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Santos celebra que EE UU acepte hablar de la droga en la Cumbre de las Américas

El Gobierno de Obama ha aceptado debatir la política anti-narcóticos, pero rechaza la idea -sopesada por presidentes latinos- de que regularlos sea mejor que prohibirlos La cohesión de la Cumbre, en duda por la posible ausencia de Chávez y de Correa

Un soldado mira bolsas de cocaína en un laboratorio clandestino en Colombia.
Un soldado mira bolsas de cocaína en un laboratorio clandestino en Colombia.AP

El presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, se mostró ayer satisfecho con el anuncio de Estados Unidos de que acepta discutir en la próxima Cumbre de las Américas el espinoso tema de la legalización de las drogas, una opción que el propio Santos ha pedido valorar durante los últimos meses. La cita será en la ciudad colombiana de Cartagena de Indias los días 14 y 15 de abril.

“Me parece muy importante la posición de Estados Unidos a abrirse a discutir el tema de las drogas", dijo Santos. "Es algo que hay que valorar y encauzar de forma positiva para que esa discusión pueda aportarle al mundo una mejor solución, si es que la encontramos, al terrible tema del narcotráfico”.

El jueves, en Washington, EE UU anunció que estaba abierto a “discutir” el asunto en la Cumbre, pero dejó claro que su postura sigue siendo la de mantener la prohibición de los estupefacientes. “Estamos dispuestos a discutir el tema para expresar nuestra opinión de por qué no es la manera de enfrentar el problema”, afirmó Mike Hammer, un vocero del Departamento de Estado.

Si bien el Gobierno estadounidense no piensa variar sus esquemas, no deja de ser significativo el mero hecho de que el presidente Barack Obama vaya a dar sus argumentos ante los presidentes de algunos de los países que más sufren el flagelo de la guerra al narco, entre ellos: Colombia, México y la mayoría de los estados centroamericanos.

Tal vez sea porque esta región ha visto correr ríos de sangre como pocas en la lucha contra los barones de la mafia, el eco de la legalización de la droga -o al menos del debate sobre su viabilidad- es que cada vez es más nítido entre voces diversas y autorizadas que consideran que la llamada guerra contra las drogas -impulsada desde hace cuatro décadas por EE UU- no es la salida.

Se trata de un debate que hasta ahora alimentaban importantes figuras retiradas de la política y estudiosos, pero que a finales de 2011 incorporó por primera vez a un presidente en activo, el colombiano Santos, que rompió la lanza del debate en una visita a Londres en noviembre. “Me gustaría hablar acerca de la legalización de la marihuana, y más que de la marihuana”. Dos meses después, en un encuentro con el escritor mexicano Carlos Fuentes durante el Hay Festival en Cartagena de Indias, el mandatario insistió: “esa solución [la legalización] sería aceptable para Colombia si el mundo entero la toma”.

A esta voz se sumaron el pasado mes de febrero otras manifestaciones de líderes centroamericanos en ejercicio, como Laura Chinchilla (Costa Rica), Otto Pérez (Guatemala) y Mauricio Funes (El Salvador), quienes también hablaron a favor de abrir el debate.

La secuencia de declaraciones se ha completado ahora con el reconocimiento de EE UU de la legitimidad del debate, aún manteniendo su férrea postura prohibicionista. La Cumbre de Cartagena de Indias será la primera cita en la que se hable abiertamente entre los gobernantes de la opción de un cambio de rumo en el combate al narcotráfico.

Posibles ausencias en la Cumbre de las Américas

Sin embargo, no todo le sonríe a Santos con esta cita. Al contrario, los problemas son enormes. Aunque a principios de este año se daba por descontada la presencia de 34 Jefes de Estado y de Gobierno de la región, en los últimos días ha debido emplearse a fondo para evitar ausencias.

Tras el anuncio de boicot del presidente ecuatoriano Rafael Correa, que condicionó la presencia de los países del ALBA (Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América) a que Cuba sea invitada, Santos hizo un viaje relámpago a La Habana con la intención de explicarle al régimen castrista que no había suficiente consenso entre las distintas naciones para invitarlos.

Allí se encontró con el máximo dirigente cubano, Raúl Castro, y con el convaleciente Hugo Chávez, presidente de Venezuela. Castro, conciliador, le dijo a Santos que Cuba no quería interferir en la Cumbre y menos crearle una incomodidad a Colombia. Y Chávez le prometió que iría si se encontraba bien de salud.

Santos agradeció la gentileza de ambos mandatarios, pero tan pronto llegó de vuelta a Bogotá se encontró con que Cuba y Venezuela ya habían cambiado el discurso.

Bruno Rodríguez, ministro de Exteriores de Cuba, se fue lanza en ristre contra Estados Unidos, al que achacó toda la responsabilidad de que Cuba no vaya a estar en la Cumbre. “No ha habido ninguna sorpresa. Ha sido la crónica de una exclusión anunciada”, juzgó Rodríguez. Mientras, desde el Palacio de Miraflores, en Caracas, se dejaba en el aire la asistencia de Chávez. “El presidente informó que la Alianza Bolivariana para los Pueblos de América seguirá analizando esta situación en su Consejo Político”.

Luego, Ecuador volvió a alimentar la duda que motivó el viaje de Santos a La Habana. El presidente Correa hizo saber que aún sopesa la posibilidad de no acudir al encuentro debido a la ausencia de Cuba.

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