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La falta de medios de Kenia aloja a refugiados somalíes en un limbo temporal

Los desplazados hasta los campos de Dadaab tienen que aguardar hasta cinco semanas para su registro.- Solo tras cumplirlo pueden acceder a un pedazo de terreno y a los alimentos.- El PMA trata de cubrir ese vacío con asistencia alimenticia

Llegan por donde pueden. Desorientados, con hambre, sed, sin fuerzas y, a veces, dolor por la pérdida de menores y ancianos en el camino. También adultos. Son los más de mil refugiados que, según cifras de Naciones Unidas, aterrizan a diario en los campos de Dadaab (Kenia), al este de Nairobi y junto a la frontera con Somalia. Una vez localizados, las agencias de la ONU les entregan una ayuda alimenticia prevista para sus primeros 21 días en el campamento. Una asistencia que, hasta la oleada de desplazados del sur de Somalia a principios de junio, cubría el periodo de registro, requisito imprescindible para la asignación de un pedazo de terreno y de una cartilla de alimentación. La ONG Save the Children ha denunciado hoy, sin embargo, que más de 16.000 personas "viven en medio de la nada" por la falta de funcionarios kenianos en este proceso.

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Según la ONG, que trabaja en los campos de Dadaab, "los refugiados somalíes (...) se ven obligados a vivir fuera [de las instalaciones] y en medio de la maleza" debido a las dificultades en el registro, a cargo de las autoridades de Kenia, país que acoge ya a casi 400.000 personas llegadas de la vecina Somalia. Este limbo temporal, continúa en una nota la organización, obliga a los recién llegados a vivir "sin las mínimas condiciones de higiene y lejos de las clínicas, las escuelas y otros servicios". "Tenemos que hacer algo más", afirma Prasant Naik, responsable de Save the Children en Kenia, "que obligarles a vivir entre la maleza".

Comida para 21 días

La agencia de la ONU para los refugiados (ACNUR) eleva, no obstante, la cifra de casos pendientes de registro a 30.000. Un portavoz de ACNUR en Dadaab, William Spindler, explica en conversación telefónica que la oleada de refugiados desatada desde el pasado 6 de junio (71.000 en dos meses) ha desbordado los trabajos en Kenia. Según los cálculos de Spindler, los recién llegados a este campamento, el mayor albergue de refugiados del mundo en la actualidad, pueden esperar "de cuatro a cinco semanas" antes de ser registrados. La travesía de la asistencia es la siguiente: el Programa Mundial de Alimentos (PMA) y ACNUR proveen a aquellos que llegan a los campos de un primer paquete de "ayuda inmediata" para 21 días (harina de trigo y maíz, judías, aceite, azúcar, sal, galletas, material de cocina, recipientes para llevar el agua, colchonetas, mantas y un plástico).

A partir de ahí se abre el proceso de registro. Hasta el repunte de la actual crisis humanitaria, los refugiados somalíes que llegaban a Kenia tenían que ser inscritos antes de recibir asistencia alguna. Ahora, el PMA está trabajando para sumar a esa primera "ayuda inmediata" un segundo paquete mientras dura el registro. "No podemos garantizar", explica William Spindler, "que los 100.000 refugiados que han llegado este año hayan recibido asistencia". "Algunos pasan hambre", reconoce este portavoz de ACNUR, quien además señala que las autoridades kenianas "no cuentan con el material necesario" para abordar la afluencia actual de personas a los campos. Según sus cálculos, 700 personas son inscritas a diario.

"Hay una gran infraestructura que lleva 20 años atendiendo en Dadaab", prosigue Spindler, "pero no da abasto con las llegadas". Y en esa travesía, los más vulnerables, lo menores, llevan las de perder. Serene Assir, trabajadora de Médicos sin Fronteras en Dagahaley (parte de Dadaab), alerta por teléfono de que muchos niños que llegan con problemas de malnutrición pueden ver su situación agravada en los campos por la demora del registro hasta alcanzar "la malnutrición severa". Assir puntualiza, no obstante, que algunas de estas situaciones dramáticas son salvadas con "muestras de solidaridad espectaculares" de aquellos que, incluso, ceden parte de su ración por los que están aún peor.

Un niño, con el rostro lleno de arena, espera junto a otros refugiados somalíes a formalizar en registro en el campo de refugiados de Dagahaley.
Un niño, con el rostro lleno de arena, espera junto a otros refugiados somalíes a formalizar en registro en el campo de refugiados de Dagahaley.TONY KARUMBA (AFP)

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