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El afán por volver a la presidencia le cuesta a Putin el respaldo de los rusos

Los ciudadanos rechazan el recorte de libertades y las irregularidades electorales

Pilar Bonet
Vladímir Putin, durante su visita a Magadán (Siberia).
Vladímir Putin, durante su visita a Magadán (Siberia).ALEXEY DRUZHININ (AFP)

En su afán por recuperar la presidencia de Rusia, Vladímir Putin hace equilibrios entre posiciones irreconciliables: por una parte, trata de indicar que acepta —e incluso propicia— la sociedad en cambio que se aparta de él; por otra, intenta seguir controlando el Estado sin hacer concesiones de fondo en el modelo que comenzó a practicar a partir de 2000 gracias a los altos precios del petróleo.

Este modelo, caracterizado por la restricción de las libertades políticas, el aumento de la corrupción y la falta de reformas estructurales, es cuestionado hoy por los ciudadanos, que han castigado en las urnas a Rusia Unida (RU) y han protestado en la calle por las irregularidades en los comicios legislativos del pasado 4 de diciembre.

Encuestas publicadas esta semana por el Centro de Opinión Pública de Rusia (VtsiOM) indican que la popularidad de Putin ha disminuido para situarse en un 51% en la primera semana de diciembre, y que, si las elecciones se celebraran ahora, el jefe de Gobierno obtendría un 42% frente a su rival más próximo, el comunista Guennadi Ziugánov, que lograría un 11%. Según los sociólogos, la popularidad de Medvédev después de los comicios legislativos del 4 de diciembre ha descendido en un 10%.

El portavoz del jefe de Gobierno, Dmitri Peskov, ha quitado importancia a estas cifras, que ha calificado como el resultado de un estado emocional, y ha expresado la esperanza de que la curva de popularidad de Putin volverá a subir, gracias a las medidas económicas y sociales que el Gabinete pone en práctica en Rusia, en contraste con el inestable contexto internacional. Las subidas de las tarifas de los servicios públicos, que suelen entrar en vigor a principios de enero, han sido pospuestas hasta julio del año próximo, lo que ha sido interpretado como una medida preelectoral.

Los votantes castigaron a Rusia Unida, el partido del Kremlin, en las elecciones del día 4

Los sondeos de TsiOM indican que Putin podría necesitar de una segunda vuelta electoral para ser confirmado como presidente. Esta posibilidad, que humillaría el amor propio del dirigente, es lo máximo que la oposición puede esperar de las elecciones presidenciales del 4 de marzo, en opinión de algunos politólogos.

Las encuestas de VtsiOM han aparecido justo cuando comenzaban a proliferar informaciones sobre los intentos del Kremlin de impedir la difusión de sondeos negativos sobre los máximos dirigentes. Por experiencia en la manera de actuar del Kremlin, algunos se preguntan si la popularidad real de Putin y Medvédev no será aún más baja que la difundida. Un analista de otro centro sociológico, que prefiere permanecer en el anonimato, pone en duda las cifras de VtsiOM y afirma que “el apoyo real a Putin en Moscú no supera el 30%”.

Los problemas de comunicación con la sociedad que afronta Putin se pusieron de manifiesto el jueves en la maratoniana sesión de respuestas a los conciudadanos en un programa de televisión. “Su estilo era anticuado y sus bromas no eran graciosas”, señalaba en su editorial el periódico Védomosti.

El divorcio con la ciudadanía se plasmó en su intervención en un programa de televisión en directo

La comparación de las cintas blancas de los que protestaban por la falsificación electoral con preservativos era “tonta” y la alusión al senador John McCain como alguien que “ha enloquecido” por su cautiverio en Vietnam resultaba “ofensiva”, señalaba el periódico. Su comentario (“hay de donde dar”) sobre las quejas de los empresarios que se sienten ahogados por los sobornos fue “cínico”, afirmaba el citado medio.

“Vladímir Putin verdaderamente no está dispuesto a concesiones reales y no las realizará, pero no porque esto sea la estrategia de combate elegida en este momento, sino porque estarían en contradicción con su idea del orden”, señalaba el periodista Mijail Fishman en Védomosti. Putin, afirmaba, “no es consciente de que la oleada [de protestas] que se ha levantado está en gran medida dirigida contra él personalmente. Por lo tanto, la crisis concentrada en torno a su figura va a seguir en aumento y bastante deprisa”.

Putin elogió a quienes salían la calle, alegando estar satisfecho de haber propiciado él mismo tanta actividad social entre los jóvenes. Sin embargo, la impronta estilística del KGB y de la guerra fría se impusieron cuando insistió en que los manifestantes habían sido pagados y azuzados por los adversarios de Rusia y cuando dijo estar “harto” de que le preguntaran por las elecciones, ya que seguramente había cosas “más interesantes”.

Ni siquiera los “triunfos” que Putin llevaba preparados —las cámaras de vídeo en los colegios electorales y la posibilidad de liberalizar el nombramiento de los gobernadores— eran tales.

La instalación de cámaras en más de 90.000 colegios no resuelve el problema de la falsificación electoral, porque las principales infracciones suceden cuando las actas firmadas por todos los miembros del colegio electoral pasan al nivel administrativo superior y allí “reaparecen” con otras cifras, sin que se pueda contar con que los jueces, cuando las demandas llegan hasta ellos, reconozcan como válidas las actas originales.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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