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Los escándalos cercan a Sarkozy

El presidente francés vive su peor etapa política a siete meses de las elecciones. El ‘caso Karachi’, un turbio asunto de comisiones ilegales, salpica a su entorno

El presidente francés, Nicolas Sarkozy, junto al exministro de Interior, Brice Hortefeux, en un debate sobre delincuencia en febrero.
El presidente francés, Nicolas Sarkozy, junto al exministro de Interior, Brice Hortefeux, en un debate sobre delincuencia en febrero. LIONEL BONAVENTURE (AFP)

Faltan siete meses para las presidenciales de mayo e incluso entre la prensa más institucional se suceden los titulares amargos. “Clima de fin de reino”, “La caída del clan”, “La cruz”, “El peor momento de Nicolas Sarkozy…”. Si se ven las publicaciones satíricas de la prensa y la televisión, la sensación de derrumbe es todavía mayor. Los guiñoles de Canal+ iniciaron el otro día un concurso titulado “¿Qué amigo de Sarkozy se librará de ir a la cárcel?”, mientras un dibujante de Le Canard Enchainé resumía “lo que quedará del sarkozysmo” con la imagen de un carrito de bebé escoltado por la policía.

Son tiempos duros para un presidente que ha visto cómo la “República irreprochable” que prometió a los franceses en 2007 ha quedado sepultada bajo una cascada de escándalos, varios de ellos protagonizados por amigos íntimos del jefe del Elíseo, mientras éste asiste impasible a los ajustes de cuentas y navajazos en el seno de la mayoría conservadora, que son casi el pan de cada día.

Según cuentan sus ministros, Sarkozy mantiene una posición zen tras entregar el control del Senado a la izquierda por primera vez en la historia de la República (ayer fue elegido presidente el socialista Jean-Pierre Bel), pese a las sonadas victorias de candidatos disidentes de la gubernamental UMP gracias a los votos de los propios jefes de filas de partido. Pero lo cierto es que la sucesión de malas noticias ha puesto al responsable del Elíseo en una posición de debilidad similar (salvando las distancias) a la que vive Silvio Berlusconi en Italia: la UMP ha perdido cuatro elecciones parciales desde 2007, los sondeos se mueven en un 30% de popularidad, y los datos económicos baten un récord negativo tras otro, con el déficit comercial y la deuda en cabeza.

El regreso del caso Karachi ha sido especialmente ruidoso. Su amigo Nicolas Bazire está siendo investigado, igual que su exasesor Thierry Gaubert y el exministro del Interior Brice Hortefeux, uno de sus íntimos más leales, que entró hace unos días en el huracán bajo la sospecha de haber violado el secreto del sumario.

Las encuestas conceden al mandatario solo un 30% de aprobación

Hortefeux fue interceptado por la policía cuando advertía por teléfono a Gaubert de que su exmujer, la princesa Helena de Yugoslavia, se estaba “columpiando demasiado”. En realidad, la princesa sin país se había limitado a contar a la policía que su marido traía maletas llenas de dinero desde Ginebra a París, supuestamente para financiar la campaña de Edouard Balladur en 1995. Revelación inquietante para Sarkozy, que entonces era el jefe de la campaña y se veía con ambos todo el tiempo.

Aunque el nombre del presidente no ha aparecido en el affaire Karachi salvo de forma indirecta —era ministro del Presupuesto—, su situación es delicada, porque mucha gente parece haber decidido empezar a hablar, y el asunto realmente es feo.

Amigos íntimos del jefe del Estado están bajo investigación en varios casos

En 1994, el Gobierno de Balladur vendió a Pakistán tres submarinos clase Agosta por 850 millones de euros ofreciendo, para vencer la alta competencia y asegurarse el contrato, un 10% de comisión que sin embargo Francia nunca terminaría de pagar. Luego vendió tres fragatas a Arabia Saudí por 3.000 millones de euros, esta vez prometiendo comisiones equivalentes a un 18% del precio, que finalmente tampoco serían abonada porque Jacques Chirac decidió no hacerlo: se dice que el presidente sospechaba que el primer ministro había financiado su campaña con las comisiones ilegales de retorno, o retrocomisiones.

Todo fue a peor el 8 de mayo de 2002: un coche bomba explotó en Karachi al paso de un autocar de la compañía francesa DCN (Dirección de Construcciones Navales). Murieron 14 personas, 11 de ellas franceses que trabajaban en la construcción de los submarinos. En 2008, el juez que investigaba el atentado concluyó que no fue obra de Al Qaeda, como habían sugerido siempre los servicios secretos franceses, y apuntó a una represalia por el impago de las comisiones.

Sarkozy calificó en 2009 esa tesis como “una fábula grotesca”, pero en 2010 una comisión parlamentaria de investigación la consideró “plausible”, sin descartar la pista saudí ni la islamista. Con los meses, la fábula grotesca ha ido tomando cada vez más cuerpo, y hace unos días la fiscalía ha abierto una investigación tras la denuncia de las familias de las víctimas del atentado contra la sociedad creada en 1995 por Balladur por “financiación política ilegal”.

Uno de los personajes clave del novelesco embrollo es Ziad Takieddine, el intermediario franco-libanés de rostro agreste y mirada letal que movía los maletines de dinero entre Francia, Pakistán y Arabia Saudí. El tipo ha sido citado por el juez como sospechoso de malversación de fondos por su actuación en los dos contratos, y va contando en la prensa que está deseando hablar con Sarkozy, y que este le escuchará porque le interesa hacerlo.

La resurrección del caso Karachi, los vericuetos del espionaje a los periodistas de Le Monde, el asunto de las maletas llenas de dinero africano que supuestamente recibían Chirac y Villepin en el Elíseo… Y para colmo, un bebé a punto de llegar al Elíseo. Definitivamente, en Francia todo huele a final de época.

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