El embajador de México en Venezuela, víctima de un secuestro 'express'
Durante el último año y medio, al menos siete diplomáticos acreditados en Caracas han sido víctimas de la inseguridad
Ocurrió así: el domingo por la noche, el embajador de México en Venezuela, Carlos Pujalte, iba en el coche junto con su esposa, Paloma Ojeda, por la urbanización Country Club de Caracas -donde viven las familias más ricas de la ciudad y la mayoría de los embajadores acreditados en el país-, cuando ambos fueron secuestrados por delincuentes comunes. Horas más tarde, la pareja fue liberada en buen estado de salud en las afueras de la ciudad, después de pagar por su rescate una cierta cantidad de dinero que ni la policía venezolana ni la embajada mexicana han querido confirmar. Los delincuentes no han sido capturados. Esta es la séptima vez, en el último año y medio, que uno o varios representantes diplomáticos son víctimas de la inseguridad, que cada fin de semana se cobra entre 40 y 70 vidas solo en la capital venezolana.
El viernes 11 de noviembre de 2011, le tocó al cónsul general de Chile en Caracas, Juan Carlos Fernández. Acababa de dejar a un amigo en un hotel ubicado en la Plaza Venezuela de Caracas, cuando un grupo de secuestradores lo retuvo durante un par de horas. Fue golpeado, herido de un disparo en la ingle y luego abandonado en mitad de la vía. El cónsul estuvo dos días hospitalizado. La Cancillería chilena confirmó al cabo de unos días, a través de una nota de prensa, que Fernández había sido víctima de un “secuestro express”: modalidad de asalto ejecutado por el hampa común, que consiste en secuestrar por unas horas a la víctima y liberarla tras el pago inmediato de un rescate millonario.
Unos meses antes había sido secuestrado el agregado militar de Bolivia, solo que en esta oportunidad los delincuentes lo llevaron a su casa y la saquearon, según informó el diario caraqueño El Universal. También el hijo del embajador de Vietman fue secuestrado durante dos horas en 2011, cuando llegaba a su casa después de estar en una fiesta.
El 28 de mayo de 2011, otro representante de la embajada de México en Caracas fue asaltado por tres hombres en la puerta de su casa, se llevaron su camioneta modelo Cherokee. Un coche idéntico le fue robado en junio del mismo año a una diplomática de Reino Unido. Y en 2010, la residencia del embajador de Grecia fue asaltada.
Los diplomáticos que hacen vida en la capital de Venezuela se han quejado de esta situación ante el Ministerio de Relaciones Exteriores venezolano, sin obtener ningún resultado. Hasta abril de 2011, una unidad especial de la Policía Metropolitana (PM) de Caracas, integrada por 400 hombres, era la encargada de brindar protección a las embajadas, consulados y residencias diplomáticas. Pero esta brigada fue desmantelada con la creación de la nueva Policía Nacional.
El año pasado la Cancillería venezolana estuvo considerando la creación de un cuerpo de seguridad especial que atendiera a los diplomáticos, pero la idea no se materializó por falta de presupuesto. El Gobierno venezolano ni siquiera es diligente en la entrega de placas especiales para identificar a los coches diplomáticos: un trámite que antes tomaba solo dos días, ahora tarda meses.
En Caracas, donde la tasa oficial de homicidios se calcula en 48 muertes por cada 100.000 habitantes, los diplomáticos buscan la forma de sobrevivir por cuenta propia. Se mueven de un lado a otro de la ciudad en caravanas, contratan servicios especiales de seguridad o utilizan coches blindados. El Gobierno venezolano cree, sin embargo, que la magnitud de la inseguridad en Venezuela no es tal, que es una “sensación” que ha sido alentada por los medios de comunicación privados para socavar la credibilidad de la revolución.
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