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OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El dividendo de la paz libia

Los beneficios de no tener que lidiar con la diplomacia de Gadafi son incalculables para el sistema mundial

Mientras la toma de Sirte y la información de la muerte del coronel Gadafi están provocando unas masivas celebraciones callejeras, los libios están discutiendo constantemente cómo se produjo su victoria sobre el dictador. Muchos de ellos creen que solo Dios es el responsable en última instancia de su liberación. Aunque están inmensamente agradecidos a la intervención de la alianza dirigida por la OTAN, algunos libios cuestionan los motivos humanitarios que aduce la organización. El sentido común parece indicar que los Estados no se gastan cientos de millones durante una recesión profunda por una necesidad moral.

Desde la perspectiva de Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Italia, Catar y otros miembros de la alianza, ahora es el momento de evaluar la situación para saber cómo la victoria rebelde puede favorecer sus intereses nacionales. ¿No es justo que esperen algún tipo de remuneración? O si se mira desde un punto de vista holístico, ¿las potencias aliadas libraron una guerra moral para proteger a un movimiento civil que buscaba liberarse de una tiranía, o el Consejo Nacional de Transición (CNT) libio contrató subrepticiamente a la alianza, prácticamente como mercenarios, bajo unas condiciones de crédito indefinido con el petróleo como garantía pagadera solo en el caso de victoria?

Mientras está previsto que se anuncie, como consecuencia de la toma de Sirte, el Gobierno interino cualquier día a partir de ahora, los políticos libios están estudiando seriamente sus obligaciones morales con sus aliados. ¿Debería el CNT pagar abiertamente a todos los países que lo apoyaron con contratos en detrimento de los que no lo hicieron? Si el CNT se comportase de esta manera, ¿sería honesto o deshonesto? La mayoría de los libios esperan que sea este comportamiento el que políticamente se imponga. Muchos de ellos creen ardientemente que es honesto. Nosotros no lo creemos.

Hay muchos motivos para afirmar que aquellos países que respaldaron la revolución popular de Libia verán bien recompensada su inversión simplemente con la destitución de Gadafi. Tras el hundimiento de la Unión Soviética, las potencias occidentales les prometieron a sus ciudadanos un “dividendo de paz”. El término fue acuñado para referirse al “beneficio” mundial que se esperaba como consecuencia de la reducción del derrochador gasto en armas y la concomitante transformación de los antiguos países comunistas en motores de crecimiento económico y lucrativos mercados para los productos y servicios occidentales. La economía moderna presupone que esos “dividendos” deben tener una naturaleza de signo positivo (es decir, ayudar al vencedor, los Estados derrotados y las terceras partes por igual). Y en realidad, la década de 1990 fue una época de crecimiento económico y estabilidad mundial.

Creemos que el resto de la comunidad internacional obtendrá un “dividendo de paz” similar aunque mucho más pequeño como consecuencia del cambio de régimen. Anteriormente, Gadafi aisló la economía de Libia tras muros de ineficacia burocrática y corrupto cuasi socialismo. Gastó dinero en armas y terrorismo, y provocó periódicamente una grave pérdida de vidas (por ejemplo, Lockerbie, el atentado del vuelo de UTA, la guerra de Chad, la matanza de Abu Salim). Incluso cuando renunció al terrorismo y a su programa de armas de destrucción masiva después de 2003, siguió teniendo escarceos con la política interna de otros países, y mostró una especial tendencia a respaldar a brutales dictadores africanos y a declarar la Yihad contra los suizos. Los beneficios de no tener que lidiar con la imprevisible diplomacia de Gaddafi tienen un valor positivo incalculable para el sistema mundial. Un régimen estable en Libia aumenta enormemente la probabilidad de consolidación de las revoluciones tunecina y egipcia.

Económicamente, Libia se enorgullece de una moneda estable, unos activos extranjeros netos de más de 150.000 millones de dólares y está bien situada para volver a tener un perpetuo superávit presupuestario cuando finalmente se recupere por completo la producción de petróleo. Libia, bajo un Gobierno tecnocrático bien administrado comprometido con la economía de mercado, es el sueño de un inversor extranjero. Sus sólidas perspectivas macroeconómicas se deben a su pequeña población, sus amplias zonas de terreno virgen, su ubicación estratégica y sus posibilidades de producir mucho más que los 1,7 millones de barriles diarios de petróleo de antes de la revolución. Libia también se enfrenta a una presión inmediata para que invierta en su enorme población joven subempleada. Concretamente, Libia tiene déficits de desarrollo en casi todos los sectores, entre los que se encuentran las refinerías de petróleo, las infraestructuras, el transporte, la educación y la sanidad. Por decirlo de manera simple, habrá muchísimas oportunidades empresariales para todos los países bien preparados cuando Libia empiece a impulsar su desarrollo, algo que debería haber ocurrido hace mucho. El primer ministro del Consejo Nacional de Transición, Mahmud Yibril, ha hablado displicentemente de 450.000 millones de dólares en inversión en proyectos durante la próxima década.

El mundo saldrá mucho mejor parado si el Gobierno libio decide otorgar esos contratos en base a una meritocracia que fomente la innovación y la eficiencia en lugar de recompensar con sobornos a aquellos países que han ayudado al país durante la revolución. Por desgracia, algunos líderes políticos occidentales ya están perjudicando a la transición de Libia hacia la democracia y a sus intereses nacionales al malinterpretar el principio de “dividendo de la paz”. El ministro de Asuntos Exteriores francés, Alain Juppé afirmó en la cadena de radio RTL el 1 de septiembre que sería “justo y lógico” que las empresas francesas se vieran beneficiadas por el preponderante papel que ha desempeñado Francia en el respaldo a los rebeldes. Del mismo modo, el 22 de agosto (justo el día en el que cayó Trípoli), el ministro de Asuntos Exteriores italiano, Franco Frattini, comentó de forma poco acertada en el canal de televisión RAI que la empresa petrolera italiana Eni “desempeñará un papel líder en el futuro” de Libia como consecuencia del apoyo italiano a la campaña de la OTAN. Estas declaraciones -y la presión política que, sin duda, hay detrás- socavan los intentos libios de acabar con la cultura endémica de corrupción que caracterizó la era de Gadafi.

Ahora que Libia está oficialmente “liberada” y que la secretaria de Estado estadounidense, Hillary Clinton, ha vuelto de una oportuna visita a Trípoli, seguro que los responsables del Departamento de Estado van a asistir a numerosas reuniones informativas sobre cómo cosechar los dividendos estratégicos de la intervención estadounidense. Deben resistirse a la tentación de pedirle al pueblo libio en público, o incluso en privado, que les devuelva el favor con contratos preferenciales. Está claro que ni todo el petróleo, la construcción, la infraestructura o los contratos de defensa del mundo pueden ser mejores que una Libia fuerte, moderada y estable que aprenda a elegir a sus socios comerciales en base a sus méritos en lugar de su nacionalidad, ¿no?

Consideramos que las potencias de la Alianza Atlántica no deberían pedirle al Consejo Nacional de Transición que prostituya el inmenso tesoro de Libia. Eso no haría más que degradar el tremendo valor de lo que la OTAN ha hecho por Libia. La única forma adecuada que tienen los libios de recompensar al resto del mundo por haberles librado de Gadafi no es a base de sobornos, sino tomando las difíciles decisiones necesarias para sentar las bases de un futuro democrático, meritocrático y abierto desde un punto de vista económico.

Jason Pack investiga la historia libia en la Universidad de Cambridge y es presidente de Libya-Analysis.com. Sami Zaptia vive en Trípoli y es consejero delegado de KnowLibya.

© 2011 Global Viewpoint Network; distribuido por Tribune Media Services. Traducción de News Clips.

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