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Las reformas de Monti tienen bula

Después de dejar a Roma sin Juegos Olímpicos en 2020, el jefe del Gobierno de Italia decide recortar en un 30% los gastos de las Fuerzas Armadas

El primer ministro italiano Mario Monti.
El primer ministro italiano Mario Monti.PATRICK SEEGER (EFE)

Italia no está para Juegos Olímpicos, pero tampoco para juegos de guerra. Un día después de cortar las aspiraciones de Roma a convertirse en la capital del deporte en 2020, el Gobierno de Mario Monti decidió que también los militares tendrán que apretarse el correaje. El ministro italiano de Defensa, Giampaolo Di Paola, anunció ante diputados y senadores que, de los 183.000 militares y 30.000 civiles que constituyen hoy las Fuerzas Armadas, sobran 43.000. Y que el capítulo de compras también tiene que ser recortado. Los 131 aviones F-35 que estaba previsto adquirir se quedarán en 90, o lo que es lo mismo, 41 cazas menos. Fiel al estilo del jefe, el titular de la Defensa no se anduvo con paños calientes. El recorte, sostuvo, no es una cuestión coyuntural. De aquí a cinco años, el Ejército tendrá que adelgazar un 30%.

Hay momentos en que Mario Monti parece guiñarle un ojo a la crisis. En su nombre, Roma no hará un esfuerzo que —vistas sus actuales infraestructuras— se antojaba inalcanzable. Y, también en virtud de los recortes, los militares no tendrán más remedio que disminuir su poder de fuego. Decisiones que, en tiempos de paz económica, constituirían una auténtica declaración de guerra —a la ciudad de Roma, al estamento militar...— son ahora asumidas por los perjudicados e incluso aplaudidas por la mayor parte del arco político. Sobre todo porque, tanto el Ayuntamiento de Roma como el Ejército, ya han visto que el plan de austeridad del primer ministro esquilmó sin contemplaciones los ingresos de pensionistas y de trabajadores y, acto seguido, se atrevió a recortar los privilegios históricos de los gremios —desde notarios hasta taxistas— que siempre vertebraron Italia.

La cuestión es hasta cuándo le durará a Mario Monti su salvoconducto, esa especie de bula papal que le está permitiendo caminar sobre las aguas. A pesar del calado de sus recortes, los políticos callan y los sindicatos parecen también anestesiados. Contra todo pronóstico, los palacios y las calles están en calma.

A pesar del calado de sus recortes, políticos y sindicatos parecen anestesiados

El rechazo a la candidatura de Roma a los Juegos Olímpicos de 2020, expresado en público por el primer ministro, fue el no más rotundo. “Italia”, dijo Monti, “está atravesando una grave crisis y no puede permitirse distracciones o riesgos económicos. El Gobierno no puede comprometerse a cubrir cualquier eventual déficit”. En el resto de las medidas de ajuste, el actual Ejecutivo —que ni salió de las urnas ni busca perpetuarse a través de ellas— siempre utiliza el mismo guión: es necesario recortar, pero además es bueno.

El resultado es que, hace unos días en Washington y hace unas horas en Estrasburgo, los planes de Mario Monti reciben el respaldo de los principales líderes mundiales. Ante la Eurocámara, el primer ministro dijo con toda claridad: “Estamos llevando a Italia fuera de la zona de sombra. Italia ya no es una fuente de contagio”. El primer ministro, cuyas palabras fueron acogidas con gran calor por la mayor parte de los eurodiputados, se defendió ante quienes lo consideran una marioneta de Bruselas y los mercados: “Los sacrificios que le hemos pedido a los italianos no fueron impuestos por Europa, pero sí necesarios para la mejora de la vida económica, social y civil de los italianos y en defensa de los intereses de nuestros hijos. Muchos gobiernos han acusado a la UE de tomar decisiones en los que ellos habían participado. Yo jamás haré esa broma pesada… En la UE no existen ni buenos ni malos. Todos debemos sentirnos responsables de las cosas hechas en el pasado y, sobretodo, de nuestra participación en el futuro”.

Tras dar en el blanco de los Juegos Olímpicos y del Ejército, a Monti aún le sobraba munición. Monti comunicó al vicepresidente de la Comisión Europea Joaquín Almunia que también tiene previsto recortar los privilegios que disfruta la Iglesia en el impuesto de bienes inmuebles. A partir de ahora, tendrá que pagar a Hacienda cuando utilice alguno de sus inmuebles para actividades comerciales. A Dios lo que es de Dios y al fisco…

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