Los piratas enriquecen Somalia
La delincuencia marina favorece el desarrollo de uno de los países más pobres, donde baja la inflación, se aprecia la moneda local y suben los salarios
“No es que tres personas nos estemos repartiendo millones de dólares”, respondió el jefe pirata Abshir Boyah cuando le preguntaron qué hacía con todo el dinero que ganaba con los secuestros. La cita está incluida en un polémico informe del prestigioso think tank británico Chatham House que analiza el impacto económico que la piratería tiene sobre Somalia y que concluye que está aportando estabilidad y desarrollo al país. Ha reducido la inflación, ha dado empleo y subido los salarios de los somalíes y ha fortalecido su moneda. “Una estrategia militar para erradicar la piratería podría minar seriamente el desarrollo local”, asegura la autora del análisis, Anja Shortland, profesora en las Universidades de Brunel, Oxford, y London School of Economics.
El informe se basa en entrevistas sobre el terreno, en datos del mercado local y en imágenes por satélite en las que se ve, por ejemplo, que las localidades con mayor presencia pirata tienen luz.Ingresan entre 690.000 y tres millones de dólares por rescate, con un récord de 9 millones en 2010. En total, ese año, se llevaron unos 70 millones de dólares. Parte del dinero se queda en el país.
La media de los rescates es de unos 200 millones de euros al año
Los piratas dan puestos de trabajo y pagan bien. Los sueldos de los somalíes son más altos en las regiones donde se ha instalado la industria pirata. En cada secuestro intervienen una media de 100 personas. Los directamente involucrados en el asalto en el mar son unos 50. El resto trabaja en tierra. Son cuidadores (cuando, para evitar que otros clanes o fuerzas navales les arrebaten los rehenes, los ocultan en poblaciones locales), agricultores, cocineros y comerciantes que facilitan todo lo necesario para la alimentación de piratas y secuestrados.
Naciones Unidas estima que un 40% de los ingresos de la piratería sirvieron en 2010 para financiar empleo local. De ese 40%, un 30% se lo quedaban los piratas directamente involucrados en el secuestro. El 10% restante se iba en regalos y sobornos para la población local. El otro 50%, para patrocinadores y financiadores extranjeros.
Es cierto, recuerda el informe, que los piratas no se privan de los caprichos propios del delincuente a gran escala e invierten parte de sus ganancias en “importar coches deportivos y drogas”. Pero en Somalia hay una profunda cultura de compartir. De hecho hay un proverbio somalí que dice: “El hombre que tiene 150 cabras mientras sus parientes no tienen ninguna, es pobre”. Los piratas parecen convencidos de la obligación moral o la conveniencia de invertir parte de sus ganancias entre sus paisanos.
Han contribuido, añade el informe, a reducir la inflación. “Los datos muestran que el precio del arroz ha bajado como consecuencia de la piratería”, porque contra todo pronóstico, están aportando “estabilidad” y garantizando el suministro. El crecimiento de su industria (y de sus necesidades) les ha obligado a facilitar canales a los proveedores. Por ejemplo, los piratas están comprando camiones para transportar mercancía.
Los secuestradores contratan a unas 100 personas en cada asalto
El informe explica que aproximadamente un tercio del dinero obtenido en los rescates (y pagado en dólares) se convierte en moneda local. “Esa inyección de dólares americanos ha servido para apreciarla”. El precio del ganado de calidad, que en Somalia es más un bien de inversión que de consumo —los somalíes comen fundamentalmente cabra—, es decir, la que dedican a la exportación, también ha subido en las zonas donde operan los piratas, beneficiando a los ganaderos locales.
Somalia es uno de los países más pobres del mundo. Por eso apenas se ve de noche en las imágenes por satélite. No tienen luz. Las únicas ciudades del país en las que el consumo de electricidad está aumentando son Garowe y Bosasso. Garowe es “el corazón” de las tribus piratas y Bosasso, su principal puerto de importación, adonde les llegan los sofisticados aparatos de comunicaciones, los motores para sus lanchas rápidas y las armas.
En Garowe viven (y gastan) muchos piratas. “Es fácil identificarlos por sus coches de lujo y sus carísimos vicios, como las drogas”, dice el informe. Las imágenes por satélite de esta ciudad mostraban en 2002, muy pocos coches. En la imagen de 2009 se ve un significativo número de casas en barrios residenciales con un vehículo en la puerta.
Se calcula que el coste de la piratería por año, incluidas las medidas para combatirla —más de 30 naciones tienen barcos de guerra en la zona— se sitúa entre los 7.000 y los 12.000 millones de dólares, mientras que los rescates suman unos 250 millones. “Reemplazar esta fuente de ingresos por una combinación de fuerzas de seguridad financiadas con fondos extranjeros y ayuda al desarrollo sería considerablemente más barato que continuar con el actual statu quo”, concluye el informe.
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