Londres y Buenos Aires suben de tono la guerra de propaganda por las Malvinas
Argentina considera una provocación la llegada al archipiélago del príncipe Guillermo de Inglaterra
Argentina y Reino Unido parecen enfrascados en una nueva guerra de las Malvinas, aunque en esta ocasión se trata más de una batalla de propaganda que de un enfrentamiento militar como el que protagonizaron hace casi 30 años. Para los argentinos, que han lanzado un bloqueo de los puertos de los países de la zona a los buques con pabellón de las Malvinas, la clave de este enfrentamiento es el inicio de exploraciones petrolíferas en aguas del archipiélago. Para los británicos, el bloqueo es un paso más en lo que consideran la política de acoso a los isleños que desde hace dos años lleva a cabo el Gobierno de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner.
Los argentinos viven como una provocación la llegada esta semana a las islas del príncipe Guillermo, segundo en la línea de sucesión de la Corona británica, con el “uniforme del conquistador”, según lo definió un comunicado del Ministerio de Relaciones Exteriores de Argentina. Sobre todo por la cercanía del 30 aniversario de la invasión de las islas por tropas de la dictadura argentina el 2 de abril de 1982. La invasión derivó en una guerra corta pero cruel, que terminó en dos meses con una aplastante victoria británica que dejó más de 900 muertos y consolidó a Margaret Thatcher como primer ministro británico.
Buenos Aires atribuye la escalada de tensión a la explotación de los caladeros de pesca mediante la concesión de licencias, aunque el sistema se implantó hace 15 años, y al inicio de exploraciones petrolíferas en 2010. “Después de que Argentina incumpliera los acuerdos internacionales al iniciar la guerra en 1982, ha sido Reino Unido el que no los ha cumplido al dar licencias para pescar y explorar petróleo en un territorio en disputa”, opina Rut Diamint, experta en relaciones internacionales de la Universidad Torcuato di Tella, de Buenos Aires.
Mientras algunos gobiernos democráticos argentinos trataron de seducir sin éxito a los malvinenses, como el de Carlos Menem (1989-99), otros intentan dificultar su actividad económica, como el actual de Cristina Fernández de Kirchner, que ha prohibido el acceso a sus aguas y ha vedado cualquier negocio en su territorio a las petroleras que participan de las exploraciones.
Ambos países llevan semanas recabando apoyo diplomático. En noviembre, Argentina consiguió que los 11 restantes países de la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur) bloquearan el ingreso de buques con bandera de Malvinas. Al mes siguiente, la unión aduanera de Mercosur y sus seis países asociados ratificaron aquella decisión.
Reino Unido reaccionó quejándose de que eso aislaría a los isleños, pero después anunció que los barcos malvinenses iban a cambiar su bandera por la británica para entrar a los puertos de Uruguay, Chile y Brasil, donde se suelen aprovisionar. “Antes, Argentina no demandaba nada claro a sus vecinos”, destaca Diamint. La experta considera que el bloqueo a los barcos de Malvinas fue posible porque Sudamérica está ahora más integrada y con más autonomía de decisión que en el pasado.
A juicio de Sukey Cameron, representante en Londres del Gobierno de las islas Malvinas, o Falkland, como son conocidas en inglés, “el petróleo no es la causa de la actual retórica”. “Es una excusa para hacer más ruido. Si sacáramos el petróleo de la ecuación, si nunca hubiéramos hablado de petróleo, seguiría habiendo ruido porque el actual Gobierno argentino ha convertido en una prioridad el presionar a las islas con vistas al 30 aniversario y hacer las cosas más difíciles para los isleños”, sostiene.
Sukey Cameron negó que la llegada del príncipe Guillermo sea una provocación. “Es un militar asignado al Servicio de Búsqueda y Rescate, que solo tiene dos bases: una en Reino Unido y otra en las Malvinas. Y las tripulaciones han de rotar. Está allí como parte de su entrenamiento”, sostiene, sin querer entrar en la sospechosa coincidencia entre la presencia del príncipe y el aniversario de la guerra. “Si Argentina no siguiera manteniendo sus reclamaciones de soberanía no tendría porque seguir habiendo viajes allí”, puntualiza.
En diciembre, la nueva Comunidad de Estados de América Latina y el Caribe (CELAC) dio su apoyo a la reclamación argentina por la soberanía de Malvinas. El mes pasado, el ministro de Relaciones Exteriores argentino, Héctor Timerman, recorrió cinco países centroamericanos para ratificar ese respaldo. Al mismo tiempo, su par británico, William Hague, viajó a Granada y logró que los 16 países de la Comunidad del Caribe, los mismos que en la CELAC habían estado con Argentina, se declararan a favor de la autodeterminación de los malvinenses.
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