normativa vigente, ningún familiar cercano de los presidenciales puede poseer la ciudadanía de un país extranjero.
Los seguidores de Abu Ismail, cuya intención de voto en la última encuesta ascendía a un 28%, realizaron el viernes toda una demostración de fuerza al ocupar la plaza Tahrir para dirigir un mensaje amenazador a la Junta Militar. El predicador salafista rechaza categóricamente las alegaciones de la Junta, y asegura que todo responde a una “conspiración” entre EE UU y la cúpula militar para evitar la elección de un presidente islamista.
Ante el temor que la Junta recurra a “viejas tácticas” de manipulación electoral, los Hermanos Musulmanes registraron a última hora de domingo un segundo aspirante a la presidencia, Mohamed Morsi, presidente del Partido de la Libertad y la Justicia, su marca electoral. Según fuentes del movimiento islamista, la de Morsi es un “candidatura de reserva” que sólo se activará si al Shater es descalificado. Puesto que el número dos de la Hermandad, que ya ha dimitido de todos su cargos en la organización, salió de la cárcel tras la Revolución gracias un indulto, no está claro si está inhabilitado para ocupar un cargo público.
En teoría, la elección del primer presidente civil pondrá fin al periodo de transición gobernado la Junta Militar, lo que ha desencadenado una descarnada lucha de poder entre las principales instituciones del país, los Hermanos Musulmanes y el ejército. La gran pregunta es si su pugna superará los confines de la política para entrar en un terreno más turbulento.
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