Rick Perry, una campaña a trompicones
No ha habido nadie en las primarias republicanas de 2012 que entrara con tanta fuerza en la contienda y se desplomara de forma tan rápida como Rick Perry (Paint Creek, Tejas, 1950). Prometía mucho: gobernador de Tejas desde 2000, aspiraba a recorrer el camino de su predecesor en el puesto, George W. Bush. Tan conservador en lo fiscal como en lo social, quiso aprovechar el empujón que el Tea Party le dio en 2010 en su campaña de reelección contra una senadora mucho más moderada. De Perry puede decirse que su peor enemigo fue él mismo. Sus continuas meteduras de pata le llevaron a retirarse antes de llegar a las primarias de Carolina del Sur, las terceras del calendario electoral.
Perry no se pudo recuperar del bochorno de olvidar en un debate televisivo cuáles eran las tres agencias del Gobierno que eliminaría si fuera elegido. “Comercio, Educación... y ¿cuál era la tercera?”, dijo (Era Energía). En un correo enviado tras la muerte del dictador norcoreano Kim Jong-il, interpretó la última parte del nombre como un numeral, y le llamó en repetidas ocasiones Kim Jong Segundo. En una entrevista con un diario de Iowa se equivocó respecto al número de jueces del Supremo (dijo que hay ocho, cuando son nueve) y le cambió el apellido a Sonia Sotomayor por el de Montemayor. Finalmente, en un debate en enero dijo que Turquía, miembro de la OTAN, es un país gobernado por radicales islamistas alineado con Irán.
Los candidatos en las primarias del Partido Republicano
A pesar de llevar más de una década en el gobierno de Tejas, Perry tuvo intervenciones en los debates televisados desastrosas, propias de un novato. Uno de sus peores momentos fue cuando defendió una de sus medidas como gobernador, la autorización de que los hijos de inmigrantes sin documentación estudien en universidades públicas con las reducciones de matrícula de las que gozan los residentes legales. A los otros candidatos, les dijo: “Si aseguran que no deberíamos educar a los niños que vienen a nuestro estado por el único motivo de que fueron traídos aquí por voluntad ajena, es que no tienen corazón”.
El problema de aquella frase es que Perry sonaba como un demócrata, en una contienda a la que llegó definiéndose como un ultra. Al anunciar su candidatura en agosto dijo que quería devolverle su grandeza a América, criticando duramente a Barack Obama. Niega la evolución y la influencia humana en el cambio climático. Deplora la separación de fe y estado, y ha llegado a organizar sesiones multitudinarias de rezo para pedir cosas tan variadas como el final de una sequía o de la crisis económica.
Y a pesar de haber aspirado a ser un nuevo gobernador tejano en la Casa Blanca, sus relaciones con su predecesor, Bush, son francamente malas. El enfrentamiento viene de sus últimas elecciones a gobernador, las terceras, en 2010. Perry le había prometido a la senadora Kay Bailey Hutchinson, amiga personal de la familia Bush, que en 2010 se apartaría para que ella ganara las primarias y, eventualmente, le sucediera. Esta se tomó la promesa en serio y se presentó, solo para descubrir que Perry no cumpliría con su palabra y le disputaría las primarias. El clan Bush apoyó a la senadora. Perry hizo una dura campaña, virando a la derecha y cortejando al Tea Party. Aquella victoria no le fue de mucha ayuda en estas primarias presidenciales.
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